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La causa de muchas dolencias es porque la vida moderna ha superado el ritmo de la evolución humana

Publicado: noviembre 22, 2025, 6:00 am

Un nuevo estudio internacional realizado por antropólogos evolucionistas ha comprobado que la vida moderna ha superado el ritmo de la evolución humana, y sugiere que el estrés crónico y muchos problemas de salud actuales son consecuencia de una falta de adaptación evolutiva entre nuestra biología y los entornos industrializados actuales.

Durante cientos de miles de años, los seres humanos se adaptaron a las exigencias de la vida de cazadores-recolectores, caracterizada por gran movilidad y estrés intermitente. La industrialización, en cambio, ha transformado el entorno humano, introduciendo contaminación acústica, microplásticos, pesticidas, luz artificial y estilos de vida sedentarios.

«En nuestros entornos ancestrales, estábamos bien adaptados para afrontar situaciones de estrés agudo«, explica Colin Shaw. Lo fundamental era que la amenaza —el “león”— desapareciera. En cambio, en la actualidad, los factores de estrés se mantienen sin resolución.

Los factores de estrés modernos como el tráfico, las exigencias laborales y las redes sociales activan los mismos sistemas biológicos, pero sin recuperación. «Nuestro cuerpo reacciona como si todos estos factores fueran leones —afirma Longman—. El sistema de respuesta al estrés actúa como si enfrentáramos uno tras otro, sin descanso».

Desajuste evolutivo y salud moderna

En su revisión, Shaw y Longman sintetizan evidencia de que la industrialización está menoscabando la aptitud evolutiva humana. El éxito de una especie depende de la supervivencia y la reproducción, ambas afectadas negativamente desde la Revolución Industrial.

Los autores destacan la disminución global de las tasas de fertilidad y el aumento de enfermedades inflamatorias crónicas como señales de que los entornos industriales están generando un impacto biológico negativo. «Existe una paradoja: hemos generado bienestar, riqueza y acceso a la atención médica, pero algunos logros industriales están perjudicando nuestras funciones inmunológicas, cognitivas y reproductivas», señala Shaw.

Un ejemplo claro es el descenso global en el recuento y la motilidad de espermatozoides, observado desde la década de 1950. Shaw lo vincula a pesticidas y microplásticos presentes en alimentos y entornos cotidianos. Debido al ritmo acelerado del cambio ambiental, la adaptación biológica no puede seguir el paso. Las adaptaciones genéticas requieren múltiples generaciones, de decenas a cientos de miles de años.

Los investigadores sostienen que las sociedades deben mitigar estos efectos replanteando su relación con la naturaleza y diseñando entornos más saludables y sostenibles. Shaw propone recuperar espacios que se parezcan a los de nuestro pasado cazador-recolector, considerándolos clave para la salud humana. Otro enfoque es diseñar ciudades más saludables que tengan en cuenta la fisiología humana. «Necesitamos que nuestras ciudades funcionen correctamente y, al mismo tiempo, regenerar y valorar los espacios naturales, pasando más tiempo en ellos», concluye Shaw.

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