Daniel Guzmán, "vacío" tras rodar "tres películas en una" con 'La Deuda': "Si me recupero, abordaré obras más pequeñas" - Venezuela
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Daniel Guzmán, «vacío» tras rodar «tres películas en una» con 'La Deuda': «Si me recupero, abordaré obras más pequeñas»

Publicado: octubre 12, 2025, 12:30 pm

Daniel Guzmán, director, productor, guionista y protagonista de La Deuda –donde interpreta a Lucas–, ha confesado sentirse «totalmente vacío a todos los niveles: emocional, anímico y físico». Tanto es así que, tras cada rodaje, se plantea no volver a dirigir. «Si me recupero, me gustaría abordar proyectos más pequeños, no algo tan grande como esta película, que cuenta con 78 localizaciones, un presupuesto de cinco millones y parece tres películas en una».

Así lo ha expuesto en una entrevista en la que ha contado que La Deuda, que se estrenará el próximo 17 de octubre en las salas, parte de una vivencia personal propia y narra una historia de afecto entre dos personas de distintas generaciones que conviven, hasta que un acto impulsivo de Lucas cambia el rumbo de ambos.

El detonante es la pérdida de la vivienda de Antonia, una anciana interpretada por Rosario García. Lucas, con una deuda emocional hacia ella, hará todo lo posible para evitar que la pierda, incluso arriesgando su vida y su libertad mientras huye de la policía. Además, la película explora los límites del amor, la culpa, la redención y la necesidad de pedir perdón, temas que se reflejan en la relación de Lucas con los personajes interpretados por Itziar Ituño y Susana Abaitua, Gabriela y Mara, respectivamente.

Guzmán ha explicado que esta película alude a varios niveles: «la emocional, entre Lucas y Antonia; la económica, por el riesgo de perder la vivienda; la culpa y necesidad de redención con Gabriela; y la deuda moral con la banda por una decisión que marca la historia».

El origen es una experiencia personal con su abuela

La gentrificación es uno de los motores de esta película, y ha surgido como hilo conductor «de manera natural, espontánea e inconsciente», según su director. Todo partió de una experiencia personal, cuando acompañaba a su abuela a un centro de salud para recibir oxígeno. Durante las esperas en silencio, se fijó en un desfibrilador y se preguntó qué ocurriría si, por necesidad, tuviera que llevárselo. «¿Qué pasaría si alguien sufriera un paro cardíaco y muriera por no tener acceso al equipo? ¿Cómo cargaría con esa culpa?»

Esa reflexión lo llevó a imaginar otra historia: «¿y si esa mujer no fuera mi abuela, sino una persona de diferente generación con la que comparto la vida? ¿Y si un fondo de inversión comprara el edificio y la obligara a irse? ¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar para evitar que perdiera su hogar?». A partir de ahí, comenzó a construir «la estructura de estilo de la película de forma natural», ha explicado.

Al hilo de lo anterior, Guzmán ha aclarado que sus películas parten de experiencias personales, lo que implica una exposición emocional, por lo que «siempre hay cierto reparo, ya que te muestras vulnerable, y el riesgo emocional es mayor». Además, ha añadido que su intención era que el personaje de Antonia lo interpretara su abuela, aunque lamentablemente no llegó a tiempo. Fue entonces cuando comenzó a buscar a alguien con unas características similares, y así fue como encontró a Rosario.

En este contexto, ha destacado la envergadura del proyecto señalando que la película «cuenta con 78 localizaciones, mientras que una producción estándar suele tener poco más de 20″. Además, ha hecho hincapié en que «tiene un presupuesto de cinco millones de euros, frente a los dos millones que maneja una película promedio».

La mayor presión: el rodaje y el tiempo

En este sentido, Guzmán ha confesado que la mayor presión durante el rodaje fue la económica, pues «el sobrecoste iba creciendo semana a semana. A veces no llegaban los permisos y no podíamos rodar, así que tenía que moverme a otro lugar o grabar en sitios donde no lo teníamos todo controlado». También el tiempo fue un factor determinante, ya que «las buenas horas para rodar eran entre las 11,00 horas y la 13,00 horas. Fuera de ese tramo ya no funcionaba, y eso te condiciona mucho y genera mucho estrés», ha admitido.

Además, ha señalado que el rodaje se extendió durante diez semanas, cuando lo habitual son entre cuatro y cinco, y el proceso de montaje tomó un año, muy por encima de los tres meses que suele requerir una producción convencional. «La magnitud del proyecto es titánica; por eso, al final acabas exhausto. Ese desgaste es tan grande que, si puedo evitarlo, no volveré a asumir tantos roles a la vez», ha confesado.

Asimismo, ha reconocido que asumir múltiples responsabilidades dentro de una misma producción «es una ecuación que nunca termina de cuadrar; siempre muestra un resultado inesperado y eso lo hace muy complicado». En este sentido, ha explicado que «producir y dirigir al mismo tiempo es una aventura casi imposible de cuadrar, porque conviven el yo autor y el yo productor, y entre ambos se establece una disputa que es muy difícil de resolver».

«Una ecuación muy completa

En este contexto, ha confesado que disfruta mucho del proceso de escritura, ya que es la primera etapa en la que trabaja en soledad: «hay una relación directa con la historia, puedo marcar mis tiempos y el proceso es maravilloso». En cuanto a la dirección, ha señalado que «si solo diriges, es perfecto; pero si diriges y actúas, ya empieza a complicarse, y si además produces, la ecuación se vuelve muy compleja».

Daniel Guzmán ha reconocido que inicialmente no tenía previsto actuar en la película, ya que, según ha explicado, «solo intento dirigir y dar herramientas a mis compañeros para que disfruten y para lograr lo que quiero del proceso de trabajo». Sin embargo, todo cambió durante la búsqueda del personaje de Antonia, que le llevó casi un año. «Por la edad del personaje, necesitaba a alguien mayor de 90 años que mostrara fragilidad y vulnerabilidad, algo muy difícil si no eres profesional y estás delicada físicamente», ha señalado, aunque ha apuntado que al final Antonia «es justamente la luz de la película, la esperanza y el sentido del humor».

Finalmente encontró a Rosario y comenzó a ensayar con ella durante tres meses, pero cuando ya estaba haciendo el casting del actor protagonista, surgió un imprevisto: «Rosario se cayó en la residencia y se rompió las costillas. Estaba delicada y era complicado seguir rodando con ella, así que tomé la decisión de hacerlo yo».

«Vuestro vínculo ya es la historia»

En este sentido, ha explicado que, tras ver las grabaciones de los ensayos, varias personas del equipo le dijeron: «Dani, el vínculo emocional que habéis creado y la forma en la que os miráis… eso ya es la película». A ese vínculo se sumó la urgencia del rodaje. «Tenía solo dos semanas y no me daba tiempo a preparar a otro actor», ha contado. «Así que todo parecía estar diciéndome que debía interpretarlo yo, y al final acabé siendo Lucas».

Sobre la interpretación de Lucas, Guzmán ha explicado que los límites que alcanzaba el personaje reflejaban su propia experiencia como productor. «Sentía tanta presión y problemas que solo podía avanzar, huir hacia adelante para terminar la película. Esa necesidad vital la usé en mi actuación, para que en mi rostro se mostrara el miedo, dolor y agobio, y eso me ayudó a transmitir la carga emocional del personaje».

El director de la película ha destacado que una de las reacciones más valiosas que ha recibido en las primeras proyecciones previas al estreno son los agradecimientos por haber realizado esta obra. Según los espectadores, es «una película necesaria en los tiempos que vivimos», y eso para Guzmán «tiene un valor incalculable». «Quiero que la gente disfrute, pero si la película también invita a cuestionar ciertos modelos y a reflexionar, eso es lo más ilusionante para mí», ha agregado.

Por último, Daniel Guzmán ha revelado que la deuda que ha saldado con esta película es su «relación con los mayores, el permitirme equivocarme, aceptarme, intentar perdonarme algunas decisiones y dejar de juzgar».

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