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La dramática vida de Farah Diba, viuda del sha de Persia: de su exilio a la muerte de dos de sus hijos

Publicado: julio 8, 2025, 8:30 am

Lo último que se ha sabido de ella es que acudió a la boda de su nieta hace apenas unas semanas en París. Una alegría a sus 86 años, pero que sigue empañada por un pasado lleno de sufrimiento, un peso del que difícilmente alguien es capaz de librarse así como así. Porque la vida de Farah Diba, la viuda del último sha de Persia, Mohammad Reza Pahleví, ha tenido dos etapas muy marcadas. Y ambas coinciden en el mismo punto vital: 1979, el año en que pasó de ser una de las mujeres más importantes del mundo a un exilio cuyas consecuencia fueron devastadoras para su familia.

Nacida en Teherán, en Irán, en octubre de 1938, la buena posición de su padre, el capitán Sohrab Diba, casado con Farideh Ghotbi, hizo que recibiera una excelente educación en su ciudad natal en italiano y francés, lo que le sirvió para acabar cursando la carrera de arquitectura en la École Spéciale d’Architecture de París, donde sería alumna de Albert Besson, un famoso médico que le enseñaría la importancia de la higiene hospitalaria, experiencia que ella llevaría consigo siempre cuando llegó a la corte.

Algo que no tardaría en llegar, pues en una recepción en la embajada parisina de Irán le presentaron al sha —lo hizo su entonces yerno, Ardeshir Zahedí—. Mohammad Reza Pahleví tenía por entonces un problema: ni su primera esposa, la princesa Fawzia de Egipto, ni la segunda, Soraya Esfandiary, le habían dado un heredero varón. Fawzia había tenido una hija, la princesa Shahnaz, mientras que Soraya de Irán tenía serios problemas de fertilidad, razón por la que le acuñaron el apodo de «princesa de los ojos tristes».

El sha y Farah contrajeron matrimonio el 21 de diciembre de 1959 y diez meses después nacía el heredero, el príncipe Reza Ciro Pahlaví. A él le seguirían la princesa Yasmin Farahnaz Pahlaví, en 1963; el Príncipe Alí Reza, en abril de 1966; y, por último, la princesa Leila, en marzo de 1970. Durante años, el papel como emperatriz consorte lo desempeñó con bastantes apoyos, consiguiendo algunos hitos como la fundación de la Universidad Pahlaví, destinada a la educación de las mujeres iraníes, o incluso ser coronada como la primera shahbanou (emperatriz) del Irán moderno y nombrada como regente en caso de que el sha muriese, lo cual, por el hecho de ser mujer, era muy inusual.

Pero, a pesar de haber puesto en marcha junto a su marido la llamada Revolución Blanca —una serie de medidas y reformas que entre 1963 y 1978 sirvieron para intentar modernizar distintos aspectos del país—, la revolución iraní de 1979 cambió drásticamente su futuro. La familia real hubo de exiliarse y comenzaron un largo periplo que les llevó de Marruecos a Bahamas, de México a Estados Unidos, de Ecuador a Panamá y, finalmente, a Egipto, que les ofreció asilo. Allí, a finales de julio de 1980, sin embargo, fallecía el sha. Farah Diba jamás ha regresado a su país desde entonces.

Pero todos aquellos acontecimientos tuvieron una profunda repercusión en sus hijos, que mentalmente no pudieron asimilar todos esos vaivenes de la vida en tan corto espacio de tiempo. Y así, el 10 de junio de 2001, a los 31 años, murió la benjamina, la princesa Leila. «Era una mujer inteligente y comunicativa. Por desgracia, se topó en su camino con la gente equivocada. Yo lo intenté todo para ayudarla, incluso iba con ella al médico. Pero tristemente decidió abandonar este mundo y, aun a día de hoy, sigo sin comprender qué la llevó a hacerlo», admitió Farah Diba en una entrevista para Bunte sobre la combinación de cocaína, tranquilizantes y otros estupefacientes que le produjeron la muerte a su hija en una habitación de hotel en Londres.

«Muy inteligente, excelente estudiante de la historia y la cultura iraní. Siempre me sorprendía con sus conocimientos sobre Oriente Medio. Era amable y con mucho sentido del humor. Le encantaba viajar y descubrir otras culturas», resaltó. Pero en este caso se refería a su hijo, el príncipe Alí. A primeros de enero de 2011, mientras esperaba el nacimiento de su primera hija, se suicidaba después de haber sufrido durante años depresión.

Otro golpe durísimo para Farah Diba, quien de todas formas ha llegado a declarar: «Si algo he aprendido en la vida es a no compadecerme de mí misma y a mirar hacia delante». De hecho, uno de sus sueños, a pesar haberse establecido entre Estados Unidos y Francia, ha sido siempre regresar, aunque tras 45 años fuera cada vez lo ve más complicado. Y dado que no puede hacerlo ahora mismo por el régimen que gobierna en el país asiático, se ha centrado en otras facetas, como la cinematográfica. De hecho, el año pasado dio la exclusiva a Deadline de que estaba trabajando en un par de proyectos, un documental y uno de ficción, para contar su historia y la de su marido.

«Quiero mostrar qué es Irán y quiénes son los iraníes. Quiero que hablen de mi país, especialmente de su historia y cultura, que son muy importantes para mí», ha declarado, así como revisitar la figura del sha de Persia, puesto que, argumenta, «a pesar de todo lo que le sucedió, jamás tuvo una mala palabra contra su pueblo o sus compatriotas».

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