Publicado: febrero 23, 2025, 2:20 am
Iair Horn mira al infinito en cada una de las entrevistas que ha concedido después de haber sido liberado el pasado 15 de febrero tras diecisiete meses en manos del grupo islamista Hamás. Secuestrado de su casa en el kibutz Niz Or durante los ataques del 7 de octubre de 2023 junto a su hermano menor, este argentino-israelí de 46 años ha vuelto a la vida, aunque no puede ver. Con bastantes kilos menos y problemas de ceguera y movilidad, el hombre aparecía el día de su liberación en Yan Junis guiado por dos miembros de las Brigadas de Al Qassam. En sus manos, una advertencia: un reloj de arena en el que se leía «el tiempo se está agotando».
Horn estuvo retenido en oscuros túneles durante 498 días, donde no recibió ninguna atención médica pese a padecer diabetes y donde fue obligado a grabar algunos videos propagandísticos donde hablaba de su hermano, del que no sabía nada. El día de su liberación, como los otros capturados que ya han vuelto a su casa, recibió una bolsa de regalo con una suerte de diploma con su imagen en la que ponía que había sido elegido para ser liberado. Este tipo de prácticas entran dentro de la tortura psicológica a la que han sido sometidos la mayoría de israelíes que ya han salido para poder contar su experiencia en cautiverio. A las mismas se suman las físicas.
Como Horn, Naama Levy, la joven de 20 años puesta en libertad al principio del alto el fuego, revelaba en una entrevista a medios de Israel que pasó meses sola en un túnel y cuando salió «no sabía si todavía estaba viva». El experto en terrorismo yihadista, Chema Gil, confirma a 20minutos que los grupos como Hamás hacen uso de «mutilaciones, violaciones, torturas y asesinatos, esto último muchas veces a consecuencia de lo anterior». Aunque para Gil, durante el ataque del 7 de octubre, «el nivel de crueldad ejecutado superó cualquier otra acción anterior de Hamas».
Ahora, el camino de todo estos rehenes liberados es arduo. «Ninguna de las personas que pasaron más de cincuenta días en cautiverio ha vuelto a encontrarse en este mundo. La integración es difícil y padecen síntomas postraumáticos complejos. Algunos de los cautivos caminan con perros de terapia, otros no pueden ir a ningún lado sin sus familiares. También tienen deficiencias nutricionales y un sentimiento de alienación», comentaba la doctora Einat Yehene, Jefa de Rehabilitación de la División de Salud del Foro de Familias de Rehenes, a The Jerusalem Post. Algo que corrobora a este periódico la psiquiatra Rafaela Santos, presidenta del Instituto Español de Resiliencia (IER) desde 2010.
«La mente no está preparada para vivir ese tipo de acontecimientos«, dice Santos rotunda y explica que «cuando ocurre algo muy grave, aunque sea por una catástrofe natural o por un accidente de tráfico donde nadie es culpable, con mucha frecuencia aparece lo que se conoce como trastorno de estrés postraumático (TEPT)», algo ya catalogado como un problema de salud mental que tiene su origen en una imposibilidad de la mente a adaptarse a la situación extrema.
Hasta que no se termine esta situación, porque los maten o porque los liberen, los que vuelven a casa están atrapados, como bajo un efecto de congelación
La culpa del superviviente
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en torno al 70% de la población mundial vivirá un suceso potencialmente traumático a lo largo de la vida, pero solo un 5,6% llegará a presentar TEPT. Eso sí, las tasas de este trastorno son tres veces superiores, un 15,3%, entre las personas expuestas a conflictos violentos o guerras. Asimismo, son especialmente elevadas después de casos de violencia sexual.
Santos pone de manifiesto que los síntomas de padecer el trastorno, que es un tipo de estrés llevado al límite, son muchos y variados. Entre ellos se encuentra la culpa del superviviente. «Piensan en por qué ellos y no otros. Incluso durante el secuestro, cuando escuchan el sufrimiento de los demás. Por esto, hasta que no se termine esta situación porque los maten o porque los liberen, los que vuelven a casa están atrapados, como bajo un efecto de congelación, un emborronamiento afectivo… se sienten culpables y eso se mezcla con la alegría de la liberación o de la familia, pero en el fondo todo eso subyace», explica. «Eso está en la mente y el trauma se queda encapsulado y aparece tiempo después», agrega la psiquiatra, que también preside la Sociedad Española de Especialistas en Estrés Postraumático (SETEPT).
En este sentido, la especialista desgrana que muchas veces lo que se trata es un estrés postraumático demorado que «puede aparecer incluso años después». Santos reconoce que ha tratado casos de abusos en la infancia, por ejemplo, que muchos años después han salido desproporcionadamente. «Salta el gatillo de lo que llevas dentro», asevera. Aunque en el caso de los rehenes liberados por Hamás ya son muchos los testimonios sobre las consecuencias inmediatas de lo vivido.
En una entrevista con este periódico el pasado 7 de octubre, Maayan Sigal-Koren relataba cómo sus cinco familiares secuestrados, que fueron liberados en el primer alto el fuego, hablaban poco de lo vivido. «Han vuelto otras personas. Luis (su tío) antes no lloraba por nada y ahora es muy sensible. Están traumatizados«, apuntaba. Otros, como Amit Soussane, una de las primeras rehenes en ser liberadas y que estuvo 55 días en cautiverio, no ha dudado en relatar en público la terrible experiencia. «Fue la batalla de mi vida. Me abrieron el labio, me rompieron la nariz y la cuenca del ojo. No sentí ningún dolor. Solo recuerdo haber dicho: ‘Me van a matar, así que al menos no me iré sin luchar'», relataba hace unos días en un medio hebrero sobre su secuestro. Durante esos casi dos meses, la mujer fue agredida sexualmente y torturada porque pensaban que era alta funcionarios de Israel, se salvó de morir por la ayuda de otra rehén.
Se producen conductas de evitación, como no poder salir a la calle, tener miedo constante y necesitar ir acompañados. Están en estado de alerta
Los trastornos del alma
«Los principales síntomas del estrés postraumático pasan por recuerdos intrusivos muy angustiosos; la culpabilidad por los que siguen allí y que no están haciendo lo suficiente por ellos; no viven, no duermen, tienen muchas pesadillas y flashbacks; sufren sueños muy intensos, incluso despiertos, les viene como una visión de lo vivido recurrentemente. También hay conductas de evitación, como no poder salir a la calle, tener miedo constante y necesitar ir acompañados. Están en estado de alerta», enumera Santos. La doctora añade a todo esto los llamados trastornos del estado del alma. «Esto incluye aislamiento, depresión, irritabilidad y despersonalización», afirma. Este último caso es como si se vieran en un espejo y no se reconocieran. «Sufren una especie de alejamiento de la realidad y pierden mucho la trama biográfica. De pronto no se acuerdan de cosas, hay un gran desorganización cerebral», sostiene.
Todo esto, además, suele ser mucho peor en el caso de menores de edad. «Los niños son más vulnerables que los adultos. Ellos no saben integrar lo que les ha pasado», reconoce Santos. En este caso, los únicos menores que cayeron en manos de Hamás fueron Kfir y Ariel Bibas (de 9 meses y 4 años en el momento de la captura), pero este jueves fueron entregados los cadáveres de ambos a sus familiares. «En los bebés, si tienen los cuidados que necesitan, no pasa nada. Cuando ya han cumplido dos años pueden producirse reacciones de temor. Se convierten en niños retraídos, sin emociones, que no se mueven, no juegan», dice Santos. «Si son un poco más mayores reaccionan al trauma con agresividad e impulsividad. También tienen estados regresivos como volver a orinarse en la cama, por ejemplo. A esto se suma un apego patológico a los adultos», cuenta.
Todos somos vulnerables, pero todos podemos afrontar la vida con fortaleza y con resiliencia aprendiendo cómo
En todo caso, la psiquiatra sabe por su trabajo con las víctimas del trauma que, en la mayoría de casos, se acaba superando con un tratamiento de un año, aunque «hay cosas que quedan de fondo». De ahí que lo principal sea atender varias áreas de la persona afectada como la parte física, la cognitiva, la emocional, la de las creencias y la espiritual. Esta última suele ser positiva en el caso de que los afectados pertenezcan a alguna religión, como los rehenes de Hamás. «Tienen algo a lo que agarrarse», espeta la doctora. «Nosotros trabajamos la parte espiritual, que la tenemos todos, no la circunscribimos a algo religioso. Hay personas que esta parte la tienen muy desarrollada y otras menos. Si además se tiene una parte religiosa como punto de apoyo la resiliencia es más fuerte», expresa. En este caso, eso a lo que aferrarse también puede ser un hijo, la familia… la resiliencia empujada por el fervor religioso, además, es la que mueve a los yihadistas a no temer a la muerte, por ejemplo.
Aún así, según Santos, el 99% de las personas que sufren experiencias como las de la guerra necesitan de un trabajo posterior para recuperarse. «Hay un porcentaje de la población, hasta un 33%, que tiene los recursos para recuperarse solo. En los años 90, cuando empezamos con este tema del estrés postraumático, a estas personas se las califica como invulnerables, pero cambiamos el concepto a resiliencia, ya que la invulnerabilidad puede rozar la patología«, manifiesta la psiquiatra. «Todos somos vulnerables, pero todos podemos afrontar la vida con fortaleza y con resiliencia aprendiendo cómo», remata.