Publicado: abril 18, 2025, 11:00 am
El Internet simétrico en los planes de datos de los operadores de telecomunicaciones no es una innovación en una era donde ya se consume mucho video y se genera mucho contenido para publicar en redes sociales, tener reuniones en Zoom y usar modelos de Inteligencia Artificial para todo.
La decisión de un operador fijo de ajustar su “política de uso justo”, cobrando 110 pesos por cada 100 GB adicionales consumidos, desató críticas y obligó a la Profeco a recordar que “bajo ninguna circunstancia, los proveedores pueden modificar las condiciones que originalmente se hayan acordado en los contratos de adhesión”.
Paralelamente, Megacable, por medio de su Director General Adjunto, cuestionó que la estrategia de congelar precios y promocionar suscripciones de streaming –en alusión a Telmex, cuando en realidad todos los operadores le han abierto la puerta a las plataformas– empuja a los demás operadores a ofrecer velocidades de Internet diferenciadas para mantenerse competitivas, aun cuando resulte impopular para los usuarios.
Lejos de ser una respuesta genuina a la dinámica de mercado, el verdadero problema no es la competencia ni las estrategias comerciales, sino la regulación asimétrica y la preponderancia, que han distorsionado el mercado en lugar de corregirlo.
Prácticas como el Internet simétrico son la consecuencia directa de una regulación asimétrica diseñada en contra de Telmex, dejándola sin incentivos para crecer, sin libertad tarifaria y sin posibilidad real de ganar nuevos clientes porque está atrapada en la trampa de la preponderancia. Los competidores sí pueden elevar precios y ofrecer paquetes con velocidades distintas al promedio. Ahora recurren al Internet simétrico como estrategia para cobrar extra por consumos intensivos.
La asimetría regulatoria ha orillado a Telmex a retener su base de clientes, sin poder ganar mayor participación de mercado, mientras la verdadera libertad de fijación de precios y diseño de paquetes recae en los competidores.
Cuando en 2013 se declaró a América Móvil como agente económico preponderante en telecomunicaciones, el objetivo era equilibrar el mercado. La idea era que, al imponer obligaciones más estrictas (como interconexión regulada, restricciones tarifarias, compartición de infraestructura y hasta separación funcional), los competidores tendrían espacio para crecer.
Lo que ocurrió fue que la preponderancia congeló a Telmex en un esquema defensivo, sin libertad tarifaria y sin incentivos para expandir su red, mientras que los competidores sí han aumentado los costos de sus paquetes de TV de paga y ahora buscan aplicar Internet simétrico —un modelo donde se cobra adicionalmente por el consumo «excedente»— como una forma de compensar sus márgenes.
En la última década tras la reforma constitucional de 2013, la participación de Telmex en banda ancha fija ha disminuido de 73% a 40 % a finales de 2024, mientras que los competidores han ganado 11 millones de accesos de un total de 27.8 millones de líneas. Pese a estas pérdidas y transferencia de clientes y recursos a los competidores, la regulación asimétrica sigue vigente.
Los competidores han descubierto en el Internet simétrico una excusa para justificar cargos extras por consumo excesivo, bajo la premisa de que “quienes suben muchos datos” afectan la red. Los operadores alegan que las políticas de uso justo son necesarias para evitar la saturación de la red.
En un mercado realmente competitivo, la capacidad de la red debería escalar conforme aumenta la demanda, no limitarse a cargos adicionales. Usan el Internet simétrico como una estrategia para segmentar el mercado: en teoría ofrecen planes «ilimitados», pero con topes ocultos que luego se traducen en cobros extra.
La verdadera intención es posicionar sus planes como “premium”, incluida la simetría en la velocidad, pero con límites estrictos y sobrecargos para maximizar ingresos para usuarios intensivos. La simetría deja de ser un beneficio real de calidad y se convierte en un instrumento de monetización encubierta.
Esa práctica contradice el espíritu de la reforma de telecomunicaciones que buscaba más competencia, mejores precios y mayor calidad. En lugar de invertir en infraestructura para ofrecer mejores servicios, los competidores de Telmex optan por monetizar las limitaciones de sus redes. Lo hacen porque la preponderancia les permite aumentar precios sin enfrentar una verdadera presión competitiva.
La adopción de cobros por Internet simétrico choca frontalmente con estos objetivos, al encarecer el servicio bajo la apariencia de mayor calidad, cuando en realidad se trata de un mecanismo para compensar la imposibilidad de competir en tarifas y paquetes básicos. La solución pasa por eliminar la preponderancia, permitiendo que Telmex recupere libertad tarifaria y capacidad de expansión de la red a nuevos mercados desatendidos por los competidores.
Revisar la regulación asimétrica y hacerla verdaderamente flexible, adaptándola a un mercado con múltiples competidores que ya ha alcanzado 27.8 millones de accesos. De ese total de Internet fijo, 51% corresponden a fibra óptica, por lo que hay oportunidad para crecer. En cuanto a la velocidad, al término de 2024 un total de 18 millones de accesos (49%) eran entre 10 y 100 Mbps, cuando en 2013 apenas había 875 mil usuarios con esa calidad. Es decir, todos los operadores habían incrementando la velocidad de su servicio sin incurrir en estrategias como el Internet simétrico.
Hay que fomentar la convergencia plena de servicios fijos, móviles, datos, voz y video, así como de futuros servicios satelitales Direct to Device, de modo que los consumidores puedan elegir entre ofertas verdaderamente diferenciadas y no cobros extras por exceder el uso justo. En España, los operadores ofrecen paquetes multiplay con descuentos sustanciales. En México, debido a las restricciones regulatorias, Telmex no puede competir en TV de paga, y los operadores de TV restringida no tienen incentivos para mejorar su Internet.
El cobro de Internet simétrico es otra consecuencia perversa de la preponderancia. Lejos de estimular la inversión y la innovación, este entorno genera prácticas comerciales que encarecen el servicio, limitan la inclusión digital universal y postergan la verdadera convergencia tecnológica en México.
Sólo restaurando la libertad irrestricta de los usuarios de elegir a su proveedor de servicios de telecomunicaciones y digitales sin coacciones, se podrá impulsar la expansión de redes y alcanzar la digitalización universal que México necesita.