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Cuando los sueños se venden

Publicado: julio 29, 2025, 12:30 am

Estaba ocupada en un programa, preparándome para una de mis más importantes presentaciones. Todo debía salir perfecto. De repente, mi teléfono vibró. Era un mensaje de mi hermana. Solo decía: «Ya tengo yerno», Esa breve frase cayó sobre mí como una bomba. Mis manos temblaron, las lágrimas empezaron a rodar sin control. Nada tenía sentido. ¿Cómo pudieron? ¿Cómo pudieron casar a una niña que aún no entiende ni del bien ni del mal?

Mi sobrina tiene solo 18 años. Es alta, con ojos azules y cabello dorado. Para mí, sigue siendo una niña. Una niña que soñaba con convertirse en periodista. Siempre me decía: «Tía, tú eres mi ejemplo, quiero ser como tú». En la escuela siempre fue la mejor alumna. Tenía un futuro brillante. Pero la llegada de los talibanes lo cambió todo. No solo cerraron las escuelas; enterraron los sueños de millones de niñas, silenciaron sus voces, apagaron su esperanza.

Mi sobrina fue una de ellas. Desde que los talibanes le prohibieron estudiar, su alma se quebró. Pero el golpe final no lo dieron ellos, sino sus propios padres, quienes deberían haber sido su refugio. La forzaron a casarse. No por amor, no por decisión propia, sino por tradición, por miedo al qué dirán, por presión social.

No entiendo por qué mis familiares no aprendieron de nuestra historia. ¿Acaso no vivimos nosotras mismas los horrores de los matrimonios forzados? ¿No fueron suficientes nuestras heridas? Somos dos hermanas marcadas por la violencia y la ignorancia. Yo luché, me levanté desde las cenizas y me hice periodista para ser la voz de las mujeres silenciadas. Pero ahora, ni siquiera pude salvar a mi sobrina. Yo, que siempre he alzado la voz por los derechos de las mujeres, fracasé en mi propia casa. Este fracaso me rompe el alma.

Yo, que siempre he alzado la voz por los derechos de las mujeres, fracasé en mi propia casa

He roto todo lazo con mi hermana. Ya no la considero mi hermana. No es por rencor, es un grito de desesperación. Un intento de frenar la repetición de esta tragedia. Solo puedo desearle felicidad a mi sobrina, aunque en el fondo sé que en un matrimonio forzado, la felicidad es una ilusión. Ella aún no había terminado de jugar como niña, aún soñaba con ser periodista, aún tenía libros por leer, historias por contar, una vida por vivir.

Desde la llegada de los talibanes al poder, los matrimonios forzados han aumentado de forma alarmante. Niñas que deberían estar en la escuela, ahora son prisioneras en casas ajenas. No hay ley que las proteja. Incluso la familia se convierte en enemiga. Para muchos padres, una hija es solo una carga que debe ser entregada cuanto antes.

Mi sobrina es solo una de los millones de niñas que han perdido su derecho a elegir en Afganistán. Pero esta no es solo una historia personal. Es una tragedia colectiva que se repite cada día mientras el mundo guarda silencio. Niñas convertidas en víctimas de tradiciones, ignorancia y patriarcado. Niñas que no tienen futuro, que sobreviven pero no viven.

Me quedo sola, con preguntas sin respuesta. ¿Por qué nadie escucha nuestro clamor? ¿Por qué la vida de las mujeres afganas vale tan poco? ¿Acaso no somos humanas? ¿No merecía mi sobrina un destino mejor?

El silencio ante esta injusticia es complicidad. Yo no puedo quedarme callada. Tal vez no pude salvar a mi sobrina, pero no permitiré que esta cadena continúe. Este es mi compromiso, con ella y con todas las niñas de Afganistán. Debemos gritar, alzar la voz, obligar al mundo a mirar.

Nos están robando a nuestras niñas. Están robando su futuro. Y este crimen debe ser denunciado. La voz de estas niñas debe llegar al mundo. Mañana podría ser otra, tu hermana, tu hija, tu sobrina.

En Afganistán, el matrimonio forzado y el matrimonio infantil constituyen una violación sistémica de los derechos humanos de las mujeres. Diversas fuentes estiman que entre el 60 % y el 80 % de los matrimonios en el país se celebran sin el consentimiento pleno de la mujer. Asimismo, aproximadamente el 28 % de las mujeres afganas entre 15 y 49 años contrajeron matrimonio antes de cumplir los 18 años, según datos de UNICEF. En algunas regiones, más de la mitad de las niñas son casadas siendo aún menores de edad, como parte de arreglos económicos o prácticas tradicionales como el baad, que implica la entrega de una niña a otra familia como forma de compensación.

El retorno al poder del régimen talibán en 2021 ha agravado esta situación. La prohibición de la educación para niñas y el deterioro económico han impulsado un aumento significativo de los matrimonios forzados. Estudios recientes señalan que más del 35 % de las niñas menores de 18 años fueron obligadas a casarse en los últimos tres años, muchas veces con miembros de grupos armados o autoridades locales. Las consecuencias de estas uniones incluyen embarazos tempranos, violencia doméstica, problemas de salud mental y una pérdida irreparable de autonomía y oportunidades de vida para miles de niñas y mujeres afganas.

Fuentes: UNICEF; UNFPA Afganistán; SWN Media (2024); KabulNow (2025); ZAN Times (2025).

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