Publicado: noviembre 15, 2025, 3:30 am
Conocí a Mahtab Eftekhār a través de un mensaje de WhatsApp. Desde ese primer contacto, sentí que compartíamos un dolor profundo, un vínculo silencioso pero poderoso: la separación de nuestros hijos, la lucha constante por protegerlos y la experiencia de ser mujeres marcadas por la violencia y la injusticia.
Mahtab no es solo una madre que ha sufrido; es una mujer valiente que ha decidido alzar su voz, incluso frente al mundo. Fue una de las testigos que participó en el Tribunal Popular celebrado en Madrid, donde denunció los abusos y la violencia que ha enfrentado durante toda su vida bajo el régimen talibán. Su testimonio, difundido en vídeo, me conmovió profundamente, porque refleja un dolor que yo también conozco demasiado bien.
La historia de Mahtab comienza con una niñez arrebatada. Perdió a su padre cuando tenía apenas un año y, desde los cuatro, se vio obligada a trabajar en la fabricación de alfombras para ayudar a su familia. A los diez años ya era una experta tejedora, y aunque también asistía a la escuela, su vida estaba marcada por la pobreza y la carga del trabajo infantil. Soñaba con ser presentadora de televisión y practicaba frente al espejo, imaginando un futuro diferente. Pero ese futuro nunca llegó: a los diez años fue forzada a casarse con un hombre joven y violento, entregada como pago de una deuda familiar. En ese matrimonio infantil, Mahtab sufrió abusos físicos y psicológicos. Los golpes eran constantes, el miedo, diario. Durante los primeros años dio a luz a varios hijos, pero casi todos murieron poco después de nacer debido a la desnutrición y la falta de atención médica. Solo su cuarta hija, Zahra, sobrevivió. Aquella niña se convirtió en su razón de vivir, en su fuerza. Fue por Zahra que Mahtab decidió escapar de su casa, llevando a su hija a Kabul para salvarla.
Allí comenzó una nueva etapa de lucha: trabajar como costurera y maquilladora para sostener a su familia, educar a su hija y, sobre todo, sobrevivir. Pero el entorno siguió siendo hostil. Su esposo la maltrataba, la controlaba, y le prohibía hablar de lo que había vivido. Aun así, Mahtab no se rindió. Quería que Zahra tuviera una infancia diferente, que pudiera estudiar y soñar. Le compraba libros de derechos humanos y le enseñaba a leer y escribir con amor y paciencia. En cada puntada de las telas que cosía, en cada día que enfrentaba el dolor de espalda y los problemas del corazón, Mahtab encontraba fuerza en el amor hacia sus hijos. Hoy, a sus 27 años, Mahtab vive en unos de los países europeos. Ha pasado 3 intentando rehacer su vida sin tener contacto con su hija y su hijo, ha trabajando como costurera para cubrir lo esencial: comida, techo, medicinas. Zahra, su hija de 13 años, debería estar en la escuela, pero el régimen talibán lo prohíbe. Su exesposo y su familia paterna quieren obligarla a casarse con un pariente, repitiendo la tragedia que marcó la infancia de su madre.
Mahtab teme por ella todos los días, pero sigue resistiendo, sigue soñando con que Zahra logre escapar de ese destino impuesto. Su historia no es un caso aislado. Representa la realidad de miles de mujeres afganas que, atrapadas entre la violencia, la pobreza y las políticas opresivas, luchan por mantener viva la esperanza.
En mi conversación con ella, reconocí mi propio dolor reflejado en el suyo: la desesperación por estar lejos de los hijos, el sentimiento de impotencia ante sistemas que niegan nuestros derechos, y al mismo tiempo, esa fuerza interior que solo una madre puede comprender. Cuando Mahtab habló en el tribunal de Madrid, su voz temblaba, pero no por miedo, sino por la emoción de saberse escuchada. Contó su historia con una mezcla de dolor y dignidad. No buscaba compasión, sino justicia. Su testimonio fue una denuncia, pero también una promesa: que ninguna mujer ni niña debería vivir lo que ella vivió.
La lucha de Mahtab trasciende las fronteras de Afganistán. Es la historia de todas las mujeres que han sido silenciadas y aun así han decidido hablar. Su resiliencia muestra que la resistencia no siempre se manifiesta en grandes gestos, sino también en los actos cotidianos de amor: coser para sobrevivir, educar a una hija, seguir adelante cuando todo parece perdido. Como mujer que también ha sufrido la separación de sus hijos, sé que no hay dolor más profundo que la distancia forzada entre una madre y sus pequeños. Pero también sé que el amor de madre no se apaga. Ese amor nos empuja a luchar, a hablar, a no rendirnos.
En cada palabra de Mahtab sentí la fuerza de todas las mujeres que se levantan desde el dolor. Mahtab me dijo una frase que resume toda su vida, una frase que todavía resuena en mi mente: «فرزندانم، من شما را هیچگاه فراموش نکردهام و برای شما میجنگم. دوستتان دارم.» («Hijos míos, nunca los he olvidado. Lucho por ustedes. Los amo.») Tenía la voz quebrada, pero en sus palabras había una luz, una promesa de esperanza. Esa frase no solo pertenece a ella, sino a todas las madres que, en medio del exilio, la guerra o la violencia, siguen amando sin condiciones.
La historia de Mahtab Eftekhār es un testimonio de resistencia y amor inquebrantable. A sus 27 años, ha vivido lo que muchas no podrían soportar en toda una vida. Y aun así, continúa, escribiendo, soñando. Su lucha es la de todas nosotras: la de las mujeres que se niegan a desaparecer, la de las madres que, incluso con el corazón roto, siguen luchando por sus hijos.
