¡Bienvenidos a la pelea científica más dramática del siglo XVII! Imaginemos «Juego de Tronos» pero con telescopios, pelucas empolvadas y ecuaciones matemáticas. En una esquina tenemos a sir Isaac Newton (1643-1727) y en la otra a Robert Hooke (1635-1703). Newton era un científico brillante, pero con la capacidad social de una piedra. Pasaba sus días encerrado en su habitación de Cambridge experimentando con la luz, inventando cálculos matemáticos y, ocasionalmente, metiéndose agujas en el ojo. Todo por la «ciencia». Por su parte, Hooke era el «hombre orquesta» de la sapiencia británica: curador de experimentos en la Royal Society, arquitecto, inventor y microscopista. Si existía algo por descubrir Hooke quería ser el primero en hacerlo. Era tan versátil que, probablemente, habría inventado el teléfono inteligente en el siglo XVII si hubiera tenido los componentes adecuados. Todo comenzó en 1674 cuando Hooke publicó sus ideas sobre la gravitación en «An Attempt to Prove the Motion of the Earth». Allí propuso que los planetas se movían por una atracción que disminuía con la distancia al cuadrado. Newton, mientras tanto, estaba en su rincón favorito de Cambridge, probablemente mordisqueando una manzana y pensando: «Interesante, pero ¿tienes las matemáticas que puedan probarlo, amigo?». En 1679, Hooke -siendo el nuevo Secretario de la Royal Society- decidió escribir a Newton. La misiva decía algo así: «Querido Isaac, ¿qué te parece mi teoría sobre el movimiento planetario? Por cierto, ¿podrías ayudarme a probarla matemáticamente?». Newton, como era de esperar, lo despachó con cajas destempladas. Tan solo ocho años después Newton publicó su obra maestra: «Principios Matemáticos de la Filosofía Natural» o, simplemente, «Principia». En ella no solo había desarrollado completamente la teoría de la gravitación universal, sino que, además, tuvo el cuidado de no mencionar ni una sola vez a Hooke. Fue entonces cuando Robert Hooke comenzó a vociferar a los cuatro vientos que Newton le había plagiado sus ideas. Newton, por su parte, respondió con el equivalente científico de «¿Tienes pruebas? No, ¿verdad? Pues eso». La famosa frase de Newton «Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes» era en realidad un sutil golpe bajo a Hooke, quien era notoriamente bajo y, además, jorobado. Cuando Hooke murió en 1703 Newton, que para entonces era presidente de la Royal Society, no solo no asistió al funeral, sino que se embarcó en una campaña difamatoria para eliminar cualquier rastro visual de Hooke de la historia. Además, destruyó o «perdió» misteriosamente el único retrato conocido que había de Hooke. La ironía de toda esta disputa es que ambos tenían razón… al menos hasta cierto punto. Hooke había intuido correctamente la ley del inverso del cuadrado, pero Newton fue quien realmente desarrolló las matemáticas completas y demostró cómo funcionaba en todo el universo. Es como cuando dos chefs discuten por una receta: uno tiene la idea general de los ingredientes, pero el otro escribe el libro de cocina completo con medidas exactas, temperaturas y tiempos de cocción. Burlonamente, la historia ha sido más justa que Newton. Aunque Hooke no obtuvo el crédito que merecía en su momento, hoy es reconocido como uno de los científicos experimentales más importantes de la historia. Su ley -la Ley de Hooke sobre la elasticidad- es de obligado análisis y estudio por todos los estudiantes de física. Además, sus trabajos con microscopios revolucionaron nuestra comprensión del maravilloso mundo que se escondía ante nuestros ojos.