Publicado: mayo 22, 2025, 11:30 pm
Felipe y Letizia tienen hoy, en su casa, un motivo de celebración personal. Este 22 de mayo, los reyes de España cumplen 21 años como marido y mujer.
Su boda, en un lluvioso sábado, fue el broche a una sorpresa que se conoció seis meses antes, cuando nadie imaginaba que el heredero entonces pudiera casarse con una divorciada, periodista, nieta de taxista e hija de trabajadores liberales.
Pero eso es lo que pasó. Y así continúan los protagonistas, convertidos en reyes hace casi once años, padres de dos hijas, Leonor y Sofía, a las que están tremendamente unidos, y responsables de que la monarquía viva, de nuevo, sus mejores días como institución.
Felipe y Letizia tuvieron un periodo de aprendizaje como príncipes de Asturias que les enseñó también muchas cuestiones sobre la pareja pública que nunca dejarán de ser y sobre la privacidad que han impuesto sin demasiado ruido en aspectos que consideran estrictamente personales.
Protegieron mucho la infancia de sus hijas, por no hablar de la familia de ella, que jamás ha compartido plano con la real si no mediaba un acontecimiento como un bautizo o una Primera Comunión. Poco o nada se sabe de los padres de Letizia ni de su hermana Telma, que viven lejos del foco de forma voluntaria y discreta.
Como matrimonio también han tenido que superar periodos de bajo ánimo, hechos luctuosos, polémicas políticas, invasiones de la intimidad y especulaciones, con frecuencia, infundadas. Pero, a todo ello han sobrevivido.
El rey ha ganado soltura en sus discursos, dicen que gracias a la ayuda de su mujer, que sigue mostrando evidencias de lo mucho que le apasionaba su oficio de informadora. Y cuando se casó, Felipe dijo que sus viajes, a partir de entonces, serían más felices porque había encontrado una compañera contra la soledad.
Así, en 21 años, los reyes han pisado todos los continentes, casi siempre juntos: tomas de posesión, viajes de estado, funerales, visitas de cortesía, presidencias honoríficas, entrega de premios… Letizia ganó una agenda propia y significativa cuando su marido llegó al trono, en junio de 2014.
Una hoja de ruta que incluye mucho trabajo social, -como el apoyo a ONG, enfermedades raras, el cáncer, la cooperación internacional…- y también cultural, como el respaldo a los libros (uno de sus temas favoritos) y, desde luego, su implicación con los entresijos del periodismo que tan bien conoció.
Su penúltima aparición conjunta ha sido la entrega de premios de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM). Ella siente que llega a un lugar conocido y acogedor. En esta edición, que tuvo lugar el pasado martes 20, la reina se encontró, además, con un amigo, Fernando Ónega, padre de su íntima Sonsoles.
Ónega, premiado por su trayectoria, dedicó unas palabras a «una tal Letizia Ortiz» que en tiempos recibió su propio reconocimiento en la APM. El abrazo de reina y viejo periodista fue mucho más que cortesía. Porque la espontaneidad de la reina es otra marca de la casa. Su habilidad para reconocer caras, memorizar situaciones, recordar detalles… es incontestable. A lo que hay que sumar que los gestos de afecto con su marido son frecuentes y naturales. Ambos ejercen su reinado, también en el amor.
Un ejemplo reciente sucedió hace unos días, en la cuesta de Moyano, legendaria feria de libro de viejo de Madrid, que acaba de cumplir cien años La reina se entretuvo más que con otros, en hablar con Mara Torres, que acaba de escribir un libro sobre la muerte de su hermana. Dos mujeres ‘normales’ susurrándose consuelo cuando la tragedia llama a la puerta.
La reina se hace selfies allá donde se los piden, estrecha manos, besa a muchos personajes públicos a los que conoce personalmente (como directores de cine, escritores, periodistas, cantantes…), llega a retrasar el horario previsto si alguien la llama para una foto más o un saludo.
Respecto a sus hijas, Leonor (19) y Sofía (18), Felipe y Letizia han evolucionado con ellas, las protegen, las ayudan, las aconsejan, las aplauden y las disfrutan. Por eso, para que Sofía no se gradúe sola en su final de bachillerato, los dos viajarán a Gales a acompañar a la joven, que emprenderá pronto el camino universitario.
21 años no es nada, que diría el tango ligeramente cambiado. Pero sí una cantidad de años suficientemente crecida como para creer en la salud de un matrimonio que busca la normalidad dentro de lo extraordinario que es su posición: dos personas a las que todo el mundo mira, examina, juzga y controla.
