El terremoto de Kamchatka no fue mortal por la leve "disipación vertical" de las placas pero se temen las réplicas: "Los próximos días son críticos" - Venezuela
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El terremoto de Kamchatka no fue mortal por la leve «disipación vertical» de las placas pero se temen las réplicas: «Los próximos días son críticos»

Publicado: julio 31, 2025, 2:30 am

La gran magnitud del terremoto frente a la costa de Kamchatka (de 8,8 grados en la escala Richter) hizo saltar todas las alarmas en la costa del océano Pacífico, motivando alertas de tsunami y evacuaciones en Rusia, China, Japón, las islas Hawái e incluso al otro lado del mundo, en California (EEUU), México y Perú. El sexto terremoto más potente jamás registrado, sin embargo, no se tradujo en grandes maremotos, y la mayoría de los territorios afectados fueron desactivando las alertas.

Mientras los científicos continúan estudiando las circunstancias que expliquen lo sucedido, el foco está ahora en las posibles réplicas, que podrían acarrear fenómenos más intensos que el temblor de este miércoles. «Una vez que se libera la mayor parte de la energía, es difícil que la siguiente tenga aún fuerza suficiente, aunque este ha sido muy intenso y las réplicas podrían serlo también», explica a 20minutos Francisco Javier Tapiador, catedrático de Física de la Tierra en la Universidad de Castilla-La Mancha. El tiempo para conocer réplicas potencialmente peligrosas, detalla el experto, «es variable»: «En este momento estarán haciendo estudios al respecto. Pero se trata de horas o semanas. Lo más crítico son los dos próximos días«, augura.

Sin embargo, lo previsible es que las réplicas sean de una intensidad cada vez menor. «Yo creo que lo peor se podría descartar», afirma Luis Cabañas, sismólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN). «Tienen menor potencial ‘tsunamigénico’, y eso es, en principio, lo que se espera: que este terremoto sea el principal de la serie», detalla. Desde el IGN apuntan a que un terremoto de tanta magnitud puede producir réplicas incluso «durante un par de años, y aunque sean menores, si hay alguna circunstancia cambiante (profundidad, deslizamiento…) si podrían provocar tsunamis, aunque para que eso ocurriese la intensidad tiene que ser de, al menos 6,5 grados», explica Cabañas.

Un terremoto «muy potente» sin gran potencial «tsunamigénico»

Y es que pese a que su magnitud lo coloca como uno de los terremotos más fuertes de la historia, su potencia no se ha traducido finalmente en grandes maremotos contra las costas del Pacífico. En la formación de un tsunami -detallan los expertos- tras un terremoto intervienen diferentes variables: la profundidad a la que se produzca, el tipo de deslizamiento de las placas (más o menos vertical), la intensidad (debe ser mayor de 6,5 grados para liberar la energía suficiente), pero también la forma de la costa, la batimetría (la forma del fondo del mar) y la dirección en la que se propaguen las ondas sísmicas y el potencial tsunami.

En este caso —el de un terremoto «poco profundo, a unos 19 kilómetros de profundidad»—, «todo indica que, aunque el terremoto ha sido muy potente, no se ha producido un desplazamiento vertical muy grande de las placas, es decir, que no ha sido un terremoto con gran capacidad de producir un maremoto», explica Miguel Ángel Cabezas, doctor en Física y director del grado de Ingeniería Matemática en la Universidad Francisco de Vitoria (UFV). «La potencia de un terremoto se puede disipar (extender) de varias formas, y en este caso no ha habido una disipación vertical muy fuerte, lo que ha evitado que se produzca un gran maremoto».

«Aunque el terremoto ha sido muy potente (…) no ha sido un terremoto con gran capacidad de producir un maremoto»

Además, varios factores han influido para que los daños provocados por las olas generadas (de hasta cuatro metros en la costa de Kamchatka y hasta tres metros en Japón) hayan sido mínimos: «El epicentro está cerca de zonas poco pobladas, y eso sumando a la eficacia de las alertas y las evacuaciones, ha evitado que se produzcan grandes daños o pérdidas humanas», comenta Cabezas.

Los sistemas de alerta temprana calculan un potencial tsunami en minutos

Los sistemas de alerta dependen de cada país, si bien todos comparten una serie de instrumentos clave, además de un alto grado de cooperación internacional (especialmente tras el tsunami del Índico en 2004): redes de estaciones sísmicas por todo el planeta se suman a sistemas de seguimiento hidrofísico (boyas) que miden los cambios en el nivel del mar tras un seísmo.

«Cuando hay un terremoto, se calcula rápidamente el epicentro y la magnitud, y en base a esos cálculos se estima un posible tsunami muy rápidamente. Luego aquellos sistemas con sensores de nivel de mar van confirmando esas estimaciones de altura para evaluar si realmente se producirá ese tsunami», explica Cabezas. Son los llamados sistemas de alerta temprana, que calculan en escasos minutos el potencial impacto de un tsunami tras un terremoto.

«Cuando hay un terremoto, se calcula rápidamente el epicentro y la magnitud, y en base a esos cálculos se estima un posible tsunami muy rápidamente»

Por ello, las alertas tempranas («en Japón, apenas tres minutos después del terremoto», detalla el experto de la UFV) han permitido evacuar rápidamente las zonas susceptibles de verse afectadas por un tsunami que finalmente no se ha producido.

«La detección de terremotos es un campo abierto de investigación»

El terremoto de Kamchatka se ha producido en una zona, el conocido como «Anillo de Fuego» del Pacífico, de especial sismicidad (la mayor del mundo), como señala Luis Cabañas: «Hablamos de una zona donde entran en contacto varias placas: la del Pacífico se hunde bajo la Euroasiática y la Norteamericana en un movimiento de subducción como el que se ha producido en Kamchatka».

«En esta zona, las placas se deslizan unos 8 cm al año. Ese deslizamiento produce roces, y cuando no se deslizan suavemente, cuando se producen roces fuertes, se producen levantamientos de una placa sobre otra. Y es ahí cuando se producen esos levantamientos del mar que provocan olas», detalla Cabezas. Esas olas, empujadas por la energía del seísmo, ganan altura al acercarse a la costa, trasformándose en tsunamis.

De hecho, en los días anteriores a este seísmo se habían producido varios terremotos, de entre 5 y 7,4 grados, que ahora se sabe que eran «precursores» de uno mayor, apuntan desde el IGN. Sin embargo, ya sea antes o después, «la predicción de los terremotos es tremendamente complicada, ya que en ellos entra en juego un factor de aleatoriedad, no se puede saber cuando se va a producir un gran roce», explica Cabezas. «La detección de terremotos continúa siendo un campo abierto de investigación, en esta materia uno más uno no siempre es dos, como en las matemáticas», sentencia.

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