La comedia del miedo y el punto final - Venezuela
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La comedia del miedo y el punto final

Publicado: agosto 25, 2025, 10:00 am

La ciudadanía venezolana ya no cree en farsas: el verdadero consenso es el fin del oprobio.

Por Elsa Muro

“Con frecuencia, la libertad de los lobos ha significado la muerte de las ovejas.” — Isaiah Berlin

La libertad es un valor humano fundamental, pero rara vez se discute con profundidad su verdadero significado. ¿Libertad para quién? ¿Y a costa de quién? Estas preguntas cobran una urgencia vital en el contexto venezolano, donde la narrativa del poder ha convertido ese valor en una herramienta selectiva, usada para preservar privilegios y justificar abusos.

Esa es también la idea central del libro más reciente de Joseph Stiglitz, y resulta clave para entender el drama político y humano que vive Venezuela.

El escenario repetido del miedo

Por segunda vez en ocho meses, el Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo fue testigo de un acto turbio, improvisado, con convocatoria urgente. Pero sobre todo, marcado por un invitado especial: el miedo.

Fue un acto majunche, de pacotilla, una puesta en escena que mostró sin pudor la improvisación, el escepticismo y el arrepentimiento forzado de quienes asistieron por presión: militares, políticos, empresarios. Todos, menos el pueblo.

En el centro, un Nicolás Maduro temeroso, que parecía más un niño en castigo que un jefe de Estado. Lanzaba miradas a su alrededor buscando aprobación para las barbaridades que balbuceaba. Su discurso, en lugar de firmeza, fue un conjunto de excusas, justificaciones, referencias descontextualizadas y apelaciones a símbolos históricos que ya no le pertenecen.

Maduro y el espejismo de Cipriano Castro

En un intento torpe de legitimarse, Maduro invocó la figura de Cipriano Castro, el dictador andino que en 1902 enfrentó con coraje una invasión extranjera. Pretendió erigirse como su heredero, su reflejo moderno, mientras evadía la verdad evidente: no hay arrojo ni soberanía en un régimen que ha entregado la institucionalidad al crimen organizado y pisoteado la voluntad popular.

Cilia fue la sombra grotesca de Doña Zoila. Y el acto entero no fue más que un homenaje a la distorsión del poder. Un nuevo capítulo de lo que ya es una secuencia de abusos disfrazados de legalidad. El mismo salón donde se consumó el mayor fraude electoral de la historia del país, fue ahora escenario de un llamado hipócrita a la “unidad nacional”.

Los compadres del continuismo

Como en todo montaje, no faltaron los compadres. Tres aspirantes a la sucesión rondaban el acto:
• Un psiquiatra, pupilo de Edmundo Chirinos, que recitó un documento inflado de arrogancia, disfrazado de “acuerdo nacional”.
• Un militar con charreteras perdidas y desesperadamente buscadas.
• Otro con galones aún brillantes, pero manchados por la duda de sus lealtades pasadas.

También estuvo presente el compadre silencioso, el aspirante in pectore a colocarse la banda presidencial, olvidando que el único consenso real en Venezuela es el deseo de acabar con el oprobio.

Empresarios, enchufes y aplausos a regañadientes

La escena fue coronada por una representación forzada del sector empresarial: pupilos del expresidente de Conindustria, un incómodo presidente de Fedecámaras, -sorprendió la ausencia del líder de Consecomercio-algunos notables desaparecidos, otros sonrientes pero inquietos con las cámaras de la televisión oficial. Aplaudían otros conocidos felicitadores con la esperanza de licencias, permisos de importación, asignaciones de divisas. El viejo juego del enchufe económico, esta vez con nuevo decorado.

Todo ocurrió en un salón semivacío, que según Maduro, “no pudo albergar a los 54 partidos políticos del país”. La realidad es que nadie quiere formar parte de una farsa anunciada.

La soberanía de los lobos

Ya nadie cree en estas farsas.
Ya el país no traga convocatorias hipócritas a la unidad, ni llamados a “dejar las diferencias” para resistir una eventual intervención extranjera. Porque si esa intervención llega, no será por conquista, sino por una causa superior: la defensa de los derechos humanos, la dignidad, y la protección de una población secuestrada.

Mientras se usan realazos, violencia, propaganda y mentira para sostener dictaduras como las de Ortega, Morales, Correa, Petro, o cualquier otro gachupín con ambiciones eternas, todo parece válido. Pero si es la fuerza democrática la que se alza, entonces se escudan en la soberanía.

La verdad es otra: la soberanía de los regímenes de oprobio es la esclavitud de sus pueblos.
Y la libertad que dicen defender es solo para los lobos. El pueblo, indefenso, sigue siendo la oveja canibalizada.

Punto final

Como abuela, como madre, como ciudadana, aspiro con todo mi ser al punto final de esta locura.
Ese es el verdadero consenso que se necesita. No el que nace en salones cerrados, sino el que brota del sufrimiento, la resistencia y la esperanza de un país que quiere volver a ser libre, digno y soberano de verdad.

Yo Elsa Muro, soy una cincuentona larga que represento en este momento la voz de la inmensa mayoría de los verdaderos consensuados. Una simple venezolana, madre, abuela y ciudadana comprometida con el rescate democrático de mi sufrida patria, aquella distinta a la que dibuja Maduro y pretenden representar la mayoría de los asistentes al triste espectáculo del Salón Elíptico

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