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¡Gracias, siempre gracias!

Publicado: abril 27, 2025, 5:30 am

El papa Francisco supo interpretar el momento en el que le tocó desempeñar su pontificado. Sabía qué quería comunicar y cómo hacerlo.

Quiero que vaya por delante mi sincero pesar por su fallecimiento. Estoy convencida del ánimo que despertaba en él abrir un nuevo tiempo en la Iglesia Católica tras la renuncia de Benedicto XVI ante la impotencia por los numerosos casos de pederastia y escándalos financieros. Es indudable también el esfuerzo que hizo para humanizar y acercar a la institución, resuenan en mí las palabras que recogió con maestría Javier Cercas: «Hay que ir a la periferia si se quiere ver el mundo tal cual es».

Manejó la comunicación con destreza, convirtiendo sus titulares en el mensaje y sus objetivos en éxito. Eso le granjeó la admiración y la simpatía de quienes se sienten en las antípodas del dogma católico. No es casual por tanto la disputa mediática y política en la que nos encontramos queriendo situar su legado a la izquierda o a la derecha de la sociedad actual. Una izquierda que reza (en sentido figurado se entiende) para que su sucesor mantenga el legado y el camino que él emprendió, y una derecha que reivindica un cambio radical dentro de la Iglesia que vuelva a tiempos superados afortunadamente.

En medio de este lío, creo firmemente que ha sido un buen pontífice, que dentro de la solemnidad y el boato de la institución ha conseguido transmitir imagen de cercanía y compromiso con determinados temas sociales. Es icónica la imagen de sor Genoveva a los pies de su féretro portando su mochila sobre ese cuerpo corvo y envejecido en su entrega a los actuales desprotegidos de nuestra sociedad, de nuevo esa «periferia social» olvidada.

Soy creyente y quizás eso me obliga a procurar ser crítica en mis análisis y me lleva a anhelar mayor determinación en temas donde considero que nuestra contundencia debe ser mayor. Nadie puede negar y dejar de agradecerle profundamente el hecho de pedir perdón por los casos de abusos sexuales a menores dentro de la Iglesia, pero debimos aún ser más beligerantes. Hay que reconocer al papa Francisco su voluntad y compromiso en la incorporación y nombramiento de mujeres en cargos de responsabilidad en el Vaticano, aunque considero que los avances ahí fueron demasiado tímidos y un ejemplo es quedar aparcado el diaconato femenino a pesar de la labor de la comisión de trabajo.

Defendía con vehemencia la lucha contra la violencia de género, la dignidad de los inmigrantes, la paz entre los pueblos y la realidad del cambio climático en nuestras vidas. Por eso creo que haberle pedido una verdadera revolución, abrir ventanas a un nuevo mundo que nos contempla era excesivo. Al fin y al cabo era el Papa, el sumo pontífice que debía cambiar el rumbo a la única institución con más de dos milenios a sus espaldas. Sigo manteniendo la esperanza. Quizás sus pasos, su legado y sus nombramientos se encaminan a esa nueva etapa. Y me lleva a darle las gracias, siempre gracias.

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