John Goodman fue uno de los actores más conocidos y queridos de los años ’90. Su participación en cine (no todo bueno) de género familiar. Estrella en shows televisivos como Roseanne o Saturday Night Live y en títulos de cine desde Los picapiedra o El gran Lebowski hasta
Sin olvidar, aunque menos conocidos aquí, sus papeles como actor de doblaje: Goodman fue la voz de Sullivan en Monstruos S.A., de Balloo en El libro de la selva o de Pacha en El emperador y sus locuras.
Papeles que, en definitiva, siempre le dieron una imagen de tipo afable y amistoso, que podría ser el tío de visita en cualquier encuentro familiar, asociada normalmente, no solo a su característica sonrisa, sino también a su apariencia de «entrañable grandullón».
Sin embargo, Goodman quiso darle un giro a esto terminando la primera década de los 2000.
En 2007, contrató los servicio de Mackie Shilstone, una coach de salud, famosa por ayudar a otras celebridades como Serena Williams o Peyton Manning. Los primeros pasos, contó en una entrevista a la revista People, fueron dejar el azúcar y el alcohol y comprometerse a hacer ejercicio seis días a la semana.
Para cuando llegó 2010, el actor había perdido ya 45 kilos, y tal como dijo después Shilstone al New York Post: «el proceso solo había empezado, un cambio como el de Goodman no sucede de la noche a la mañana».
Después de diecisiete años, tras transformar su vida y sus hábitos de salud, el actor también ha visto completamente transformado su cuerpo, habiendo perdido ya 200 libras (unos 90 kilos), la mitad del que había llegado a ser su peso máximo.
Goodman contaba en una entrevista con el New York Post en 2023 que este cambio ha sido posible, sobre todo, gracias a tres puntos fuertes: el boxeo, la dieta mediterránea y pasear a sus perros.