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Desarme creativo

Publicado: marzo 25, 2025, 3:30 am

El Libro Blanco sobre el futuro de la Defensa Europea, publicado recientemente, analiza la compleja situación estratégica de nuestro continente, presionado hasta la irrelevancia política y militar por la belicosidad criminal de Putin en el este y, en el oeste, por la agresividad de un Trump de quien su vicepresidente nos acaba de asegurar que “hará lo que tenga que hacer” con el territorio de Groenlandia “sin importarle lo que piensen los europeos”.

Me sorprende que personas adultas, que no ceden ante las rabietas de sus hijos porque saben que eso los envalentonará en la siguiente ocasión, crean que en Ucrania y en Groenlandia no nos jugamos nada. Afortunadamente, la Comisión Europea, tantas veces ciega ante lo que ocurría a nuestro alrededor, ha despertado de su letargo y lo tiene más claro. El Libro Blanco acierta al diagnosticar que nuestra debilidad militar y nuestra insignificancia política están relacionados y que ambos nos ponen en peligro. Por eso, ya en sus primeros párrafos establece una premisa que impregna todo el documento: “ha llegado el momento de que Europa se rearme”.

A lo largo de sus 22 páginas, el Libro Blanco —permita el lector ocupado que le haga una breve síntesis— pide a las naciones que, antes del 2030, se doten de una capacidad disuasoria suficiente para prevenir una guerra de agresión en Europa. Y esta vez no se trata de una declaración vacía, todo lo contrario. La Comisión define y prioriza las carencias más críticas de la Europa militar: defensa aérea y antimisil, artillería, misiles de largo alcance, stocks de municiones, drones y, desde luego, también tecnología y ciberdefensa.

Para resolver todas esas carencias militares, Bruselas pone sobre la mesa mecanismos que facilitan a las naciones incrementar sus presupuestos de Defensa en 800.000 millones de euros en cuatro años. Por buenas razones, tanto estratégicas como económicas, se impone además el objetivo de potenciar y armonizar la base industrial europea, que tiene que crecer para ponerse a la altura de la tarea.

¿No es esto un rearme? El diccionario de la RAE define la palabra “rearmar” como “equipar nuevamente con armamento militar o reforzar el que ya existía.” Reconocerá el lector que se parece bastante a lo que predica el Libro Blanco. Quizá el Gobierno español rechace esa palabra por las mismas razones por las que yo les contaba a mis nietos más pequeños que el lobo no quería comerse a Caperucita, sino compartir con ella la tarta que llevaba a su abuelita. Pero, como los votantes españoles ya no somos niños, también es posible que haya otro motivo. Mientras Europa se rearma porque tiene miedo de Putin y desconfía de Trump, es posible que, en España, de quien tenga miedo nuestro Gobierno no sea del dictador ruso, sino de sus socios de investidura; y que desconfíe menos de Trump que de los partidos de oposición.

Quizá el Gobierno rechace esa palabra por las mismas razones por las que yo les contaba a mis nietos más pequeños que el lobo no quería comerse a Caperucita, sino compartir con ella la tarta que llevaba a su abuelita

Vaya por delante que el Gobierno de España está en su derecho a ocultar el rearme bajo el nombre que le venga en gana. Se me ocurre que el de “desarme creativo” podría ser una opción particularmente apropiada en la era de la posverdad. Nadie, sin embargo, le va a creer. Ni en España ni en Rusia, donde Dmitri Peskov, el siempre ocurrente portavoz del Kremlin, acaba de declarar que “la militarización de Europa, cuando debería estar interesada en la paz, es paradójica.” Para él, está bien claro que basta el Ejército ruso para garantizar la paz. Miente, desde luego, pero al menos lo hace con un propósito, como parte de una política de Estado que busca en la guerra su razón de ser.

Solo puedo especular sobre las razones que, en naciones como España o Italia, se abraza la causa europea pero se disfraza su naturaleza. Pero, sean cuales sean los motivos de nuestro Gobierno, sepa el lector que los efectos no son menores. Sin ahorrarnos un euro de la factura estamos renunciando al rearme moral de nuestra sociedad, sin el cual las armas pierden toda su capacidad disuasoria. Es de temer que, si nuestro Gobierno se avergüenza del rearme, muchos ciudadanos concluirán que es algo vergonzoso. Un gasto peor que inútil, quizá impuesto por Donald Trump, el mismo tipo que impone aranceles a nuestro vino. Como militar —desde luego retirado— y como estudioso de la historia, a mí me parece una postura suicida, porque la voluntad de los españoles es un componente imprescindible de la defensa de nuestra nación.

Pensará el lector que exagero. Pero no me he sacado este argumento de la manga. La Directiva de Defensa Nacional vigente, firmada por nuestro presidente en 2020, acierta al decir que “El fomento de la conciencia y cultura de Defensa constituye un objetivo prioritario, pues no puede existir una Defensa eficaz sin el interés y la concurrencia de los ciudadanos”. Claro que es posible que el presidente haya cambiado de idea desde entonces. Después de todo, es bien sabido que una cosa es predicar y otra dar trigo.

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