Publicado: mayo 26, 2025, 11:00 pm
Aprender a invertir es fundamental para poder construir un patrimonio. Invertir nos ayuda, primero, a proteger el poder adquisitivo de nuestro dinero. De lo contrario la inflación se lo va “comiendo” poco a poco: cada día alcanza para menos.
Pero también, la inversión inteligente es lo que hace que nuestro dinero trabaje para nosotros y genere más dinero (y éste, a su vez, más dinero). El interés compuesto (o mejor dicho, rendimiento compuesto) es la fuerza que logra, a lo largo de los años, un crecimiento exponencial de nuestro patrimonio.
Para que esto funcione, para que el rendimiento compuesto realmente haga su trabajo, se necesita mucho tiempo. El dinero no se duplica en tres días, ni tampoco en tres años. Sucede en décadas. Por eso la inversión debe ser un hábito que se forma desde que empezamos nuestra vida laboral. Mientras más tiempo tengamos, más fácil será conseguir nuestros objetivos (siempre que invirtamos con prudencia e inteligencia).
Lamentablemente, mucha gente no se enfoca en aprender a invertir. Quieren saber “dónde invertir”, “cuál es el mejor lugar” o bien “cuál es la mejor inversión”. Hay otros que preguntan “cómo multiplicar mi dinero sin riesgos” (lo cual, por cierto, es imposible).
Otro problema es que la gente, cada vez más, se concentra en el corto plazo. Se ven atraídos por la alta tasa de interés promocional que ofrece el último “neobanco” que se anuncia en redes sociales, para captar nuevos clientes.
Otros invierten exclusivamente en Cetes a 28 días, porque hoy pagan más que la inflación y porque se perciben como algo que no tiene riesgo (aunque es pequeño, siempre lo hay).
Debo aclarar que estos instrumentos no tienen nada de malo cuando se trata de metas de muy corto plazo. Al contrario: son exactamente para ellas.
Pero no son idóneos para plazos mayores. La realidad es que a la larga, aunque las tasas de hoy parezcan atractivas, los instrumentos de corto plazo no logran un crecimiento sostenido del patrimonio en un horizonte más amplio. Históricamente, el rendimiento real (después de la inflación) de las tasas de corto plazo, en México, ha sido cercano a cero. En muchos países desarrollados es incluso negativo.
Los instrumentos de mayor plazo suelen tener volatilidad, porque se cotizan todos los días en los mercados financieros. Esto incluye a aquellos que la gente considera “seguros” como el oro (cuyo precio es más volátil que muchas acciones e índices bursátiles). También incluye a los bonos de largo plazo, emitidos y garantizados por gobiernos o empresas muy sólidas, que pagan una tasa fija. Esta volatilidad es la que se conoce, en inversiones, como riesgo.
El secreto para invertir con éxito es bastante simple: se trata de construir un portafolio que, con un riesgo controlado (de acuerdo con nuestra tolerancia), nos permita maximizar el rendimiento potencial.
No se trata de determinar si es bueno invertir en dólares en este momento, o si el paladio es el futuro, si conviene comprar acciones de China, bonos de países emergentes, o si vale la pena comprar oro o criptomonedas. Todos estos activos –o ninguno– pueden tener cabida en nuestro portafolio. La idea es combinarlos de manera inteligente.
Ahora bien, ¿Cómo se hace eso? ¿Cómo construyo un portafolio diversificado que sea adecuado para mis objetivos y mi horizonte de inversión, que además pueda maximizar el rendimiento potencial sin exceder mi tolerancia al riesgo?
Lo primero es tener clarísimos nuestros objetivos y horizonte de inversión. Parece mentira, pero mucha gente no tiene ni idea de para qué está invirtiendo o qué espera lograr con su inversión.
Porque –lo he escrito varias veces– no es lo mismo invertir dinero del cual podríamos tener que disponer en caso de imprevisto, a invertir para comprar una casa en cinco años, o para nuestro retiro dentro de 30 años.
En cada uno de estos ejemplos, el portafolio de inversión que tendremos que construir es muy distinto. Cuando es dinero que podríamos tener que usar (por ejemplo el fondo para emergencias), necesitamos un instrumento de alta liquidez y muy baja volatilidad. El rendimiento no es una prioridad (aunque en la medida de lo posible, hay que intentar proteger su poder adquisitivo).
La compra de una casa en cinco años es un objetivo de mediano plazo. Ese no es tiempo suficiente para lograr un crecimiento importante de nuestro dinero (recuerda, el poder del interés compuesto se manifiesta a lo largo de muchos años). Sin embargo, ese horizonte mayor también nos permite mayor flexibilidad y la posibilidad de incorporar instrumentos de mayor plazo. Podemos tolerar cierta volatilidad, aunque no demasiada.
Para el retiro, la historia es muy distinta. No necesitamos liquidez. La estabilidad no es una prioridad. Lo importante es lograr un crecimiento significativo en términos reales.
En la segunda parte hablaremos un poquito más sobre metas de corto plazo.