Publicado: abril 27, 2025, 11:00 pm
No sólo las conmemoraciones han cambiado, sino también las maneras de nombrar al festejo en el que pasado mañana se verá envuelto usted, lector querido: primero, fue el arcaico y digno Día Universal del Niño, luego el muy simple Dia del Niño, después, el gramaticalmente incorrecto, pero inclusivamente adecuado, Día del Niño y de la Niña, hasta el actual- casi poético- de los tiempos que corren: Día de las Infancias.
La historia de tal efeméride, como si de un cuento infantil se tratara, tiene varias versiones nacionales e internacionales. Algunas afirman que fue en 1800 cuando, a instancias de la inglesa señorita Eglantine Jeff, fundadora de la Unión Internacional para el Bienestar del Niño y la Caja Británica de Ayuda al Niño, se habló por primera vez de los derechos de los infantes y de un festejo para ellos. Otros juran que es mentira y que no fue sino hasta que se redactó la Declaración de los Derechos del Niño, cuando se acordó dedicar un día específico para el reconocimiento y festejo de la niñez. Para variar, la responsabilidad de sugerir la fecha precisa de la infantil jornada recayó en la Asamblea General de las Naciones Unidas pero el camino fue dilatado y largo.
En 1954 la ONU recomendó que se instituyera en todos los países un Día Universal del Niño y sugirió como fecha el 20 de noviembre, coincidiendo con la aprobación de la Declaración de Ginebra. En 1959 insistió con noviembre y no dejó de hacerlo hasta 1989. Sin embargo, la suerte estaba echada, la efeméride en nuestro país comprometida, y los festejos para los niños, llevaban mucho tiempo llevándose a cabo en el mundo, sobre todo en Latinoamérica. La fecha fue estipulada en cada país. Bolivia, por ejemplo, decidió celebrar a los niños cada 12 de abril; Colombia, el último sábado del mismo mes; Paraguay, hasta 31 de mayo; Venezuela, el tercer domingo de junio; Uruguay el 9 de agosto y Argentina, el segundo domingo, también de agosto. (Todo lo anterior, lector querido, sólo para que quede claro que niños hay en todo el mundo, en todas partes se cuecen habas y el respeto al derecho ajeno no tiene fecha en el calendario).
En el caso de no hubo mucho que argumentar: el 20 de noviembre se seguiría conmemorando el aniversario de la Revolución y fue el general y presidente Álvaro Obregón, atendiendo al consejo de José Vasconcelos, titular de su Ministerio de Educación, el que designaría, en 1924, el 30 de abril como Día del Niño, un festejo que habría de celebrarse cada año en todo el territorio mexicano.
El día, ya lo sabe usted, se celebra en general con cantos, juegos y regalos. Muchas veces con permiso para faltar a la escuela y otras con festivales dedicados exclusivamente para ellos. (No falta el dato frívolo y curioso. el Día del Niño en México es también la fecha de nacimiento de Bugs Bunny, personaje animado, cínico y mal portado, que apareció por primera vez en el corto Porky’s Hare Hunt, el 30 de abril de 1938, pero no tiene que ver con algo mexicano. Poco importa entonces que algunos historiadores dijeran que la caricatura de Bugs había derivado directamente de Groucho Marx, porque las infancias actuales no saben de ninguno de los dos y en cuanto a conejos si acaso- sólo reconocen a Bad Bunny)
Si bien es cierto que la infancia es la verdadera patria del hombre como dijo el poeta Rainer María Rilke, también la conseja popular que advierte que el que desde niño es guaje, hasta acocote no para. Por lo tanto, hay que poner atención. Reconozcamos que la mejor manera de festejar a la infancia, en un principio y todos los días, es aplicar y respetar sus inalienables derechos:
Derecho a la vida, a la supervivencia y al desarrollo, Derecho de prioridad; Derecho a la identidad; Derecho a vivir en familia; Derecho a la igualdad sustantiva; Derecho a no ser discriminado; Derecho a vivir en condiciones de bienestar y a un sano desarrollo integral; Derecho a una vida libre de violencia y a la integridad personal; Derecho a la protección de la salud y a la seguridad social; Derecho a la inclusión de niñas, niños y adolescentes con discapacidad; Derecho a la educación; Derecho al descanso y al esparcimiento; Derecho a la libertad de convicciones éticas, pensamiento, conciencia, religión y cultura; Derecho a la libertad de expresión y de acceso a la información; Derecho de participación; Derecho de asociación y Reunión; Derecho a la intimidad; Derecho a la seguridad jurídica y al debido proceso; Derecho de acceso a las tecnologías de la información y comunicación, así como a los servicios de radiodifusión y telecomunicaciones, incluido el de banda ancha e Internet.
Todo lo anterior y lo más gentil y amoroso que se le ocurra para ellos, lector querido, empatizando tal vez con las palabras de María Montessori cuando escribió que si la ayuda y la salvación habían de llegar sólo podría ser a través de los niños, porque los niños son los creadores de la humanidad.