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A pocos días de las elecciones, la carrera hacia el poder en EE. UU. está muy reñida y el país podría elegir a su primera presidenta. Por eso, el mundo entero mira y analiza a Kamala Harris. Además de su currículum, sus discursos y sus propuestas políticas, su mensaje llega a través de su vestimenta.
Harris, que ha convertido el traje pantalón monocromático en parte de su estilo distintivo, vio como Hillary Clinton fue criticada en su momento por proyectar una imagen “demasiado masculina” y ha incorporado detalles femeninos como lazos y accesorios sutiles y su melena de longitud media logra un balance entre elegancia y feminidad. Harris muestra una cara más relajada cuándo habla orgullosa de su colección de zapatillas Converse y luce atuendos más informales como en la celebración del Orgullo gay, con cazadora vaquera de brillos y el cabello ligeramente despeinado.
La candidata a la presidencia de EE. UU. en 2024 se enfrentará a muchos desafíos si llega a la Casa Blanca, y en cada batalla deberá decidir no solo qué políticas adoptar, sino también qué ponerse. Su imagen pública y su estilo personal influirán en su mensaje, su liderazgo y la política mundial.
¿Pero debemos hablar de la ropa que llevan las mujeres políticas? ¿Es feminista este cuestionamiento? ¿Es prudente participar en esa conversación? Umberto Eco sostenía que “si la comunicación se extiende a niveles verbales y no verbales, no hay que extrañarse de que pueda existir una ciencia de la moda como comunicación y del vestir como lenguaje articulado”.
La crítica de moda del periódico The New York Times Vanessa Friedman asegura que “la forma en que una mujer se presenta como líder es un tema que toda mujer en un puesto de liderazgo debe considerar”.
Un atuendo llamativo junto a un mensaje de impacto
La manera en la que se visten las políticas puede constituir un medio de expresar su identidad, valores y aspiraciones. La crítica que se percibe, en contraste con sus homólogos masculinos, permite explorar cómo afecta la moda a la percepción pública. Este análisis es útil para avanzar en la igualdad de género.
En ocasiones, esa forma de vestir, acompañada de un mensaje llamativo, puede causar un enorme impacto, como cuando la política estadounidense Alexandra Ocasio-Cortez pidió subir impuestos en una alfombra roja, la de la fiesta de la MET Gala organizada por la revista Vogue, cuyas páginas son un derroche de lujo y ostentación. Ocasio-Cortez lució un vestido blanco con las palabras Tax the rich (“impuestos para los ricos”) en rojo. No obstante, este mensaje “a gritos” no es común. El lenguaje de la moda suele ser más sutil cuándo se trata de política.
El color como mensaje de fondo
Para muchas mujeres en la política y en la esfera pública el color es un valioso mensaje de fondo, sin perderse en las formas. El morado ha adquirido un significado profundo en el contexto de la política feminista mundial. Kamala Harris vistió de este color en la investidura de Joe Biden, con un conjunto de Christopher John Rogers.
El negro ha sido un color prominente en el contexto de la lucha contra el acoso y la violencia de género, como en los Globos de Oro de 2018: luto para el #MeToo. El blanco, asociado al movimiento sufragista, se ha utilizado para rendir homenaje a las primeras sufragistas y se ha configurado como el color de las demócratas americanas. Hillary Clinton lució traje blanco de Ralph Lauren en su candidatura a la presidencia en 2016; en 2017 las congresistas demócratas vistieron de blanco en el primer discurso de Trump. Ashley Biden, Alexandra Ocasio-Cortez, Madelein Dean y otras demócratas de peso han elegido este tono para momentos especiales. Kamala Harris vistió de blanco en el primer discurso de Joe Biden tras la victoria en noviembre de 2020.
El rosa también tiene valor feminista porque acompaña a las mujeres en la lucha por sus derechos cada año en las protestas de la Women’s March (Marcha de las Mujeres), sin embargo no se ha visto a muchas políticas americanas vestir ese tono, ni siquiera cuando Barbie lo convirtió (en su versión más fuerte) en una seña de rebeldía ante el patriarcado. La moda y la política van unidas, especialmente cuando se trata de mujeres. Tal vez por eso es imposible hoy en día relacionar ambos temas sin pararnos en la imagen de Kamala Harris, candidata a la presidencia de EE. UU. en 2024, quien ha convertido el traje pantalón monocromático en parte de su estilo distintivo.
Llegan nuevos tiempos
Rhonda Garelik, crítica de moda y ahora profesora y directora de la Escuela de Arte y Teoría e Historia del Diseño en la Escuela de Diseño Parsons (Nueva York), habla de la llegada de la “política rosa” como un cambio sin retorno: “Las mujeres reivindican lo que por mucho tiempo ha sido considerado como un elemento trivial o un riesgo”. Según ella, este efecto se puede ver porque algunas políticas se quitan las perlas y se ponen pendientes de aros, se quitan el traje y lucen cazadora vaquera con lentejuelas y zapatillas Converse.
En este sentido Yvanna Cancela, senadora por Nevada, explicaba que en su debut en televisión nacional, en horario estelar, llevaría “unos labios muy rojos y unos aros muy grandes”. Según dijo a The New York Times trata de proyectar “una intención al mismo tiempo que intento no favorecer estereotipos. Si no me gustaran, no los usaría, pero llevo aros el 90 por ciento de las veces. Las mujeres que participan en la política deben presentarse como se ven a sí mismas y no necesariamente como creen que deben verse”.
Thatcher y su inseparable bolso
Sin duda, hay un salto en la moda y la política. Recordemos el sempiterno pelo cardado y perfecto de la exprimera ministra británica Margaret Thatcher con sus trajes de chaqueta con hombreras marcadas que acercaban de alguna manera la figura femenina a la masculina. Thatcher, no obstante, nunca renunció a elementos femeninos como collares de perlas, broches y un maquillaje impecable. Y según Mary Beard, autora de Mujeres y poder, hizo de su bolso un símbolo para ponerse en un estadio superior al de sus homólogos masculinos y hacerse sitio junto a ellos.
Ángela Merkel tuvo un sentido mucho más funcional de lucir ropa (muy pocos lo llamarían moda). Se decidió por un “uniforme” político compuesto por chaquetas y pantalones de colores y optó por la la simplicidad como símbolo de poder práctico y austero. Así, reforzó su imagen de líder enfocada a resultados, priorizando trabajo por encima de apariencias.
Sin embargo, en 2009 Merkel lució un vestido escotado para inaugurar la Ópera de Oslo, y recibió una avalancha de críticas y titulares en todo el mundo. Nunca más se salió de sus trajes habituales. Ella misma dijo: “No hubiera existido discusión como esta si hubiera sido un hombre”. Lo mismo que declaró cuando la acusaban de repetir trajes. Hiciera lo que hiciera, la crítica estaba de fondo.
Pero, según Rhonda Garelik, esto ha cambiado: “Durante décadas, las mujeres glamurosas se arriesgaban a que no las tomaran en serio. Ahora estamos viendo que es una maravilla que las mujeres no le teman al arsenal de glamour, expresen su estilo y lo usen como la herramienta políticamente poderosa que siempre ha sido”. Esa “política rosa” llega para imprimir cierta libertad en la forma de ser, estar y vestir para las políticas.
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