Solo existen actualmente 26 Estados reconocidos en el mundo que tengan a una mujer como líder. El techo de cristal se mantiene inquebrantable todavía en los puestos de liderazgo nacional, incluso en los países más avanzados. Estados Unidos estuvo cerca de romperlo en 2016 y podría hacerlo definitivamente el próximo 5 de noviembre, con la vicepresidenta y candidata presidencial demócrata, Kamala Harris. Un perfil que ya derribó estigmas hace casi cuatro años, tanto por ser mujer como por su ascendencia indo-afroamericana, al ser designada número dos de Joe Biden.
Y aunque en ningún momento ella ha querido marcar el valor de su figura por estas dos particularidades, su candidatura a la Casa Blanca representa mucho más que la posibilidad de que la principal potencia mundial albergue a su primera mujer presidenta: Harris simboliza también la alternativa al retroceso de las políticas de igualdad que amenaza con impulsar su contrincante, el magnate y republicano Donald Trump, si llega al poder.
Esa ha sido una de las líneas vertebradoras de toda su campaña. Frente al Make America Great Again («Que Estados Unidos vuelva a ser grande») de Trump, Harris propone una mirada al futuro con su We’re not going back («No vamos a volver atrás»). «A diferencia de lo que pasó con Hillary Clinton hace ocho años, creo que el electorado americano y la propia campaña de Harris están en un momento distinto», cuenta a 20minutos Luisa García, experta en liderazgo femenino, igualdad y gestión de negocio de la consultora Llorente y Cuenca (LLYC).
Para García, que la candidata demócrata sea mujer, en este caso no ha supuesto ni un flanco de ataque ni tampoco una razón per se por la que ser elegida. «Otra cosa es que su posicionamiento con los derechos de la mujer y, especialmente, con los derechos reproductivos, hayan jugado un papel muy importante en la campaña», incide. En ese sentido, la experta de LLYC explica que, mientras la candidatura de Clinton en 2016 fue mucho más acerca de su perfil y de su personalidad, en el caso de Kamala Harris se está enfocando en mayor medida en la sociedad americana en su conjunto y a ella como servidora pública durante su trayectoria profesional.
Una camino para las próximas generaciones
Porque, a sus 60 años, Harris está más que acostumbrada a las primeras veces. Fue la primera fiscal de distrito racializada y la primera mujer en ejercer como fiscal general en el estado de California. También hizo historia al ser la primera indio-estadounidense en llegar al Senado y, hace cuatro años, siendo la primer mujer vicepresidenta de Estados Unidos. «Aunque pueda ser la primera mujer en ocupar este cargo, no seré la última. Porque todas las niñas pequeñas que hoy están viendo esto pueden ver que este es un país de posibilidades», aseguró durante su primer discurso a la nación como vicepresidenta electa.
Ese es otro punto diferenciador de la candidata demócrata. Representa la posibilidad del cambio y del progreso hacia un país que elija a su primera líder mujer, abriendo el camino a las que vengan después. «Esa normalización es particularmente importante para las mujeres de todas las generaciones, pero muy especialmente para las más jóvenes, por lo que representa el ver a mujeres en puestos de poder, y más cuando son afroamericanas», asegura García.
«La clave de estas elecciones está en la movilización, en que no se quede ningún votante en casa»
Aunque, según insiste la portavoz de LLYC, el género no será uno de los asuntos que divida al electorado en los comicios de noviembre. «Sí que va a jugar un papel muy determinante en determinadas capas de votantes, sobre todo en la capacidad de activarlos. Al final, la clave de estas elecciones está en la movilización, en que no se quede ningún votante en casa», subraya García, que insiste en que uno de los factores determinantes puede ser el voto afroamericano, ya que sostiene que el hombre demócrata ya no penaliza el hecho de que sea una mujer como quizás sí que podía hacerlo cuando Clinton fue candidata.
Es, como subraya García, una paradoja interesante: el hecho de que Kamala Harris pueda convertirse en la primera mujer presidenta de Estados Unidos es algo de gran relevancia, pero, por otro lado, en el caso de que eso ocurra, sucederá en un momento en el que apenas se ha puesto de manifiesto ese factor.
Un cambio para el panorama internacional
Una victoria de Harris también implicaría un paso adelante muy importante en el orden mundial. Paloma Román, profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y miembro del grupo de Investigación Género y Política (GEYPO), señala que la candidata demócrata implica un «activo muy importante». «Qué duda cabe que tener al frente de una potencia como Estados Unidos a una mujer cambiaría mucho el panorama internacional, porque los otros países que le pueden disputar ese liderazgo a EEUU siempre están gobernados por hombres«, argumenta.
Cuenta la analista política a este periódico que, además, el hecho de que haya una mujer en el máximo lugar de toma de decisión «del país más importante», abrirá, a su vez, otras «puertas menores». «Puertas que hacen falta también para sostener que no sea ella la única mujer que llegue ahí», precisa. En definitiva, añade, la visibilidad que tiene la presidencia estadounidense, su «capacidad de maniobra», la «fuerza simbólica» que representa, su papel internacional… todo eso sería «una base importantísima para una escalera de apertura de otras oportunidades para las mujeres que aún las tienen vetadas».
«A pesar del sexismo que hay en el país, y precisamente por eso, una victoria de Harris sería una baza muy importante»
A nivel nacional implicaría igualmente un cambio significativo. «Sería la primera vez que una mujer llega a la Casa Blanca como presidenta y, por tanto, supondría un giro relevante dentro de una sociedad que ahora mismo está muy polarizada, y donde, de verdad, hasta ahora no ha habido esa posibilidad de que ninguna mujer llegue tan arriba. A pesar del sexismo que hay en el país y, precisamente, casi por eso, sería una baza muy importante. Entrañaría el principio de algunos otros cambios que serían buenos para la sociedad norteamericana», sostiene Román.
Frenar la oleada antiabortista
Ahora bien, que una mujer acceda a un puesto de poder no siempre tiene que significar que abogue necesariamente por la igualdad. Harris tampoco ha sido muy contundente en la mayoría de cuestiones que están en el debate público, aunque sí que ha sido tajante con la cuestión del aborto, un derecho en retroceso en Estados Unidos tras la anulación de la histórica sentencia de 1973 conocida como ‘Roe vs. Wade‘, que hasta 2022 garantizaba el derecho constitucional a la interrupción voluntaria del embarazo.
Todo el tema de los derechos reproductivos ha sido una bandera clara en su campaña y es un asunto muy relevante en la política americana actual. «Todavía nos encontramos en nuestros análisis con que es el liderazgo femenino el que más habla de igualdad y el que más se compromete con ella, en comparación con los hombres. Esta es una buena razón para que haya mujeres en posiciones de poder, aunque lo ideal es que hubiera más hombres hablando de igualdad y más mujeres hablando de economía», subraya García, de LLYC, que incide en que Harris ha prometido «frenar la oleada antiabortista» de Estados Unidos y blindar ese derecho desde una legislación federal, esto es, que vincule a todos los estados.
La pregunta, en definitiva, es si Estados Unidos está preparado para tener una mujer al frente de la Casa Blanca. «Depende, porque hay muchos Estados Unidos», dice Román. Sin duda, que la demócrata consiga alzarse como primera presidenta del país enfurecerá a los votantes de Trump, nada dispuestos a que una mujer pase a decidir el futuro del país. Aunque, como dice García: «Cuando decimos si los países están preparados para una mujer presidenta, en el fondo lo que estamos diciendo es si están dispuestos a elegir a una mujer presidenta».