Publicado: marzo 30, 2025, 6:00 am
Laura, una diseñadora gráfica con más de 15 años de experiencia, observa incrédula la pantalla de su computadora. En cuestión de segundos, una IA había generado cinco versiones de un logotipo que a ella le habría tomado horas de trabajo. Su primer pensamiento fue de asombro, pero pronto se convirtió en ansiedad. “Si la IA puede hacer esto, ¿qué será de mi empleo en unos años?”
La sensación de incertidumbre de Laura no es un caso aislado. A medida que la inteligencia artificial avanza y se integra en distintos sectores, muchas personas experimentan un creciente estrés tecnológico, una forma de ansiedad relacionada con la automatización y la transformación digital.
El temor al reemplazo laboral, la sobrecarga de información y la sensación de no poder seguir el ritmo del cambio generan un estado de alerta constante en la sociedad.
¿Cuál es el impacto cognitivo de la IA?
Diversos estudios muestran que la inteligencia artificial y la robótica pueden reemplazar tareas repetitivas en sectores como la manufactura, el servicio al cliente y la contabilidad. Incluso ya se están implantando en actividades más creativas como el arte o el periodismo. Trabajos automáticos que antes realizaba un ser humano ahora pueden ser ejecutados por una máquina en menos tiempo, bajo la creencia compartida de que así ganamos tiempo para otros quehaceres.
La sensación de ser sustituido por una máquina activa el mecanismo de supervivencia del cerebro, generando ansiedad e incertidumbre sobre el futuro.
A nivel neurológico, la percepción de amenaza dispara la llamada respuesta “de lucha o huida”, lo que puede traducirse en estrés crónico y una disminución en la capacidad de toma de decisiones racionales.
Esta preocupación no es infundada: se estima que, para 2030, entre el 14 % y el 30 % de los empleos actuales podrían verse afectados por la automatización, lo que obligará a una gran parte de la población a redefinir sus habilidades y adaptarse a nuevas dinámicas laborales.
De hecho, sabemos que el cerebro humano no está diseñado para adaptarse a cambios tan rápidos. A lo largo de la historia, las revoluciones tecnológicas se han desarrollado en lapsos de tiempo más dilatados, lo que permitía una adaptación progresiva. Por contra, la velocidad de evolución de la IA genera una sensación de agotamiento mental, pues muchas personas sienten que nunca están suficientemente preparadas.
¿Tiene el pensamiento reflexivo los días contados?
Más allá del desplazamiento laboral, otro efecto preocupante de la IA es la disminución del pensamiento profundo y reflexivo en la sociedad. El escritor estadounidense Nicholas Carr argumenta que la automatización del conocimiento y la inmediatez de la información digital están reduciendo nuestra capacidad para procesar ideas complejas.
En lugar de dedicar tiempo a la reflexión, cada vez dependemos más de respuestas instantáneas generadas por algoritmos, lo que limita el desarrollo de habilidades críticas como la creatividad, el análisis contextual y la resolución de problemas.
Por tanto, podríamos suponer que la IA no solo reemplaza las tareas mecánicas, sino que también genera un impacto en funciones superiores vinculadas al ser humano desde hace siglos. El pensamiento crítico, la introspección y otros procesos que requieren de concentración y esfuerzo mental se están perdiendo en ciertos ámbitos como el laboral o el educativo.
En estos contextos, las herramientas de IA como ChatGPT o los asistentes virtuales son ya participantes activos del aprendizaje y las labores diarias. Algunos autores comienzan a temer que podríamos experimentar una superficialización del conocimiento, en la que el aprendizaje profundo sea reemplazado por un consumo pasivo de información.
En este contexto, la incertidumbre sobre el futuro no resulta tan preocupante. Lo es más la transformación del rol humano en la producción y procesamiento del conocimiento. Si las máquinas se encargan de pensar por nosotros, ¿qué papel nos queda? La clave no es temer a la IA, sino aprender a convivir con ella sin perder nuestra capacidad de razonamiento crítico.
Estrategias para afrontar el estrés tecnológico
Frente a los desafíos que representa la IA, existen estrategias para adaptarse de manera saludable a este cambio:
- Aprendizaje continuo y reskilling. En lugar de ver a la IA como una amenaza, es fundamental aprender a coexistir con la tecnología. Se trata de desarrollar habilidades complementarias y enfocarse en áreas que la inteligencia artificial aún no puede replicar, como la creatividad, la inteligencia emocional y el pensamiento crítico. Esto puede aumentar la sensación de control y reducir el miedo al reemplazo laboral.
- Desconexión digital y gestión del tiempo. Limitar la exposición a noticias y tendencias sobre IA puede ayudar a reducir la ansiedad. Establecer horarios de uso tecnológico y reservar momentos de desconexión mejoran el bienestar mental y permiten procesar mejor la información sin saturarnos.
- Fomentar la resiliencia y la mentalidad de cambio. El miedo a lo desconocido es una reacción natural, pero desarrollar una mentalidad de crecimiento ayuda a afrontar la transformación digital con una perspectiva más positiva. Una situación de crisis no tiene por qué ser negativa, también puede suponer una oportunidad.
- Equilibrar el uso de IA con la interacción humana. El aislamiento digital y la dependencia excesiva de la IA pueden aumentar la sensación de desconexión. Es importante equilibrar el uso de herramientas tecnológicas con interacciones sociales significativas para mantener el bienestar emocional.
Si bien es cierto que la IA genera ansiedad y estrés en muchas personas, también puede ser vista como una oportunidad para evolucionar y desarrollar habilidades nuevas. Adaptarnos de manera consciente, gestionar nuestra relación con la tecnología y pedir ayuda psicológica si el nivel de estrés se agudiza o cronifica son claves que pueden ayudarnos a afrontar la incierta era de la inteligencia artificial.