En España celebramos la entrada del Año Nuevo comiendo las tradicionales 12 uvas de la suerte. Un ritual que comenzó a popularizarse a principios del siglo XX, aunque ABC ha encontrado referencias más antiguas en la hemeroteca . La costumbre de comerlas al ritmo que marcan las campanadas tiene un peligro y es el riesgo de atragantamiento o asfixia. Por eso, la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) advierte que los niños menores de cinco años no deberían comerlas para dar la bienvenida al año 2025, y tampoco deben sustituirse por frutos secos, palomitas de maíz, caramelos o grageas de chocolate. Las uvas, por su tamaño, piel resbaladiza y jugo del interior, pueden ser tragadas sin masticar y provocar un taponamiento de las vías aéreas, impidiendo al niño respirar, recuerda la SEORL-CCC. Los otorrinolaringólogos aconsejan que los menores de cinco años no las ingieran. En el caso de los niños más mayores, la recomendación es ofrecerlas sin piel, ni pepitas y partidas en trozos (evitando cortarlas en rodajas). Los frutos secos , caramelos duros, palomitas de maíz o grageas de chocolate tampoco son una buena alternativa para los más pequeños, ya que los fragmentos duros que se desprenden al morderlos pueden obstruir las vías respiratorias . De hecho, en el caso de los frutos secos deben ofrecerse molidos a menores de cinco años. Las personas mayores de 65 años y los pacientes con disfagia también deben tener cuidado con las uvas. La incidencia de asfixia es siete veces mayor en personas de la tercera edad que en niños de 1 a 4 años, según una revisión publicada en la revista ‘Geriatrics’. La disfagia es un trastorno de la deglución que afecta a más de 2,5 millones de españoles, de los que el 90% están sin diagnosticar. Aunque afecta a personas de cualquier edad, es más frecuente a partir de los 65 años, cuando casi un tercio de la población mayor la sufre.