Publicado: mayo 8, 2025, 8:30 pm

La prisión Rodeo I, ubicada en el estado Miranda, se ha transformado en uno de los centros de reclusión más temidos por los familiares de los presos políticos en Venezuela.
Por: lapatilla.com
Lo que allí ocurre, según denuncian allegados de los detenidos, está marcado por el aislamiento extremo, torturas psicológicas, restricciones arbitrarias y un sistema que busca quebrar tanto a los reclusos como a quienes los acompañan desde el exterior.
En un trabajo especial, La Patilla conversó con familiares de varios de los más de 100 presos políticos —entre venezolanos y extranjeros— detenidos actualmente en este penal. Por seguridad, sus voces fueron distorsionadas. Sus testimonios, sin embargo, son contundentes.
Protocolo de terror para las visitas
Las visitas al Rodeo I están rodeadas de un protocolo intimidante. «Desde que llegas, todo está cubierto con mallas negras. Te reciben funcionarios encapuchados, sin identificación. Te obligan a semi-desnudarte, te revisan el cabello, los zapatos, y luego, encapuchado, debes caminar 180 pasos sin saber hacia dónde vas», relató una familiar.
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El acceso está restringido a solo 15 minutos semanales y para un solo familiar directo. No hay contacto físico, solo una breve comunicación a través de un vidrio y un teléfono: «Antes, esos vidrios tenían orificios para tocarse con los dedos, pero los sellaron. En el Rodeo se tortura hasta por las señas».
Aislamiento, castigos y tortura
Las condiciones dentro del penal rozan la crueldad extrema. Cada preso está recluido en una celda de dos por dos metros, con una cama de cemento y una letrina en el piso.
«Solo tienen dos minutos de agua al día para asearse y lavar su uniforme. No se les permite tener almohadas, cobijas ni contacto con el exterior», contó una fuente.
Los reclusos visten uniformes según su estatus procesal: azul para procesados y amarillo para condenados. La comida, provista únicamente por el Estado, es pobre en proteínas. “Están extremadamente flacos. La mayoría sobrevive a base de carbohidratos”, denunciaron.
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En diciembre de 2024, un grupo de presos políticos se atrevió a protestar por el maltrato. La respuesta del régimen fue inmediata: tortura, aislamiento y suspensión de visitas.
«A 20 de ellos les prohibieron las visitas por tres meses. Solo por rezar, acusan a los presos de incitación al odio», agregó la persona entrevistada.
Un sistema opaco, sin garantías legales
Según los testimonios recogidos, la asignación del centro de reclusión no sigue procedimientos judiciales claros: «Hay casos donde un tribunal dicta una orden de reclusión en el Helicoide, pero los trasladan al Rodeo sin explicación. Luego, los mismos abogados públicos impuestos te dicen que tú debes investigar dónde está tu familiar y avisar al tribunal».
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La opacidad también alcanza al número exacto de detenidos. «Ni siquiera sabemos cuántos están en el Rodeo. Hay norteamericanos, españoles, franceses, pero nadie da información. Hay más de 60 presos políticos desaparecidos, sin ubicación conocida», dijeron testigos.
Soledad, pobreza y resistencia
El costo de mantener a un preso político recae completamente en las familias.
No existen apoyos estatales ni redes de ayuda estables: «Entre familiares intentamos apoyarnos, recolectar lo poco que se pueda. Hasta los casos de mayor perfil enfrentan graves dificultades económicas».
En el Rodeo I no se permite llevar comida ni ropa. Solo se acepta medicación y artículos de higiene básica, como cepillos de dientes, papel higiénico o champú. Todo debe ser entregado semanalmente.
A pesar de todo, las familias siguen luchando: «No hemos dejado de denunciar, de documentar, de alzar la voz. Sabemos que esto nos pone en riesgo, pero también sabemos que, gracias a ello, la situación no ha sido aún peor».