Publicado: diciembre 21, 2025, 1:34 pm

“Todo está muy difícil, hay mucha incertidumbre”, dice el taxista venezolano José Luis Ledezma, que trabaja en Caracas. Ledezma padece el desplome de las carreras al aeropuerto de Maiquetía, su recorrido más habitual. “Hacía seis viajes diarios al aeropuerto. Ahora, si hago tres a la semana es mucho”, ejemplifica. “Trabajo con público de todas las edades, desde gente adinerada hasta personas muy humildes. Veo nerviosismo. Escucho historias de familias en el extranjero que están mandando remesas a gente que no tiene nada acá en caso de que venga una situación extrema. La mayoría de la gente vive al día, resolviendo el día. Yo trabajo 24 horas diarias; al terminar con la línea, en las noches, sigo trabajando por mi cuenta para conseguir más dinero”.
Por Alonso Moleiro | EL PAÍS
La palabra “inflación” no existe en el vocabulario chavista, pero el Observatorio Venezolano de Finanzas calcula que el IPC alcanzará el 590% interanual cuando termine el año. “Todo el mundo se pregunta qué va a pasar, cómo será enero”, resume una farmacéutica de la capital.
El desajuste cambiario, el aumento de los precios y la tensión con Estados Unidos agitan el fantasma de la hiperinflación, como ya sucedió en 2018. Para 2026, si no hay cambios, el panorama se presenta, de nuevo, oscuro: con un crecimiento apenas existente, cercano a cero.
En las calles, por encima incluso de las tensiones con Washington o la posibilidad de una invasión del país, la verdadera preocupación de la gente es conseguir dinero para atender sus necesidades. El salario mínimo en Venezuela es de apenas un dólar por mes. El crecimiento estos años, posteriores al derrumbe de su aparato económico, ha sido asimétrico, muy insuficiente, concentrado en determinadas actividades, estratos sociales y sectores productivos.
“Poca gente hace compras de largo plazo; si acaso, bimestrales. En el mercado local domina la incertidumbre como algo permanente. Todo el mundo quiere esperar. Este año no estuvo tan mal, pero del próximo nadie sabe nada. Mucha gente, muchas empresas, están esperando a enero, a febrero, para decidirse a invertir”, coincide María Alejandra (nombre falso), una gerente de publicidad en Caracas.
“Las ventas… Regulares, flojas. Todos los días se vende un poco pero no hay ningún día especial, no hay nada nuevo los viernes, como era antes, no se vende nada el fin de semana”, relata Regino Valladares. Trabaja como dependiente en una bodega en la urbanización las Delicias de Sabana Grande, y vive en los Valles del Tuy, un espacio geográfico que agrupa a varios pueblos-dormitorio muy humildes en las afueras de Caracas. El abasto donde trabaja Valladares tiene que hacer ajustes de precios casi a diario, y está obligado a vender sus productos al dólar oficial, pese a que en ocasiones tiene que comprarlos al tipo de cambio libre.
“Las ventas han mejorado un poco en diciembre. Habían caído bastante antes del regreso a las clases”, dice Belkis Hernández, que administra una farmacia en la urbanización La Campiña. El farmacéutico es uno de los pocos sectores que ha evidenciado cierto crecimiento y vigor estos años. “Todo el mundo se pregunta qué va a pasar, cómo será enero. Yo siento que es la pregunta que tiene todo el mundo en la boca”, dice.
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