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'Escuchen nuestra voz', la resistencia de las mujeres afganas

Publicado: diciembre 20, 2025, 8:30 pm

El tercer encuentro especial de mujeres afganas, celebrado bajo el título Hear Us, fue mucho más que una reunión internacional. Fue un espacio donde se reunieron memorias, heridas abiertas, resistencia y una determinación colectiva de no permitir que el mundo normalice la exclusión sistemática de las mujeres y niñas de Afganistán.

Mas de cincuenta mujeres afganas, desde diferentes países, provenientes de distintos contextos, generaciones y experiencias, participaron en este encuentro. Algunas viven en el exilio; otras continúan su activismo desde dentro o fuera del país en condiciones extremadamente difíciles. Cada una trajo consigo una historia marcada por la pérdida de derechos, la ruptura de proyectos de vida y la lucha constante por preservar la dignidad humana. Sin embargo, lo que unió a todas fue una convicción compartida: las mujeres afganas no son solo víctimas, sino actoras clave de resistencia y cambio.

Desde agosto de 2021, Afganistán ha sido testigo de una regresión sin precedentes en materia de derechos de las mujeres. La prohibición de la educación para niñas y mujeres, la exclusión del trabajo, las restricciones a la movilidad y la eliminación de la participación pública han convertido la vida cotidiana en un ejercicio permanente de supervivencia. Este sistema de opresión no es accidental ni temporal; es deliberado, ideológico y profundamente estructural.

Por ello, encuentros como este son esenciales. No solo para denunciar, sino para impedir que el silencio se convierta en complicidad. La presencia de figuras internacionales como Michelle Bachelet, ex Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos; Richard Bennett, Relator Especial de la ONU para Afganistán; y José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores de España, reflejó un reconocimiento importante: la crisis de las mujeres afganas es una responsabilidad internacional.

Uno de los anuncios más significativos fue la decisión del Ministerio de Asuntos Exteriores de España de nombrar una de sus salas como «Sala de las Mujeres y las Niñas de Afganistán». Este gesto representa un acto de memoria y compromiso. Ese espacio llevará el nombre de millones de mujeres que hoy han sido borradas de la vida pública, pero no de la historia. Será un recordatorio permanente de que la exclusión de las mujeres afganas no debe ser ignorada ni aceptada como una nueva normalidad.

Fawzia Koofi, defensora histórica de los derechos de las mujeres afganas y representante de la organización Women for Afghanistan, destacó que este acto va más allá de un símbolo. En sus palabras, nombrar una sala en honor a las mujeres y niñas de Afganistán es una muestra de compromiso real, un paso que trasciende los discursos y se traduce en acción concreta. Recordó además que España fue uno de los seis países que remitieron la situación de Afganistán a la Corte Penal Internacional, subrayando la importancia de la rendición de cuentas.

Koofi expuso con claridad la brutalidad del sistema impuesto por el Talibán: «permite a las mujeres mendigar, pero no les permite estudiar ni convertirse en médicas, porque ser médica otorga dignidad a las mujeres». Sus palabras reflejan una verdad dolorosa. La negación de la educación no es solo una violación de derechos, sino un intento deliberado de despojar a las mujeres de su autonomía, su conocimiento y su poder. Koofi señaló que, de las 260 órdenes emitidas por el Talibán, 161 están dirigidas directamente contra las mujeres, lo que demuestra la naturaleza profundamente misógina de este régimen.

Como presidenta de la asociación Esperanza de Libertad, destaqué que estos encuentros son fundamentales para amplificar la voz de las mujeres afganas, pero que no pueden ser el único paso. La solidaridad internacional debe traducirse en políticas coherentes, presión diplomática sostenida y mecanismos de protección efectivos. Las mujeres de Afganistán necesitan algo más que declaraciones: necesitan acciones concretas y coordinadas.

La comunidad internacional ha expresado preocupación en múltiples ocasiones, pero mientras tanto, en Afganistán, una generación entera de niñas crece sin acceso a la educación y sin perspectivas de futuro. Esta exclusión no solo destruye vidas individuales, sino que compromete el desarrollo de toda una sociedad. Ignorar esta realidad equivale a aceptar que los derechos de las mujeres pueden ser negociables.

Richard Bennett subrayó que las mujeres afganas han sido privadas de manera específica del acceso al sistema judicial y a la justicia. Esta exclusión las deja aún más vulnerables frente a la violencia y el abuso, en un contexto donde no existen mecanismos efectivos de protección. Bennett advirtió que normalizar la violencia ideológica y sistemática contra las mujeres no solo es inmoral, sino una estrategia peligrosa que puede sentar precedentes globales.

Michelle Bachelet reforzó esta idea al afirmar que la lucha de las mujeres y niñas de Afganistán ya no es un asunto interno, sino una lucha global. Lo que hoy ocurre en Afganistán pone a prueba el compromiso real de la comunidad internacional con los derechos humanos y la igualdad de género.

Las intervenciones de las activistas afganas presentes coincidieron en un mensaje central: no queremos ser vistas únicamente como víctimas. Somos mujeres con capacidad de liderazgo, con experiencia política, social y comunitaria, y con una profunda voluntad de reconstruir nuestro país. Reconocer el apartheid de género impuesto en Afganistán es un paso imprescindible para avanzar hacia la justicia y la rendición de cuentas.

Este encuentro reafirmó una verdad fundamental: el silencio no es una opción. Las mujeres afganas seguirán alzando la voz, incluso cuando se intente borrarlas del espacio público. No pedimos compasión, pedimos justicia. No pedimos caridad, pedimos derechos. Y mientras una sola niña afgana siga privada de su educación, esta lucha continuará. Escuchen nuestra voz. Hear Us.

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