Publicado: abril 19, 2025, 2:30 am
Decía tener una conexión directa con Dios y, movido por su llamada, creó en Perú en 1971 una organización que terminó convirtiendo en un conglomerado empresarial en el que se llevaban a cabo prácticas abusivas, tanto de poder como sexuales, aunque siempre las segundas son una consecuencia directa de las primeras
Durante más de medio siglo, Luis Fernando Figari lideró con mano de hierro Sodalicio de Vida Cristiana, disuelta oficialmente el pasado lunes por el Vaticano tras reconocer en ella comportamientos sectarios. La decisión se tomó el pasado 14 de enero, pero el acatamiento por parte de la organización se ha dilatado durante tres meses. La Santa Sede considera que en su fundación no hubo ni «inspiración del Espíritu Santo» ni «carisma de origen divino».
Sodalicio, reconocida por Juan Pablo II como instituto de derecho pontificio en 1997, pide ahora perdón a las víctimas «por los maltratos y abusos cometidos», así como a la Iglesia y a la sociedad en general «por todo el dolor ocasionado».
En el punto de mira
La organización llevaba en el punto de mira del Vaticano, aunque con diferente intensidad, desde el año 2015, cuando una serie de investigaciones periodísticas de medios peruanos sacaron a la luz numerosos casos de pederastia y otros abusos sobre los fieles, aunque las denuncias comenzaron en el año 2000.
En 2023, el propio papa Francisco ordenó la creación de una comisión de investigación liderada por el sacerdote español Jordi Bertomeu, cuyas conclusiones revelan que, además, Sodalicio, con unos 20.000 seguidores en Latinoamérica y EEUU, ha acabado convirtiéndose en un imperio empresarial que atesora más de 1.000 millones de dólares, según Religión Digital.
«Acaban sustituyendo al propio Dios»
Luis Fernando Figari tiene hoy 77 años y permanece alejado de la esfera pública desde 2015, cuando se trasladó a Roma. Históricamente vinculado a Falange (varias víctimas dicen que en su casa tenía colgado un enorme retrato de José Antonio Primo de Rivera) y sectores ultras, Figari ha sido señalado directamente por las víctimas como responsable de algunos de los abusos sexuales cometidos, incluidos a menores.
Después de que la comisión creada por Bergoglio en 2023 hablase con decenas de ellas en Perú, el papa fulminó a Figari como líder de Sodalicio y se abrió la puerta a que, como reclaman las víctimas, se inicie contra él una causa penal, aunque, por el momento, no se han producido avances en este asunto.
«El de Sodalicio es un buen ejemplo de cómo pueden surgir dentro de la Iglesia católica realidades grupales que comparten muchas características con las sectas: una persona funda un grupo dentro de la Iglesia, ya sea un instituto de vida consagrada o una asociación de fieles, diciendo que responde a una llamada concreta de Dios y acaba sustituyendo al propio Dios», cuenta a 20minutos el teólogo y miembro fundador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas, Luis Santamaría del Río.
El matiz es importante: Sodalicio no es una secta, aunque en su funcionamiento adopte actitudes propias de la misma, porque, «en sentido estricto, las sectas funcionan de manera autónoma, se construyen como un grupo independiente».
«Estas personas [como Figari] se aprovechan del pluralismo de la Iglesia católica para crear algo que no está al servicio de las personas, sino que responde a un proyecto personal fruto de un delirio megalómano propio de alguien narcisista o con rasgos incluso psicópatas», explica Santamaría.
Una continuidad con Benedicto XVI
En El loco de Dios en el fin del mundo, Javier Cercas destaca al papa Francisco como uno de los más anticlericales que ha habido, entendiendo el clericalismo, básicamente, como lo que es: la sumisión de los fieles al clero y sus directrices o la influencia de este en las políticas de Estado.
«El papa», escribe Cercas citando al director editorial del Dicasterio para la Comunicación, Andrea Tornielli, «usa una imagen preciosa: el sacerdote debe estar, al mismo tiempo, delante del rebaño, para conducirlo; debe estar en medio del rebaño, para acompañar a todos; y debe estar en la cola, para ayudar a seguir a quienes no pueden seguir», pero nunca por encima de los fieles.
Para Santamaría, la lucha de Francisco contra los abusos de poder, y concretamente los abusos sexuales, es la continuación de un camino que ya inició Benedicto XVI. «Francisco insiste en asociar los abusos sexuales con los abusos de poder y de conciencia. A día de hoy, la Iglesia católica ha reaccionado, pero falta que esa sensibilidad se extienda y que ante las denuncias y las acusaciones la autoridad eclesiástica no mire para otro lado, especialmente a escala diocesana», opina.
Aunque la especialidad de este teólogo son las sectas, reconoce que muchos familiares y víctimas de organizaciones «reconocidas por la Iglesia» se han acercado a él «con problemas muy semejantes» a los que sufren aquellas que pertenecen o pertenecieron a una secta en el sentido estricto del término.
«Ellos sienten que no se les atiende lo suficiente porque no llegan a creerse los abusos cometidos cuando no son sexuales y en España no hay protocolos para estos casos», cuenta Santamaría, antes de especificar que en Francia la Conferencia Episcopal «lleva años afrontando este tema con un departamento creado a tal efecto» y que en Italia «también se ha avanzado mucho».
No obstante, en España «es un tema al que se prefiere no mirar mucho porque también esos grupos acusados de sectarismo cuentan con recursos económicos y alianzas importantes«.
Así, el miembro fundador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas considera que la jerarquía de la Iglesia tiene que afrontar este asunto «sin miedo» y «ejercer su autoridad». «Estoy convencido de que, si se hiciese tanto a nivel universal como diocesano, no solo se podrían corregir estas actitudes sectarias, sino prevenirlas», concluye.