Publicado: julio 7, 2025, 10:30 pm
Decía Carlos Alcaraz que el tenis cambia muy rápidamente. Un punto. Una dejada. Un resbalón. Un pinchazo en el pectoral. Y todo cambia. Como en este partido loco entre Jannik Sinner y Grigor Dimitrov en el que sobrevive el italiano, mermado físicamente con dolores en el codo por una caída en el primer juego, porque al búlgaro le da un pinchazo en el pectoral que lo deja clavado tras un saque directo. El tenis. La pista Central se lleva las manos a la cabeza por el susto que protagoniza Sinner en el primer juego. Apoya de mala manera el codo derecho y hay un rasguño y algo más interno que lo merma durante todo el set. No es solo eso, desde luego, lo que lo lleva a perder el primer capítulo por 6-3, es un Dimitrov estupendo que se mueve muy bien sobre la hierba y lo mueve y lo mueve y lo mueve como quiere. Sinner pide la asistencia médica y el fisio le retuerce un poco el codo en busca del dolor. Lo hay, que frunce el ceño más de una vez ante el contacto y se toma tres pastillas del tirón para ver si se arregla el asunto aunque sea momentáneamente. Parece surtir efecto, pues sacude sin remordimientos pero Dimitrov sigue ahí, entero, muy ágil, más violento en sus derechas y acertado en sus ángulos. 7-5 y son dos sets a su favor. Hay un parón, que oscurece en Londres, y el techo se cierra para que entren las luces artificiales. Los jugadores comienzan de nuevo a pelotear antes de que se reanude la fiesta. Pero es una fiesta que acaba pronto. Apenas cuatro juegos después. Porque el dolor de Sinner se ha ido, pero ejecuta Dimitrov un saque que le da el punto, un ‘ace’, pero le rinde ante el dolor. Se lleva la mano izquierda al pectoral derecho. Ahí se le ha atravesado una daga que le impide moverse, respirar, parpadear siquiera. Salen incluso las asistencias, que no se puede ni levantar porque el brazo no se mueve. Lo acompaña Sinner, atónito al orden de los acontecimientos. Le asisten por arriba y por abajo, pero Dimitrov solo puede sudar, casi marearse del dolor. No hay más. Aunque sale de la pista para ver qué pueden hacer en el vestuario. El dolor es inmenso, por el pinchazo en sí, por el qué acontece después, que es la rendición completa porque no hay manera de que el brazo reaccione, de que el pectoral se reactive. Reaparece el búlgaro, entre lágrimas, el paseo es corto, porque lo esperaba Sinner casi a la salida del vestuario. Se miran y Dimitrov sacude la cabeza, no puede continuar. Hay abrazo y más lágrimas. Que eran dos sets a su favor y un 2-2, y el premio de unos cuartos de final de Wimbledon. Pero el tenis tiene estas cosas, que todo puede cambiar en un segundo, en un movimiento, en un saque. «Me siento muy mal por él, es un gran jugador, y no es la mejor manera de terminar un partido», es lo poco que puede añadir Sinner, que ha sufrido los dos primeros sets el dolor en el codo, pero pone su nombre en los cuartos de final de Wimbledon porque la lesión mayor fue para Dimitrov, que suma otra pesadilla en su historial de Grand Slam, pues es la quinta retirada consecutiva en un torneo de estas características.