Fe, esperanza y dignidad: el llamado de la Iglesia ante la crisis venezolana - Venezuela
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Fe, esperanza y dignidad: el llamado de la Iglesia ante la crisis venezolana

AME9515. CARACAS (VENEZUELA), 19/10/2025.- Fotografía que muestra una imagen de José Gregorio Hernández frente a la Iglesia de la Candelaria este sábado, en Caracas (Venezuela). Fieles religiosos en Venezuela esperan la transmisión de la canonización de José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles. EFE/ Miguel Gutiérrez

Publicado: octubre 28, 2025, 6:00 am

Fotografía que muestra una imagen de José Gregorio Hernández frente a la Iglesia de la Candelaria este sábado, en Caracas (Venezuela). Fieles religiosos en Venezuela esperan la transmisión de la canonización de José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles. EFE/ Miguel Gutiérrez

 

El pueblo de Venezuela no se merece que sus esperanzas —puestas durante tantos años de desencuentros y frustraciones— por la tardía elevación al santoral del doctor José Gregorio Hernández, se vean opacadas por la politización que el gobierno ha pretendido hacer de tan sagrado acto canónico.

Por Elsa Muro

La Iglesia, dentro del estricto marco de actuación que le dicta la Doctrina Social, guiada por el pensamiento cristiano y los valores que sustentan los derechos fundamentales en los Estados democráticos, ha elevado una petición al gobierno venezolano: la búsqueda del reencuentro nacional, la eliminación de todo lenguaje de odio y la libertad inmediata de los presos políticos.

¿Cuál fue la reacción oficial?

Una andanada de improperios e irrespetos contra el representante de la Iglesia en el país. Una vez más, el gobierno mostró su rostro autoritario, ejerciendo un abuso de poder coordinado entre autoridades locales y regionales del Estado Trujillo, limitando de forma arbitraria la libertad de tránsito y desatando una persecución injusta contra el cardenal Baltazar Porras.

Se ha opacado así el regocijo espiritual del venezolano, que busca desesperadamente una razón, un motivo, una causa para el reencuentro, para superar las heridas que durante cinco lustros han significado la violación de sus derechos, la restricción de sus libertades, el atropello a la propiedad privada y, sobre todo, la fractura de la unidad familiar.

Se ha perdido, además, la oportunidad de un relevo generacional político, negando al país la posibilidad de renovar su esperanza. No hay derecho a que se utilicen de manera alevosa los mecanismos del poder para atentar contra la fe mayoritaria del pueblo venezolano.

La Iglesia debe mantenerse firme, unida a su pastor principal, el cardenal Baltazar Porras, quien representa la voz moral del pueblo creyente. El gobierno ha pretendido incluso dinamitar la unidad eclesiástica, pero tres nombres hoy definen la actualidad venezolana:

Nicolás Maduro, el líder terrenal que encabeza la violación sistemática de los derechos ciudadanos, incluida la libertad de culto.

Baltazar Porras, el líder espiritual de los venezolanos, quien con esfuerzo, fe y dedicación —junto a sus vicarios, colaboradores y el apoyo del sector privado— ha hecho posible que Venezuela tenga por primera vez dos santos: José Gregorio Hernández y la Madre Carmen Rendiles.

José Gregorio Hernández, el santo del pueblo, símbolo de fe, esperanza y humildad, ejemplo vivo de entrega, solidaridad y empatía, que inspira al venezolano en su cotidianidad y en su lucha por el bien común.

Como en 1957, cuando el arzobispo Rafael Arias Blanco alzó su voz mediante su célebre Carta Pastoral, el cardenal Porras sigue las orientaciones del papa León XIII en su encíclica Graves de Communi, recordando que la llamada “cuestión social” no es solo económica, sino principalmente moral y religiosa, y que solo puede resolverse conforme a las leyes de la moral y de la fe.

Arias Blanco afirmaba entonces —y Porras lo reafirma hoy— que la Iglesia no solo tiene el derecho, sino la gravísima obligación de hacer oír su voz, para que todos: patronos y obreros, gobierno y pueblo, sean guiados por los principios eternos del Evangelio en la ardua tarea de construir las condiciones necesarias para el bienestar común.

Ese bienestar, antaño sustentado en la riqueza petrolera mal administrada y despilfarrada, hoy exige ser reconstruido desde la dignidad humana, fundamento de toda sociedad justa. Por eso el cardenal Porras, como lo hizo Arias Blanco, tiene el derecho y el deber de intervenir ante los problemas del pueblo venezolano.

El presidente Nicolás Maduro, por su parte, tiene la obligación moral y política de buscar soluciones reales para el país, cesar la conculcación de las libertades ciudadanas y poner fin al miedo y la represión que atenazan al pueblo por el simple ejercicio de su ciudadanía.

Elevamos nuestro pensamiento y oración para que nuestros santos, el doctor José Gregorio Hernández y la Madre Carmen Rendiles, intercedan ante Dios por nosotros, para que Venezuela recupere aquel clamor que en 1957 marcó la conciencia nacional, y que hoy —68 años después— vuelve a ser un llamado urgente a la dignidad, la fe y la libertad.

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