Publicado: septiembre 29, 2025, 10:30 pm
«Conozco al rey de toda la vida y lo adoro. Es amable y siempre me hace reír. Y además me encanta que todavía me llame Fergie«. El año pasado, en declaraciones al Times, Sarah Ferguson no podía mostrarse más confiada con su nuevo papel dentro de la familia real británica. Apenas unos meses antes, para los festejos invernales de 2023, Carlos III de Inglaterra había cambiado una norma que su madre, Isabel II, impuso a la exesposa del príncipe Andrés casi tres décadas antes, cuando se divorciaron: que ella no formase parte nunca más de las apariciones públicas de los Windsor, a pesar de mantenerle el título de duquesa de York.
Pero Sarah Ferguson reapareció gracias al soberano en la tradicional misa del día de Navidad que celebran en Sandringham y, desde entonces, su regreso a la agenda que se maneja desde Buckingham Palace se había hecho más que efectiva, en parte porque desde palacio se consideraba indispensable para allanar el camino a sus dos hijas, las princesas Beatriz y Eugenia de York, a quienes tanto el actual rey como su hijo, el príncipe Guillermo, quieren tener cerca para que sean miembros activos de La Firma, y en parte para disociarlas de la imagen de su padre, caído en desgracia por su relación con el magnate y pederasta Jeffrey Epstein.
«Ojalá me pidieran más», afirmaba en aquella entrevista Ferguson sobre si estaría dispuesta a volver a retomar un papel, aunque fuera secundario, dentro del organigrama de la monarquía. Pero, pasado este tiempo, Carlos III se ha cansado, tanto de ella como de su hermano Andrés, con quien mantiene una ya larga disputa para que abandone Royal Lodge, la mansión que habita pero cuyas reformas y mantenimiento no puede permitirse habida cuenta de sus préstamos y deudas —de hecho, el monarca le ha ofrecido a su hermano, Frogmore Cottage, más asequible, recibiendo de este siempre una negativa—.
Según han dado a conocer desde el susodicho periódico este fin de semana, Carlos III ha tomado una resolución y ha advertido a la expareja —su divorcio se hizo efectivo en 1996, si bien llevaban mucho más tiempo separados, siendo quizá lo más famoso de esta época el verano de 1992, en el que salieron las fotografías de un banquero chupándole los pies a Fergie, quien para más inri tomaba el sol en toples— de que no acudirán estas futuras Navidades a la cena en Sandringham, amén de que no cuenta con ninguno de ellos para seguir formando parte de los protocolos que exigen la pertenencia a la familia real.
«[Carlos III] Ha dejado bien claro su deseo de que, de ahora en adelante, la pareja permanezca ‘invisible’ en las reuniones familiares», han informado al periódico fuentes cercanas, añadiendo que si bien no va a tomar la determinación de «prohibirles asistir a la iglesia o a eventos familiares como un funeral», sí que espera que sean capaces de «encontrar una forma más discreta de acudir». «El duque de York parece disfrutar de la posibilidad de no pasar desapercibido», ha afirmado la fuente.
El año pasado, sin embargo, ya se abstuvieron de acudir a la celebración en Sandringham —prefirieron algo más tranquilo en Windsor— debido a los entonces todavía recientes avances en la investigación de los clientes y amistades del difunto Epstein y de Ghislaine Maxwell, pero todo parecía que había cambiado para este 2025, sobre todo porque tanto el duque como la duquesa de York había reaparecido públicamente.
Es más, uno de los actos donde más se comentó la presencia del hijo pequeño de Isabel II —este mismo verano, un libro en el que era descrito como una persona egoísta y arrogante ponía en tela de juicio a la reina, a la que acusaba de ser ‘cómplice’ de sus fechorías económicas, algo que ha dolido muchísimo en Buckingham Palace— fue en el funeral de la duquesa de Kent. Pero no por otro motivo que su extraño acercamiento a su sobrino, el príncipe heredero Guillermo de Inglaterra, con quien intentó mostrar cierta complicidad, aunque este ya ha dejado claro en privado que prefiere no tener nada que ver con su tío.
De hecho, en aquella ocasión, a pesar de que Andrés se acercó a comentarle algo, el príncipe de Gales no le prestó la más mínima atención, impidiendo que las cámaras registrasen el más mínimo trato de afecto hacia alguien a quien su propia madre apartó del seno familiar y cuyo ostracismo se vio agravado la pasada primavera tras el suicidio de Virginia Giuffre, la mujer que lo había acusado de haber abusado de ella cuando era menor gracias a la trata de menores orquestada por Epstein.
Y a todo ello hay que sumar el escándalo más reciente: la filtración de un correo electrónico en el que Sarah le pedía perdón a Jeffrey Epstein, a quien le llega a decir que para ella es «un amigo increíble, incondicional y generoso» cuando ya se eran más que públicos sus crímenes, debido a una entrevista que había concedido y en la que había tenido que asegurar que devolvería el dinero que el magnate le había prestado porque estaba en contra del abuso infantil, de lo que también se disculpaba con él. En su defensa, Sarah Ferguson ha asegurado que todo se debía a las amenazas de este «a lo Hannibal Lecter», pero el daño reputacional ya estaba hecho y varias organizaciones benéficas han cortado su relación con Fergie. Y esto, finalmente, es lo que habría hecho tomar partido a Carlos III.