Publicado: febrero 22, 2025, 3:40 am
Cuando estamos estresados, es muy común que tendamos a gravitar en torno a un alimento concreto, muchas veces poco saludable: chocolate, patatas fritas, helados, refrescos o incluso bebidas alcohólicas. A menudo, este recurso, que es lo que llamamos ‘alimentos de comfort’ es eficaz para calmar en parte la ansiedad en el corto plazo.
El problema es que, aunque pueda resultar agradable en el momento, un ciclo repetitivo de aumentar nuestros niveles de cortisol y buscar refugio en la comida puede en realidad empeorar el estrés. Darnos demasiados ‘caprichos’ de manera regular también puede provocar cambios en nuestro microbioma, nuestra salud metabólica y la relación intestino-cerebro.
«Nuestro estado de ánimo dicta nuestras elecciones»
Así lo explica la nutricionista y dietista Roxana Ehsani en el portal de noticias sobre medicina Medscape, en el que detalla que «aunque muchas personas no se den cuenta, hay una conexión entre cómo nos sentimos y los alimentos que escogemos. Tomamos cientos de decisiones cada día, incluyendo los tipos de comidas que comemos, si pedimos delivery o cocinamos en casa, o si hacemos un pescado frito o asado».
«Nuestro estado de ánimo puede dictar estas elecciones», añade. «Si estamos estresados, es posible que tendamos a escoger una comida que nos alivie en parte este estrés, que podría no ser la elección más nutritiva».
Es natural acudir a estos alimentos en momentos vitales de estrés, emociones fuertes o incluso aburrimiento, pero cuando aparece un problema es cuando se hace evidente un patrón de conducta subconsciente.
Un ciclo de vergüenza y culpa
Según desarrolla en el mismo artículo la doctora Whitney Linsenmeyer, profesora adjunta de nutrición y dietética de la Universidad de San Luis (Estados Unidos) y portavoz de la Academia de Nutrición y Dietética, «muchas veces vemos a las personas entrar en patrones de sentir emociones negativas, buscar un alimento de confort y después sentirse culpables, lo que genera un círculo vicioso de culpa y vergüenza».
Esta experta también señala que «es positivo darnos cuenta de que estamos tristes y disfrutar de un alimento que nos reconforta. La clave está en ser conscientes de ello, entender las razones por las que lo hacemos, y tal vez pensar en otras formas de reconfortarnos, como llamar a un amigo o dar un paseo».
Estos patrones se producen por una serie de fuertes relaciones que se producen en nuestro organismo. Cuando estamos estresados, por ejemplo, el cuerpo libera una hormona llamada cortisol a través del eje hipotalámico-pituitario-adrenal, que incrementa el flujo de sangre, la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria e incluso otros factores como la coagulación sanguínea. Con el tiempo, los niveles de cortisol persistentemente elevados pueden terminar por causar problemas de salud en el largo plazo, tales como obesidad, resistencia a la insulina o síndrome metabólico.
Inflamación en el intestino y el cerebro
A su vez, los alimentos de comfort pueden echar gasolina al fuego de esos problemas de salud debido a su alto contenido en azúcar, sodio y grasas poco saludables. Como resultado, se producen picos en el azúcar en sangre, y la tensión arterial puede llevar a sentir incluso más irritabilidad y estrés, además de síntomas como niebla cerebral, problemas de memoria y falta de energía.
Linsenmeyer agrega que «la conexión intestino-cerebro entre el tracto gastrointestinal y el sistema nervioso central es bidireccional: se siente el estrés en el cerebro, pero se manifiesta en el tracto gastrointestinal en la forma de un dolor de estómago o de síndrome del intestino irritable; y una alteración del microbioma intestinal por enfermedad o mala dieta afecta a nuestra salud cognitiva y nuestro bienestar».
La inflamación crónica juega un papel importante en el ciclo del estrés tanto para la salud fisiológica como para la mental, y en los últimos años se está volviendo cada vez más prevalente a medida que las personas consumen alimentos ultraprocesados que contienen productos como colorantes, conservantes o estabilizantes pero que carecen de la fibra o los nutrientes de otros alimentos completos.
De hecho, tenemos bastantes evidencias que han mostrado que cuando hay marcadores inflamatorios en el intestino también los hay de neuroinflamación; y la inflamación crónica del sistema nervioso se asocia de manera significativa con toda una serie de condiciones psiquiátricas y neurológicas, como son la ansiedad, la depresión, los trastornos del ánimo y problemas cognitivos. También, se ha demostrado que en muchos casos las intervenciones sobre la dieta en personas con esta clase de problemas logran reducir estos marcadores neuroinflamatorios al tiempo que producen una mejoría de la sintomatología.
Alternativas a los alimentos de comfort contra el estrés
Si nos hacemos conscientes de este patrón de recurrir a la comida (y sobre todo a alimentos poco saludables) como respuesta al estrés, es más sencillo identificar el hambre y el proceso que la está desencadenando.
Así, si observamos que estamos comiendo por mero aburrimiento, es posible escoger otra actividad para satisfacer la necesidad de hacer algo. Si estamos buscando un alivio a sentimientos negativos, tal vez podamos optar por liberarlos a través de actividad física, relacionándonos con amigos o meditando.
Otra buena idea, propuesta por los expertos consultados por Medscape, es planificar con antelación las comidas de la semana. De esta forma, será más complicado que el estrés o la ansiedad influyan en nuestras decisiones.
Finalmente, estos nutricionistas recomiendan el método SAW, así llamado por las iniciales inglesas de sustituir, añadir y caminar. Este sistema consiste en cambiar los alimentos poco saludables, añadiendo alternativas vegetales más ricas en fibra, y realizar algún ejercicio físico moderado para ayudar a domar el estrés.
Referencias
Carolyn Crist. How Comfort Foods Affect Patients’ Mood and Stress Levels. Medscape (2025). Consultado online en https://www.medscape.com/viewarticle/how-comfort-foods-affect-patients-mood-and-stress-levels-2025a10003si el 13 de febrero de 2025.
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