Publicado: junio 1, 2025, 7:30 pm
Elon Musk deja la Casa Blanca. El magnate anunció este miércoles su salida del Gobierno de Donald Trump. Lo hizo este jueves tras expresar «decepción» por el megaproyecto fiscal y presupuestario del republicano porque aumenta el déficit y dispara el gasto público. En su opinión, el plan de Trump «socava» su trabajo como asesor de eficiencia.
«Ahora que mi tiempo programado como empleado gubernamental especial llega a su fin, quiero dar las gracias al presidente Donald Trump por la oportunidad de reducir el gasto despilfarrador», escribió Musk el jueves en un mensaje en su cuenta de X. Ese cargo de «empleado gubernamental especial», con el título de asesor principal del presidente, le ha permitido permanecer en el cargo durante 130 días al año, plazo que técnicamente finaliza este mes.
Es lo queda de su ruptura en pocos meses pese a que la escena final entre ambos, la despedida en el despacho oval de la Casa Blanca ha sido un intento de nuevo acercamiento entre los dos y piropos cruzados.
Estaba cantado, aseguran los columnistas políticos de la prensa norteamericana. La estrella de Musk ya no brillaba tanto y el ‘bromance’ entre él y Trump hace semanas que había llegado a su fin. Del mismo modo que el presidente está descubriendo que la realidad es mil veces más compleja de lo que supuso (no ha arreglado en dos días ni la política arancelaria, ni la guerra de Ucrania, ni la de Gaza), el de Tesla ha visto que sin relaciones y alianzas (el factor humano) su presunto poder era humo.
«Se ha visto aislado en las altas esferas de la administración Trump, al no haber logrado forjar las alianzas necesarias e irritando a muchos de los jefes de departamentos y agencias a quienes supuestamente debía ayudar», escriben Michael Scherer y Ashley Parker en The Atlantic.
El resultado ha sido que Musk y su equipo no han logrado alcanzar los ahorros para el erario público que el megamillonario había prometido. Las impugnaciones judiciales frenaron otros proyectos y los secretarios del gabinete bloquearon los recortes de DOGE (reducían servicios cruciales, asegura).
Por si fuera poco, sus veleidades políticas (tocar poder) le han hecho daño al bolsillo. El patrimonio neto de Musk ha caído del mismo modo que se ha desplomado el valor de sus empresas. Al final, el niño mimado de Trump ha acabado convertido en objeto de frecuentes chismes y chistes. Se le ha perdido el respeto.
De los mítines de campaña al despacho oval
El ‘bromance’ entre Musk y Trump se inició durante la campaña presidencial de 2024. El empresario se convirtió en uno de los principales donantes del candidato republicano. Su popularidad en el sector tecnológico y su influencia a través de X contribuyeron notablemente a amplificar el mensaje electoral del de MAGA.
Tras la victoria, ya en enero, Musk ocupó un lugar privilegiado durante la ceremonia de investidura. Y luego, hace sólo cuatro meses, su audaz llegada al despacho oval. Su presencia en las reuniones de gabinete, algo inusual para un empleado temporal, evidenciaba la especial relación con el presidente. Ambos llegaron a participar juntos en una entrevista para Fox en febrero, donde se dedicaron mutuos elogios.
Musk apareció en la Casa Blanca armado con cybertrucks y motosierra (la que le regaló el argentino Javier Milei). Se anunció listo para destruir la burocracia, despedir a los empleados federales que no hacían nada y ahorrar a la Administración dos billones de dólares. «Era un disruptor con camiseta de ‘soporte técnico’ que prometía reestructurar el funcionamiento del gobierno y derrotar al ‘virus de la mentalidad progresista’, todo bajo los auspicios del recién creado DOGE (Departamento de Eficiencia Gubernamental)», describe The Atlantic.
Musk comenzó su carrera el primer día del segundo mandato de Trump. Y estuvo en todas partes: a bordo del Air Force One con el presidente camino a Mar-a-Lago, junto a Trump en el Despacho Oval, luciendo una gorra negra de MAGA con su hijo X, de 4 años, sobre sus hombros, y en un asiento prominente durante el primer discurso conjunto de Trump ante el Congreso desde su regreso a la Casa Blanca.
Ha sido la pesadilla de miles de funcionarios. Musk era el destructor gubernamental que había prometido desmantelar la burocracia federal. Durante semanas, él y su equipo han saltado alegremente de agencia en agencia, exigiendo acceso a datos confidenciales y «dejando envoltorios de bocadillos en los escritorios de los empleados».
DOGE se expandió rápidamente por todo el gobierno federal. Tomaron el control de la infraestructura de tecnología de la información, eliminaron contratos del gobierno federal y agencias enteras, y expulsaron o despidieron a decenas de miles de empleados federales.
Pero el papel de Musk en la Casa Blanca provocó una reacción pública contra Tesla. En marzo, Trump intentó ayudar abriendo el jardín sur de la Casa Blanca para exhibir vehículos Tesla a pesar de evidentes preocupaciones éticas.
Un distanciamiento progresivo
Dos meses después de aquello, Musk se vuelve a centrar en sus negocios y sus empresas. Ha sido progresivo. En abril, en una llamada con analistas de Wall Street, Musk afirmó que planeaba dedicar «un día o dos por semana» a los asuntos relacionados con DOGE, de forma similar a como gestiona cada una de sus diversas empresas.
Una semana después, pareció sugerir que reduciría aún más su cartera gubernamental, declarando a la prensa que esperaba estar en Washington «cada dos semanas». El 20 de mayo, en una entrevista en vídeo ante el Foro Económico de Catar, declaró que ya no veía motivos para gastar dinero en política, aunque eso podría cambiar en el futuro. «Creo que ya he hecho suficiente», afirmó.
Ahora, diez días después, se despide. Sin motosierra y sin arrogancia. Se marcha tras distanciarse de Trump por el proyecto de ley de impuestos y gastos del presidente, pero también por no haber logrado los ahorros transformadores que esperaba que redujeran drásticamente el tamaño del gobierno.
A pesar de su salida, Musk declaró esta semana al Washington Post que el próximo objetivo de DOGE será reparar los obsoletos sistemas informáticos del gobierno federal, algo mucho menos controvertido que asestar un golpe brutal a la plantilla federal.
Como en la canción, a Musk y Trump parece que se les «rompió el amor». O, seguramente más cierto, se han usado mutua y convenientemente por un tiempo; apenas medio año. El hombre más rico del mundo fue alguna vez tan cercano al presidente que se alojaba en el dormitorio Lincoln de la Casa Blanca durante sus visitas.
¿El distanciamiento político ha llevado al personal o ha sido al revés? Seguramente lo uno y lo otro. En lo político todo ha acabado en que Musk no ha estado de acuerdo con Trump en el aumento del déficit y el gasto público. Es más, el empresario considera que esa política contradecía su misión, la de la eficiencia gubernamental. A la frustración del millonario con la burocracia se han sumado sus discrepancias sobre política fiscal y energética.
Enfrentado a demasiados pesos pesados
El multimillonario se enfrentó a varios altos funcionarios de Trump por su agenda de recortes de gastos. Desde el secretario de Estado, Marco Rubio; al secretario del Tesoro, Scott Bessent; pasando por el principal asesor comercial del presidente, Peter Navarro.
Gradualmente, comenzó a dejar de ser un atractivo de Trump para convertirse en un defecto, «un lastre político» para el presidente, relata Joey Garrison en USA Today. Las encuestas han demostrado sistemáticamente que hay más estadounidenses con opiniones desfavorables sobre Musk que favorables.
El ejemplo más claro de que el de Tesla había perdido su magia se dio en Wisconsin. Musk sufrió un vergonzoso revés cuando gastó 20 millones de dólares para ayudar al candidato republicano en una contienda por la Corte Suprema de ese estado. «El futuro de Estados Unidos y la civilización occidental» estaba en juego, aseguró. Su candidato perdió ante la demócrata Susan Crawford por diez puntos porcentuales.