Publicado: octubre 16, 2025, 3:00 am
“Así como nuestros autos deben pasar una verificación anual, nuestras calles, banquetas y carreteras deberían pasar una revisión anual de condiciones aptas para transitarlas”. Este mensaje que desde hace varios años circula por las redes sociales, tal parece que a las autoridades les importa menos que a Benjamín Netanyahu la compasión humana.
Resulta que mis actividades tanto familiares como de trabajo se desarrollan en las colonias Del Valle, Nápoles y San José Insurgentes, localizadas en la alcaldía Benito Baches, es decir: Benito Juárez, otrora símbolo de prosperidad y buen vivir y actualmente sede de tres nuevas disciplinas olímpicas: “Cien metros de banqueta con agujeros y obstáculos pavimentales”; “Gran Rally de vehículos todo terreno”; y “Salto sincronizado de socavones”.
Aunque el resto de la ciudad, que eventualmente recorro, está en condiciones pésimas. Yo me concreto —palabra polisémica— a hablar en concreto del concreto de las calles y banquetas del municipio donde vivo y trabajo las cuales, en algunos y prolongados tramos, dan la impresión de que estamos en una ciudad recién bombardeada.
En algunas —bastantes— aceras de la Alcaldía no hay más de tres metros de pavimento parejo, son una colección de planchas rotas y agrietadas y de registros de drenaje sobresalientes —del piso—; esto combinado con el candor y la inocencia de los peatones que ingenuamente piensan que las banquetas son para caminar, producen accidentes. Hace unos meses mi esposa cayó en uno de esos agujeros similares a “trampas para osos del Seguro Social”, se rompió el hueso peroné. Nadie de los transeúntes se acomidió a auxiliarla (porque en esta ciudad todos circulamos en modo de supervivencia). Lo más surrealista del caso es que cuando mi mujer habló al teléfono que aparece en los servicios de la alcaldía para quejas de este tipo le pidieron que mandara una fotografía del agujero donde se cayó. Sólo los asesinos regresan al lugar del crimen, las víctimas no quieren volver a pasar por ahí. También este textoservidor rindió su tributo al cemento, esto fue hace varias semanas —aún tengo costras en las rodillas— tropecé con un registro mal puesto al salir del banco donde —¡oh paradoja, oh parajoda!— acababa de pagar mis impuestos.
Traté de hacer una denuncia de los baches más peligrosos a través de Bachatel —ingenioso nombre— y no pude enfrentar correctamente el dulce encanto de la burocracia, me pasaron de una extensión a otra para cerciorarse de que la información fuera correcta, al parecer las autoridades creen que los ciudadanos inventamos que existen baches sólo por molestar; dudo que nadie haya denunciado lo siguiente: En Rodríguez Saro, en la Colonia del Valle, entre Avenida Coyoacán y Adolfo Prieto, no existe una calle, existe un gran bache con pedazos de calle y otro tanto sucede en San Lorenzo de la misma colonia. En la parte de en medio de la avenida Pensilvania, en la Nápoles, hace tres o cuatro años abrieron una zanja, para un cableado o algo así, la cual permaneció abierta meses, hasta que la cerraron con el clásico chapopote con piedritas. Pasó el tiempo y los automóviles y el sucedáneo del asfalto se hundió varios centímetros para constituirse en un eterno bache-zanja. Alrededor del Parque de la Bola, en San José Insurgentes, para angustia de los automovilistas y regocijo de los talleres mecánicos existen dos socavones. Chicos, no muy grandes, pero ya crecerán.
En la avenida José María Rico, hace unas semanas llegaron los trabajadores con chalecos fosforescentes y maquinaria, los héroes anónimos del bacheo exprés y efímero, a parchar la calle con esa materia enchapopotada que una vez puesta rebasa varios centímetros el pavimento, de tal suerte que donde antes había un bache ahora existe un tope.
En conclusión, tal parece que en Benito Juárez los baches son patrimonio cultural de la alcaldía.
Punto final
“La política es el arte de impedir que la gente se entrometa en lo que le atañe”. Paul Valéry (1871-1945).