Publicado: febrero 10, 2025, 11:20 pm
Tres semanas de Donald Trump en la Casa Blanca y tres semanas de sobresaltos que estremecen al mundo. El millonario neoyorquino ha superado el umbral de todos nuestros temores, firmando decenas de órdenes ejecutivas que desafían al Estado de derecho y haciendo propuestas tan estrafalarias como la de hacerse con Groenlandia, quedarse con el canal de Panamá, anexionarse Canadá y convertir Gaza en la Riviera de Oriente Próximo, una suerte de resort gigantesco que escondería una limpieza étnica de casi dos millones de gazatíes.
El presidente norteamericano hace de la ventana de Overton el pan nuestro de cada día. Cada mañana, nos levantamos con una barbaridad que tapa la del día anterior y que nos hace pensar que lo que era imposible, ahora ya es posible. Lo mismo desata una oleada de deportaciones masivas y amenaza con aranceles para media humanidad que deja la cancha abierta para que los becarios de Elon Musk fisgoneen en las agencias federales en busca de gente a la que despedir.
La ‘guerra’ de Trump no es la de quien quiere imponer su visión en la disputa ideológica entre izquierdas y derechas, entre liberales y conservadores. Aquí el eje es otro. A un lado, están quienes siguen defendiendo el modelo de democracias liberales que ha imperado en las sociedades occidentales desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Y al otro, están quienes quieren demoler este orden internacional e instaurar una suerte de autoritarismo blando, de democracia tan solo aparente, donde los parlamentos quedan como instituciones huecas y donde se imponen las ideas más divisivas y extremistas.
El presidente norteamericano hace de
la ventana de Overton el pan nuestro
de cada día
Trump dirige Estados Unidos como si esta nación fuera una empresa de su propiedad y se comporta como si no existiesen cortapisas a su empeño. Y ahora vamos a saber si es verdad que no tiene límites y si esa falta de controles nos afecta a todos.
Por eso, va a ser tan interesante observar cómo será la respuesta que le den las instituciones democráticas de su país, entre ellos, los jueces. Y, en nuestro caso, las que le dé una Europa que tendrá que combinar diplomacia con firmeza para que el ciclón Trump no reviente las costuras ya debilitadas de la Unión Europea.
