Publicado: septiembre 11, 2025, 11:30 pm
¡Y mira que yo soy de los que siempre llevan encima una baterÃa externa! Será simple supervivencia urbana, pero siento que, hoy en dÃa, nos hemos acostumbrado a medir la vida en porcentajes. Yo ya no digo «estoy cansado», digo «ando al 3%».
Igual que mi móvil, empiezo el dÃa al 100%, con más energÃa que un cohete, pero entre emails, videollamadas, cafés mal tomados, llamadas perdidas que devolver y mensajes no leÃdos de WhatsApp, septiembre, con su maravillosa vuelta a la rutina, me deja la sensación de estar en rojo antes de tiempo. Ha nacido un nuevo termómetro emocional: la baterÃa vital.
A media mañana ando a eso del 65% y justo después de comer, caigo sin remedio a un 39%. En ese punto aparece la tentación de la siesta: y aunque sean 20 minutos de carga rápida, pongo el modo avión y me entrego al sofá como si fuera la mejor inversión de mi vida. Lo peor es que, tal y como hago con mi móvil, aunque solo me quede un hilito de baterÃa, sigo exprimiéndome hasta la última gota sin darle demasiada importancia a lo que eso significa.
La gran diferencia está en cómo reaccionamos. Si a nuestro teléfono le queda un 10%, entramos en pánico buscando desesperadamente un enchufe y un cargador prestado. Pero si nos pasa a nosotros, fingimos que no ocurre nada. ¿Por qué? En realidad necesitamos lo mismo: un buen chute de energÃa. Y no hablo de café, sino de algo que recargue de verdad: una charla con amigos, tres minutos bailando a lo loco tu canción favorita, un paseo sin mirar el reloj o, simplemente, parar.
Septiembre me recuerda que volver a la rutina también es aprender a gestionar mi baterÃa y que no pasa nada por activar el modo ahorro energético. Eso sÃ, aun con la baterÃa baja, tengo el porcentaje suficiente como para disfrutar de los últimos coletazos de verano en forma de festival. Porque si algo me salvará siempre del apagón, será la música.