Publicado: junio 3, 2025, 2:30 am
Mucho mejor que las palabras relativamente contenidas que Putin dedica a la comunidad internacional, es la prensa doméstica —una de las grandes herramientas que tiene el Kremlin para el control de la opinión pública rusa— la que nos explica qué hay en la mente del dictador. Si en lugar de fiarse de lo que le dice el exagente de la KGB —¡ya hay que ser ingenuo para confiar en la palabra de los espías!— el presidente Trump ordenara que le resumieran el periódico más leído en Rusia, el Komsomólskaya Pravda, estoy seguro de que hasta él, único cliente de pago en la farsa que se desarrolla en Estambul, acabaría dándose cuenta de que está siendo víctima de un burdo engaño.
El preludio
Justo antes del comienzo del segundo acto de la farsa, el periódico —como todos en Rusia, la voz de su amo— publicaba lo que el Kremlin esperaba lograr en las negociaciones: «Nuestro objetivo en Estambul es obligar a Kiev a aceptar voluntaria y forzosamente cumplir todos los objetivos de la operación especial». ¿Todos? ¿Dónde está entonces la negociación? ¿Cuáles serán los argumentos?, se preguntará algún lector. ¿Quién los necesita?, contestaría el censor del Kremlin. Desde la perspectiva rusa, solo se trata de presionar. No hay nada que estén dispuestos a ofrecer a cambio de la rendición de Ucrania.
Pero mejor que creerme a mí, que no estoy sujeto a censura alguna, leamos el texto del artículo: «Rusia tiene dos palancas de presión sobre Zelenski». La primera de esas palancas está en «los éxitos de nuestros combatientes en el frente». Tampoco es para tanto, diría yo, y menos después de lo ocurrido el pasado fin de semana en varios aeropuertos militares rusos. Pero la que de verdad podría sorprendernos es la segunda que, para el Komsomólskaya Pravda, ¡es Trump! «La presión de Trump podría decidir el destino de Ucrania. Si el presidente de los Estados Unidos lo quiere, las Fuerzas Armadas de Ucrania perderán Starlink y, por tanto, todo el sistema de coordinación y comunicación de tropas».
Además del Starlink —un producto comercial que Ucrania y sus aliados pagan a Elon Musk— el Komsomólskaya Pravda se regodea con las hipotéticas restricciones que Trump podría imponer al intercambio de información de inteligencia, algo que «Europa solo podrá compensar parcialmente». Como la lechera del cuento, sueña también el Kremlin con la retirada de los misiles Patriot. Sin ellos, «los Iskander y Kinzhal podrán disparar contra las plantas de ensamblaje de drones». Me encanta este párrafo, lo reconozco, porque es la primera vez que desde Rusia se reconoce que sus misiles balísticos —en el caso de los Kinzhal, pretendidamente hipersónicos— no son invulnerables.
El epílogo
Unas pocas horas después, con la reunión de Estambul ya finalizada, la noticia del Komsomólskaya Pravda nos explica quizá mejor de lo que le gustaría al Kremlin —supongo que pensarán que casi nadie lee prensa rusa en Occidente, pero sepa el lector que está disponible en internet en el macarrónico español que ofrece Google— las razones del fracaso de la reunión. «Hacer concesiones cuando nuestro ejército está avanzando es un completo absurdo». «Solo bajo la presión de Trump los ucranianos podrán empezar a aceptar nuestras condiciones, que es con lo que nuestra delegación cuenta, con el tiempo».
Con todo, si estuviera en mi mano conceder un premio al cinismo, se lo llevaría este párrafo: «En los descansos entre reuniones» —no creo que se refiera a Estambul, donde la farsa duró solo una hora— «los diplomáticos rusos intentan convencer a la Casa Blanca de que la paz solo es posible en los términos de Rusia. Al fin y al cabo, tarde o temprano, llegaremos a ellos, si no en la mesa de negociaciones, entonces en el frente. Por lo tanto, es mejor presionar a Zelenski y obligarlo a detener el derramamiento de sangre».
Con esta actitud, es probable que, si insiste el presidente norteamericano, Rusia vuelva a ofrecer conversaciones de paz para disimular su rechazo a la tregua. Pero no se engañe el lector, todo lo que ofrecerá el Kremlin será la presencia de actores secundarios en actos adicionales de una farsa que no tiene otro propósito que ganar tiempo —mucho, mucho tiempo— para seguir intentando conquistar Ucrania. Con o sin Trump, Europa debería tomar nota de lo que ocurre.