Publicado: marzo 10, 2025, 12:00 pm
En 2010 los cientÃficos descubrieron algo que, a priori, puede sonar desagradable, pero que tiene unos saludables efectos para los ecosistemas marinos: las ballenas toman nutrientes de las profundidades pero defecan en la superficie, transportando en sus heces recursos fundamentales para el crecimiento del plancton. Ahora, un nuevo estudio liderado por investigadores de la Universidad de Vermont da un paso más allá y revela que también en su orina transportan enormes cantidades de nutrientes de forma horizontal, a lo largo de cuencas oceánicas enteras, desde aguas ricas y frÃas donde se alimentan hasta costas cálidas cerca del ecuador donde se aparean y dan a luz. Los resultados acaban de publicarse en la revista ‘ Nature Communications ‘. «Estas zonas costeras suelen tener aguas claras, señal de un bajo nivel de nitrógeno, y muchas tienen ecosistemas con arrecifes de coral», explica Joe Roman, biólogo de la Universidad de Vermont y autor principal de la investigación. «El movimiento del nitrógeno y otros nutrientes puede ser importante para el crecimiento del fitoplancton, o algas microscópicas, y proporcionar alimento a tiburones y otros peces, asà como a muchos invertebrados». El estudio calcula que en los océanos de todo el mundo, las grandes ballenas (como las ballenas francas, las ballenas grises y las ballenas jorobadas) transportan unas 4.000 toneladas de nitrógeno cada año a zonas costeras con bajos niveles de nutrientes en los trópicos y subtrópicos. No solo eso: también generan más de 45.000 toneladas de biomasa, ya que no solo la orina y los excrementos actúan como una suerte de ‘abono’ para el mar, sino también los restos de piel y los cuerpos de las ballenas que fallecen. Los autores han llamado a este fenómeno ‘la gran cinta transportadora de ballenas’, porque, por ejemplo en el caso de las ballenas jorobadas, que viajan desde el Golfo de Alaska, donde se alimentan, hasta Hawai, una zona más cerrada en la que se aparean, estos animales transportan hasta el doble de nutrientes de los que llegarÃan por las fuerzas fÃsicas naturales. «También se puede pensar en este fenómeno como un embudo, porque las ballenas se alimentan en grandes áreas, pero necesitan estar en un espacio relativamente confinado para encontrar una pareja, reproducirse y dar a luz», afirma Roman. «Y al principio, las crÃas no tienen la energÃa para viajar largas distancias como las madres». Es decir, estos cetáceos ‘enriquecen’ las aguas en las que sus crÃas pasarán sus primeros momentos de vida. Además, las ballenas probablemente se quedan en aguas poco profundas y arenosas porque amortigua sus sonidos. «Las madres y los recién nacidos se llaman todo el tiempo, se mantienen en comunicación- indica Roman- y no quieren que los depredadores, como las orcas, o los machos de ballenas jorobadas en reproducción, se percaten de su presencia». Esto significa que los nutrientes distribuidos en el vasto océano se concentran en ecosistemas costeros y coralinos mucho más pequeños, «como cuando se recogen hojas para hacer abono para el jardÃn». En verano, las ballenas adultas se alimentan en latitudes altas (como Alaska, Islandia y la Antártida), donde engordan toneladas de grasa y se alimentan de krill y arenque. Según investigaciones recientes, las ballenas jorobadas del PacÃfico Norte ganan unos 14 kilos al dÃa en primavera, verano y otoño. Necesitan esta energÃa para realizar un largo viaje: las ballenas barbadas migran miles de kilómetros hasta sus zonas de crÃa invernales en los trópicos. Y todo ello sin comer. No son el único ejemplo: las ballenas grises recorren casi 11.000 kilómetros entre las zonas de alimentación frente a Rusia y las zonas de crÃa a lo largo de Baja California. Y las ballenas jorobadas del hemisferio sur migran más de 8.000 kilómetros desde las zonas de alimentación cercanas a la Antártida hasta los sitios de apareamiento frente a Costa Rica, donde queman unos 90 kilos al dÃa, mientras orinan grandes cantidades de urea rica en nitrógeno. Y contando que un estudio realizado en Islandia señala que las ballenas de aleta miccionan unos 1.000 litros diarios cuando comen, se trata de una aportación más que notable al medio ambiente. «Debido a su tamaño, las ballenas pueden hacer cosas que ningún otro animal hace. Viven la vida a una escala diferente», afirma Andrew Pershing, oceanógrafo de la organización sin fines de lucro Climate Central y otro de los autores del estudio. «Los nutrientes llegan desde el exterior, y no desde un rÃo, sino a través de estos animales migratorios. Es genial y cambia nuestra forma de pensar sobre los ecosistemas en el océano. No pensamos que otros animales aparte de los humanos tengan un impacto a escala planetaria, pero las ballenas sà lo tienen». Los investigadores también se han preguntado cuál serÃa la aportación de nutrientes de este fenómeno antes de que comenzara la caza industrial de ballenas, allá por el siglo XIX, y estiman que seguramente fuese tres o más veces mayor. «Mucha gente piensa que las plantas son los pulmones del planeta, que absorben dióxido de carbono y expulsan oxÃgeno», afirma Roman. «Pero los animales desempeñan un papel importante en el transporte de nutrientes: por ejemplo, las aves marinas transportan nitrógeno y fósforo desde el océano hasta la tierra en sus heces, lo que aumenta la densidad de plantas en las islas; y ahora hemos descubierto esto de las ballenas. Los animales forman el sistema circulatorio del planeta, y estos cetáceos son el ejemplo extremo».