Publicado: diciembre 23, 2025, 2:00 am
Por un lado, las fiestas navideñas pueden tener un impacto positivo en los hijos al contribuir a estrechar los lazos familiares, inculcar valores de gratitud y generosidad y crear recuerdos duraderos… aunque por otra parte, un exceso de regalos y atenciones puede generar ansiedad y problemas para tolerar la frustración, algo que los expertos señalan como absolutamente necesario para un crecimiento mental saludable.
Y es que recibir un exceso de regalos, en vez de funcionar como pensamos, puede generar problemas a corto y largo plazo en ellos: una reducción de la capacidad de disfrute; falta de gratitud al hacer que la abundancia elimine el verdadero significado de la Navidad; fomento de valores basados en el consumismo y la posesión material; y una exigencia desbordada que además les hace perder el interés por los regalos nuevos.
«Para ayudar a los hijos, primero tienes que centrarte tú»
En el contexto de los excesos navideños y la educación de nuestros hijos, entrevistamos a la psicóloga Carolina González Hinchado, que comienza exponiendo que «el ambiente navideño no es solo una celebración, también un escenario de alto impacto emocional que, sin consciencia, erosiona la salud mental y las relaciones interpersonales. Estos consejos navideños te permitirán disfrutar de estas fiestas desde la calma, la presencia y el amor auténtico, el lugar donde sucede la verdadera magia».
La primera premisa, y la más importante para la experta, es que nosotros estemos bien situados emocionalmente, para poder ayudar a nuestros hijos a gestionar la sobrecarga emocional que suponen estas fechas. «Debes buscar ante todo la mejor manera de regularte tú, antes de hacer nada con tus hijos. Porque si tú no estás regulado, el resto de la familia no va a encontrar el camino El primer paso es reconocer y desactivar tu propia respuesta de estrés ante el caos«.
Para lograrlo, antes de reaccionar ante aquello que te altera, la psicóloga recomienda «hacer una pausa de unos minutos, en los que deberemos poner el foco y nuestra atención en los pies, enviando el siguiente mensaje a nuestro cerebro: ‘Paro. Solo observo'». Y es que cada vez más, los expertos en salud mental insisten en la necesidad de tomar conciencia del cuerpo: «Necesitamos anclarnos con una respiración suave, contando hasta cuatro al inhalar, reteniendo otros cuatro segundos, exhalando igual, y pausando otros cuatro».
«No seas ni demasiado perfeccionista, ni tampoco catastrofista»
González propone al mismo tiempo, una vez nos hemos ubicado nosotros, los adultos, «ajustar nuestras expectativas, sin pecar de ser demasiado perfeccionistas, pero tampoco catastrofistas. Hay que tener en cuenta que el cerebro casi siempre se sitúa en los peores escenarios posibles para mantenernos a salvo y darnos la sensación de que estamos controlando la situación. Suelta la fantasía y el idealismo, y acepta, puesto que la aceptación reduce significativamente el estrés interno que nos bloquea».
Y añade: «Toda persona cuando está bajo los efectos de una sobreactivación, cualquier situación, aunque sea una fiesta, puede ser interpretada por nuestro sistema nervioso como amenazante, aumentando la segregación de cortisol y adrenalina, llevando a una elevación de la frecuencia cardiaca, la respiración superficial y la tensión muscular».
Todo esto significa que «se activa el modo hipervigilancia y fatiga en cualquiera que esté sometido a este estrés emocional. Aún en mayor medida, los más pequeños que también están bajo estas condiciones, son especialmente susceptibles de tener episodios de irritabilidad y rabieta, comportamientos desafiantes e incluso problemas de sueño».
Así puedes crear el escudo ‘anti-ruido emocional’ para tus hijos
Cuando padres e hijos están sobre estimulados, «sucede la manifestación de un sistema nervioso que ha superado su límites de tolerancia y está pidiendo a gritos volver a las rutinas para regularse; volver a la predictibilidad del día a día». Pero mientras ese momento llega, la experta comparte una serie de pautas que nos ayuden a transitar las fiestas para que no afecten demasiado a nuestros hijos.
Si comprobamos que nuestros hijos están acelerados, «no intentes igualar su energía gritando o regañando. Al contrario, ponte a su altura, baja el tono de voz, y el ritmo de lo que estéis haciendo. La calma se contagia, y la histeria también. Por lo tanto, tu cuerpo tiene que ser un espejo de regulación en el que ellos puedan mirarse». Otro gesto que ayuda: «Anímale a nombrar qué emoción siente y valídala sin hacerla personal. Así estarás ayudando a su cerebro a reestablecer su procesamiento lógico y salirse del drama ‘el primo me ha quitado mi avenger'».
Debemos ayudar a nuestros pequeños «a tomar conciencia de la realidad, y no sólo a ser espectadores. Establece la intención clara de las fiestas o de un evento en particular: ‘mi objetivo es mantener la calma sin importar lo que diga mi cuñado o voy a estar realmente presente para mi hijo’. Esta táctica la puedes compartir con los pequeños, pidiéndoles que definan cómo quieren disfrutar la jornada. Os sacará del modo reactivo a la vez que trazas un mapa de regulación para tus peques».
