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El complejo mesiánico y la educación

Publicado: abril 17, 2025, 11:00 pm

El mundo parece haberse topado con los libros de historia con la intención de querer repetir algunos de sus peores sucesos. Las libertades de los hombres pregonadas en distintas declaraciones dan un paso al lado para permitir al miedo, la intolerancia y la censura dictar el comportamiento que se desea de la sociedad. 

Tan solo pensemos en ese concepto tan importante llamado la libertad de catedra. Ese derecho que tienen los docentes y principalmente los profesores universitarios de fomentar el análisis y la discusión por medio de una investigación que se traduzca en la expresión de sus ideas sin censuras o interferencias. De esta manera, el profesor escoge los contenidos que desde su perspectiva mejor servirán para fomentar el pensamiento critico de sus estudiantes sobre el tema que se discute en clase. La libertad de cátedra es tan importante que en algunos países se ha codificado en su normativa.

Si miramos a dos países con universidades que sirven como referentes de todo el planeta, Estados Unidos y Reino Unido, se entiende que las universidades estadounidenses consideran a la libertad de catedra como un elemento estrechamente vinculado a la primera enmienda de la constitución de ese país. Incluso muchas universidades han incluido en sus estatutos y contratos laborales referencias a la libertad de los profesores de seleccionar el material que enseñarán en sus clases. Hasta existe la Asociación Americana de Profesores Universitarios (AAUP por sus siglas en inglés) que llevan décadas defendiendo este derecho.

Mientras en el Reino Unido desde la aprobación del Acta de Reforma Educativa de 1988 se establece que los profesores universitarios poseen libertad de cátedra en sus aulas y se encuentran protegidos de intervenciones externas siempre y cuando se mantenga la calidad académica, el pensamiento critico y el respeto de la ley. Para reforzar los derechos dentro de los campos universitarios, se aprueba en 2023 el Acta de Libertad de expresión en la Educación superior con la intención de evitar la censura de conferencias o cursos que tomen lugar en un campus universitario.

La llegada de la tecnología digital ha expandido el alcance de la libertad de catedra ya que los estudiantes no requieren estar presencialmente en una universidad para beneficiarse de su enseñanza y repositorios académicos. Sin embargo, lo que en su momento se veía como algo sumamente positivo que llevaba a profesores y estudiantes a interactuar con personas y culturas que de otra forma no habría sido posible a replantearse contenidos y en casos extremos llegar a la autocensura debido a los requisitos que la gran mayoría de los cursos online tienen de grabar la clase para dejarla como material de consulta a los estudiantes.

La historia nos indica que la libertad de catedra no es amiga de quienes no respetan los marcos legales existentes pues confunden su megalomanía con un mesianismo caritativo en lugar de autocrático. A los salvadores de la nación no les convence que existan entidades que promuevan el pensamiento crítico, pero sí que haya instituciones dispuestas a crear parásitos mentales que defienden utopías mientras ignoran la realidad. Las universidades son enemigas de todo aquel que aborrece el pensamiento crítico.

Entre los personajes que aborrecieron a las universidades nos encontramos en 1933 con Adolfo Hitler, que al llegar al poder arremetió sistemáticamente contra las universidades alemanas. El objetivo era claro, convertirlas en piezas fundamentales de la propaganda nazi. Para lograrlo inició una de las purgas más asquerosas de la historia al expulsar profesores por ser judíos, marxistas o simplemente ser críticos del gobierno. La universidad que se buscaba instaurar era una comprometida con el jingoísmo nazi, el racismo científico y una obediencia ciega a la ideología que incitó el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

El golpe de estado de 1964 en Brasil que derrocó a João Goulart para instalar unas de las dictaduras militares más longevas de América Latina, hasta 1985, también adoptó medidas de represión contra los centros educativos del país. Entre el cierre de las universidades, la censura, la represión de los estudiantes y ataques a los rectores de los centros académicos se deseaba frenar el pensamiento critico que pudiese llevar a manifestaciones en contra de la dictadura.

Cambiando de continente, en 1971, en Uganda el dictador Idi Amin adoptó una postura más sangrienta hacia las universidades de su país, especialmente contra la Universidad de Makerere donde las persecuciones de estudiantes y profesores terminaron en desapariciones forzadas. El resultado fue la destrucción del sistema académico ugandés, un mal que ha tomado décadas en subsanarse. Pensar convertía al individuo en enemigo del estado.

La llegada de las dictaduras a Chile (1973) y Argentina (1976) suscitó un trato similar por parte de los gobiernos militares en contra de las universidades. Desapariciones forzadas, torturas y secuestros de estudiantes y profesores parecía la orden del día en las universidades que tenían que ajustar su currículo a textos censurados y materias canceladas dizque por contenido subversivo. Nuevamente, los salvadores de la patria, aquellos que la iban a hacer grande nuevamente al conocer sus males, solo supieron sembrar muerte y desolación en las instituciones académicas por temor al pensamiento crítico y la lógica.

Quizás uno de los más crueles ataques a las universidades y a la educación en general comienza en 1975 en Cambodia donde el Khmer Rouge liderados por Pol Pot intentaba establecer una utopía agraria comunista. El camino para lograrlo incluía el cierre de todas las universidades y declarar enemiga del pueblo a toda persona con algún tipo de educación. Educar simplemente era un crimen que a veces se pagaba con la vida bajo este régimen genocida.

Pero como ya se ha visto, los regímenes genocidas tienen en común su odio por las universidades. En la última década del siglo XX, en Serbia, Slobodan Milosevic arremetía contra la Universidad de Belgrado instaurando la censura, los despidos masivos y las persecuciones de detractores de su gobierno. El objetivo era sencillo, incluir un discurso ultranacionalista que le ayudara en sus crímenes en contra del pueblo bosnio por lo que fue acusado de 66 crímenes de lesa humanidad.

La principal diferencia entre esas persecuciones y las que se pueden suscitar en la actualidad lo presenta la tecnología digital. Mientras antes tomaban horas, días, semanas o meses el comunicar una atrocidad, gracias al Internet y las redes sociales nos enteramos en pocos minutos o segundos.

Sobre todo, si los ataques y censuras ocurren contra universidades tan prestigiosas como las Ivy League de Estados Unidos o el famoso dúo de Oxbridge en el Reino Unido. Los paralelismos que se observan sean en la Universidad de Columbia, Yale o Cambridge son asombrosos. Censuras por temas políticos, conferencias canceladas, estudiantes amedrentados, profesores viendo amenazada su libertad de cátedra. Pero estas apenas son las universidades más célebres, las más influyentes, las que pueden darse el lujo de rechazar un mandato irracional de las autoridades de turno con una carta publicada alrededor del mundo gracias a la tecnología digital, como hizo Harvard, o uniéndose a otras universidades para demandar al gobierno como lo hizo Cornell.

La pregunta pendiente es qué sucede si las que se consideran como universidades más prestigiosas claudican ante llamados antidemocráticos, en contra de la libertad de catedra y de la libre expresión. Se envalentonarán algunos líderes latinoamericanos, se esos que no pueden resistirse en insultar a las instituciones académicas afirmando estar a favor de los estudiantes mientras le cortan sus becas y les reduce el presupuesto a las universidades.

Algo que queda claro es que todo autócrata con síndrome mesiánico ve a las universidades como su enemigo. La diferencia de opinión no puede existir, aunque intentar matarla solo ha llevado a un gran número de países a la desgracia. No se puede hacer grande a un país asesinando a sus instituciones académicas por motivos político-partidistas. ¿Cuál es el próximo paso, dejar de reconocer títulos de universidades extranjeras que se completan en línea simplemente porque existe la libertad de catedra?

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