Publicado: diciembre 1, 2025, 9:00 am
Los datos más recientes del Instituto Nacional de EstadÃstica y GeografÃa (INEGI) muestran que la inversión fija bruta en México cayó 10.4% anual en agosto de 2025, acumulando doce meses consecutivos de retrocesos. En los componentes de construcción y maquinaria y equipo, la inversión disminuyó 2.7% mensual y 8.9% anual. Esta tendencia negativa resulta preocupante porque la inversión privada es el verdadero motor de la economÃa moderna.
Este comportamiento contrasta con la inversión pública, que ha mantenido cierta estabilidad gracias a proyectos de infraestructura, aunque su peso en el total de la economÃa sigue siendo limitado. La fotografÃa es clara: sin un repunte sostenido de la inversión privada, el crecimiento económico enfrentará un techo bajo.
La inversión pública cumple un papel estratégico en infraestructura básica, proyectos de conectividad y energÃa; sin embargo, su capacidad de arrastre es insuficiente para sostener tasas de crecimiento superiores al 3%. En cambio, la inversión privada determina la expansión de la capacidad productiva, la incorporación de nuevas tecnologÃas y la generación de empleos de calidad.
Si consideramos la inversión fija bruta como termómetro económico, este indicador refleja la adquisición de bienes duraderos utilizados en el proceso productivo. Su caÃda prolongada en México evidencia una falta de confianza empresarial y un entorno de incertidumbre. Invertir en el presente incrementa las posibilidades de producción futura; cuando las empresas dejan de hacerlo, se frena la innovación, se limita la productividad y se reduce la competitividad internacional.
Las tasas de interés y el tipo de cambio son variables que las empresas evalúan al decidir invertir en capital. Pese a que este año han mostrado un comportamiento positivo, con la reducción de 300 puntos base en la Tasa Objetivo y la apreciación de 12.39% del peso, la inversión en maquinaria y equipo nacional cayó 9.2%, mientras que la importada se contrajo 11.9%.
La seguridad y el Estado de derecho también influyen en las decisiones de inversión del sector privado y, desde hace algunos años, se han convertido en un limitante directo. Asimismo, la polÃtica fiscal puede obstaculizar el ciclo económico natural, porque un esquema tributario poco competitivo frente a otros paÃses de la región resta atractivo a México como destino de capital.
En cuanto a la inversión pública, aunque necesaria, se ha concentrado en proyectos emblemáticos con beneficios regionales pero efectos limitados en la productividad nacional. Además, su proporción respecto al PIB es baja en comparación con economÃas emergentes exitosas. El resultado es que el Estado no puede sustituir al sector privado en la tarea de expandir la capacidad productiva.
La evidencia internacional lo confirma. PaÃses como Corea del Sur o Irlanda han sostenido tasas de crecimiento elevadas gracias a una inversión privada dinámica, respaldada por polÃticas públicas que generan certidumbre y facilitan la innovación. México, en cambio, enfrenta el reto de revertir una tendencia de estancamiento que amenaza con consolidar un crecimiento mediocre.
A pesar de la desaceleración economÃa que vicie el paÃs, existen oportunidades, como la relocalización de cadenas de suministro hacia México puede detonar inversiones en manufactura avanzada; los proyectos de energÃas renovables requieren capital privado y pueden atraer inversión extranjera directa; y la adopción de tecnologÃas digitales abre espacio para nuevas inversiones en servicios y manufactura.
En consecuencia, la inversión privada no es un complemento, sino el determinante central del crecimiento económico. Sin ella, México seguirá atrapado en un cÃrculo de bajo dinamismo, con un mercado laboral precario, donde la informalidad representa 55% de la población ocupada y la remuneración se concentra en hasta dos salarios mÃnimos, y una productividad estancada.
El reto de la polÃtica económica actual es generar condiciones de confianza y certidumbre para los inversionistas, y al mismo tiempo diseñar incentivos que orienten el capital hacia sectores estratégicos. La inversión pública debe ser el catalizador, pero nunca el sustituto.
En un contexto global de competencia por atraer capital, México necesita enviar señales claras: respeto al Estado de derecho, estabilidad macroeconómica y apertura a la innovación. Solo asà la inversión privada podrá cumplir su papel histórico de motor del desarrollo. El futuro económico del paÃs depende de ello.
