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De más allá del cielo llegó en 2024 el cometa del siglo, y lo hizo antes de tiempo. Si Tsuchinshan-ATLAS se hubiera acercado a la Tierra en los albores de la Navidad, habría sido difícil negarle un inquietante acierto al azar.
Tsuchinhan-ATLAS se adelantó tres meses. Josep M. Trigo, investigador principal del Grupo de Meteoritos, Cuerpos Menores y Ciencias Planetarias del Instituto de Ciencias del Espacio (ICE-CSIC), dio todas las coordenadas para localizarlo y se detuvo en la importancia de estudiar estos caprichosos cuerpos errantes. A finales de septiembre Tsuchinhan-ATLAS se hizo visible desde la Tierra, luciendo una espectacular coma, un aliento de gas y polvo tan brillante como las estrellas más luminosas. Pasó de largo el cometa, como los norteamericanos de Bienvenido, Mister Marshall, pero nos dejó mirando al cielo.
En agosto de 2024 conocimos la naturaleza inusual del proyectil que excavó el cráter Chicxulub y acabó con los dinosaurios. Dinosaurios que, si comprimimos la historia de la Tierra en un año, se extinguieron en la era de los villancicos, la Navidad del planeta.
La ingle y Elon Musk
“La ingle y Dios. No ha nacido todavía la ingle que me domine”.
La frase pertenece a la obra maestra de José Luis Cuerda Amanece que no es poco. A Elon Musk es difícil quererle públicamente, pero en 2024 hemos hablado de Elon y cohetes, Elon y Tesla, Elon y satélites, Elon y Marte (¿nos llevará a Marte Elon Musk?), Elon y X.
¡La ingle y Elon Musk! Relación, si la hubiere
En enero de 2024, Neuralink, la empresa con la que Elon proyecta humanos aumentados, implantó (con legítima autorización) su chip N1 en el cerebro de un hombre sin movilidad en las extremidades. El neurocientífico de la UCM Manuel Martín Loeches contaba en The Conversation lo que hay detrás y el futuro de los implantes cerebrales como el creado por Elon Musk. Who Wants To Live Forever (Quién quiere vivir para siempre), cantaba Fredy Mercury. ¿Y quién no?