Publicado: marzo 20, 2025, 11:30 pm
Este martes, a los 91 años de edad, fallecía en su casa de Manhattan, en Nueva York, Reinaldo Herrera, el marido de la diseñadora Carolina Herrera, yéndose así una de esas socialites a escala mundial que, quizá algo a la sombra de su cónyuge, han edificado juntos todo un imperio. La noticia la daba conocer a través de sus redes sociales la experta en moda y amiga de la familia, Titina Penzini, siendo más tarde confirmada por la propia cuenta en Instagram de la reconocida marca.
Las reacciones del mundo de las pasarelas no se hacían esperar. «Yo estuve con ella en Nueva York hace tres semanas. La llamé porque le llevé mi libro. Me invitó a comer, y le pregunté mucho [sobre él]. Ella sabía que estaba muy malo, pero yo creo que pensaba que se iba a curar. Me dijo: ‘No me puedo separar de Reinaldo», aseguró en declaraciones a Europa Press Ágatha Ruiz de la Prada. Y esto es solo una muestra de la importancia del venezolano en la vida y la obra de su esposa.
Nacido en Caracas en 1933, Reinaldo José Patricio del Monte Carmelo y de las Mercedes —su nombre completo— era hijo Reinaldo Herrera Uslar y María Teresa Mimi Guevara Pietrantoni, lo que denota su origen aristocrático. Vivía, junto a sus tres hermanos en la Hacienda La Vega, una casa, de las más antiguas del continente, fundada por uno de los conquistadores españoles, el extremeño Garci González de Silva, al oeste de la capital sudamericana y que fue adquirida por la familia en 1899, siendo, con sus 65 habitaciones, todavía parte de su hacienda.
Precisamente su herencia es ahora uno de los temas más candentes. No porque vayan a existir disputas. En principio, pasará todo a quien ha sido su mujer desde 1968, a quien conoció cuando trabajaba como publicista para Emilio Pucci en su boutique de Caracas. Eso sí, luego tendrán que ponerse de acuerdo las cuatro hermanas: Carolina Adriana, nacida en 1969, y Patricia Cristina, de 1973, las dos que tuvieron Reinaldo y su esposa, que ya había dado a luz a Ana Luisa y Mercedes, frutos de su primer matrimonio con Guillermo Behrens.
Reinaldo no conoció nada más que la riqueza, pues nació siendo hijo del marqués de Torre Casa, un título nobiliario que fue concedido por Felipe V en 1722 al maestre de campo Don Andrés Urbina y Landaeta. Un marquesado que heredó pero que hubo de dejar de usar después de que el Ministerio de Justicia del Gobierno de España ordenara, el 10 de noviembre de 1992, que se revocara la carta de sucesión, fechada en 1975, de dicho título, dado que Reinaldo no había tenido hijos varones. El título pasó a manos de Alejandro Alfonzo-Larrain y Recao.
Aun así, fue un traspié judicial que no empañó su papel de millonario y celebrity que había comenzado muchos años antes. En 1966 empezó su trayectoria como entrevistador en la primera etapa del exitoso programa venezolano Buenos días, acompañando a los periodistas Sofía Imber y Carlos Rangel. Sin embargo, una vez se casó, decidió dejar Venezuela dada la etapa convulsa que estaba viviendo en su camino a la democracia —máxime siendo él miembro de la aristocracia— y se mudó con su esposa a Nueva York para perseguir el sueño de Carolina, que se convertiría en el suyo propio.
Regresaría a su país en 2013 por última vez, afirmando: «No la encontré fea, sino horrorosa, destruida. Es otro país, es otro todo, mi corazón es venezolano pero yo soy ciudadano de Estados Unidos». Esa forma de pensar se entiende porque, desde que emigraron, el matrimonio acabó ostentando una fortuna valorada en 130 millones de euros. Porque sin él, y así lo dejaba claro en las pocas entrevistas que concedió, no existiría la marca que lleva el nombre de su mujer. «Carolina no habría triunfado sin mí. Ella lo sabe y lo dice. Siempre hemos sido amigos. Nos respetamos», explicó en El País.
Ese orgullo provenía de los contactos, frutos de su posición social, con los que proveyó y abrió puertas a su esposa. Él jamás trabajó en la empresa de Carolina, si bien ella le nombró padrino de todas sus colecciones de moda, un campo en el que también sabía moverse, de ahí que, para la revista Vanity Fair —era familiar de uno de los propietarios—, llegase a ser quien elaborase, en la era predigital, la lista de las mujeres mejor vestidas (International Best Dressed List), «uno de los pocos baremos de la elegancia mundial», como explicitan en la publicación. «El gusto es innato. No aprendes a tener gusto, aprender a mirar a las cosas», afirmó.
Gracias a ello podían permitirse, incluso antes de que naciese la reconocida firma en 1981 —ella tenía 42 años y ya era abuela—, una mansión en el exclusivo Upper East Side neoyorquino desde la que, gracias a sus influencias —eran amigos de la jet set norteamericana, como Andy Warhol, Bianca Jagger y toda la troupe de la famosa discoteca Studio 54, Ronald Reagan o Jackie Kennedy—, pudo procurar para la citada revista algunas entrevistas exclusivas con nombres casi impensables como Yasser Arafat, Muamar el Gadafi o el dictador Manuel Noriega.
Reinaldo, que volverá a Caracas para ser enterrado allí este próximo viernes, deja en La Gran Manzana su espectacular brownstone —la típica estructura de ladrillo de las mansions del barrio—, tres pisos llenos de obras de arte, que van desde el retrato que Warhol hizo de su esposa hasta el que hizo, años atrás, Salvador Dalí de su padre, de quien era cercano. Pero no eran las únicas obras, ya que sus paredes están revestidas de cuadros de grandes pinceles, habida cuenta de que también fue una figura más que influyente en el mundo del arte.