Publicado: junio 5, 2025, 11:30 pm
Enamorarse es como empezar un trabajo: al principio hay ilusión, nervios y un miedo tonto por no estar a la altura. Quieres gustar sin parecer desesperado. Deseas mostrar lo mejor de ti, pero sin que se note el currículum que arrastras. Y poco a poco, redactas y reescribes WhatsApps con emojis como si fuesen cartas de presentación. ¡Hasta mides los puntos y las comas! ¿Gusto? ¿Cuánto? ¿Debería haberme callado?
En el amor, y en el curro, hay entrevistas fallidas, contratos que no llegan a firmarse y promesas que se quedan en borradores. Hay jefes que te dejan en la estacada, compañeros tóxicos que te desgastan el alma y factorías emocionales que te exprimen hasta que optas por autodespedirte. ¡Y ahí seguimos!
Continuamos participando en procesos de selección en los que nos enfrentamos a pruebas de confianza, entrega y vulnerabilidad. Y cuando alguien especial aparece el mundo es más bonito y los ojos te brillan hasta sin filtros. Es un trabajo de ocho horas, con extras no pagadas, en el que hasta estarías dispuesto a ser tú quien paga.
Las decepciones duelen tanto como un despido por teléfono, sin explicaciones y en lunes. Pero con cada historia fallida, uno se vuelve más sabio, selectivo, fuerte y libre. Sobre todo libre. Y luego están los ex. Jefes no vitalicios. Historias que terminaron a las que agradecer lo vivido y lo aprendido. Porque lo que importa es seguir caminando y, en el mejor de los casos, no repetir los errores del pasado.
La movida es… ¿Y qué pasa si trabajamos para uno mismo? ¿Si nos montamos un pódcast o creamos contenido para nuestras redes sociales? Tú nunca te harás ghosting y tu amor nunca acabará. Descansa de la guerra emocional e invierte en proyectos que te correspondan. Cuando llegue ese día… sin currículum ni entrevista aparecerá un amor sin cláusulas de los que no te sueltan de la mano.