Captan por primera vez a un murciélago cazando y devorando un ave en pleno vuelo, algo que «parecía imposible» - Venezuela
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Captan por primera vez a un murciélago cazando y devorando un ave en pleno vuelo, algo que «parecía imposible»

Publicado: octubre 9, 2025, 4:00 pm

Carlos Ibáñez, profesor de investigación ad honorem en la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), lleva estudiando a los murciélagos desde hace casi medio siglo. Entre ellos, el nóctulo grande ( Nyctalus lasiopterus ), una especie vulnerable que, en la península, anida en los agujeros de los árboles de las áreas forestales e incluso en parques urbanos, como el de María Luisa en Sevilla o los jardines de Aranjuez. Aunque apenas pesan 50 gramos como promedio, estos murciélagos son los más grandes del continente: con las alas extendidas alcanzan el medio metro. Los nóctulos tienen a los insectos, como polillas, mosquitos o escarabajos, como parte de su menú principal. Pero hace ya 25 años Ibáñez y su equipo se percataron de que, en los excrementos del mamífero hallados en Doñana había plumas. Y esas plumas aparecían en otoño y primavera, las épocas de la migración de las aves a África, cuando petirrojos, currucas o mosquiteros atraviesan el cielo nocturno. En consecuencia, los murciélagos también debían de devorar pajarillos al vuelo. «Pero eso era algo que a mucha gente le parecía imposible, porque esos pájaros pueden suponer hasta la mitad del peso del murciélago y se veía muy complicado que pudieran cazarlos y comérselos volando», dice Ibáñez. Tras décadas de intentos, los investigadores de la EBD, con la participación de la Universidad de Aarhus de Dinamarca, han logrado demostrar que estaban en lo cierto. Gracias a un trabajo casi detectivesco, han registrado un audio en el que se escucha cómo el nóctulo grande es capaz de localizar, perseguir, capturar y depredar a un petirrojo que migra durante la noche. El estudio, publicado en la prestigiosa revista ‘Science’, ha sido posible gracias al uso de avanzados dispositivos de seguimiento fabricados en la universidad danesa. De apenas 3 gramos de peso, llevan incorporados un micrófono que graba los sonidos de alta frecuencia de los murciélagos, los aleteos y hasta masticación; un barómetro para conocer la altitud del animal y un acelerómetro, para medir los cambios en su velocidad. Los dispositivos fueron colocados en la espalda de ejemplares de la colonia de Doñana, que habitan en cajas refugio hechas para ellos y son más fáciles de controlar porque llevan un microchip. «Los murciélagos son muy pequeños y no se les puede acoplar dispositivos electrónicos como los de las águilas o los linces, que pueden pesar 20 ó 30 gramos. Tienen que ser mucho más ligeros. El inconveniente es que una batería tan pequeña solo dura unas ocho horas, no más allá de una noche», explica el investigador. Los científicos consiguieron información sonora de la vida nocturna de catorce ejemplares. En muchas ocasiones, podían escuchar la caza y consumo de insectos, algo esperable. «En esos casos, el murciélago se encuentra a entre 50 y 100 metros de altura sobre el suelo. Todo es muy simple y sucede muy rápido», describe. Pero dos grabaciones fueron diferentes. En una de ellas, el murciélago vuela a 1.200 metros de altura y detecta una presa. La presa se percata de que está en peligro y desciende en picado haciendo quiebros para evitar a su predador. Este la persigue durante cientos de metros hasta que, ya muy cerca del suelo, a unos 100 metros de tocar tierra, lo captura. «Y se oye el canto agonizante del petirrojo, la prueba de que ha sido cazado», relata el investigador. «Estos murciélagos emiten frecuencias de unos 15 kilohercios, audible para la mayor parte de los humanos. En vuelo emiten pulsos más separados, pero cuando están a un metro de su presa los emiten a toda velocidad» para ecolocalizarla con precisión. Después, mientras iba consumiendo al pájaro, el nóctulo no dejó de emitir ultrasonidos. Tardó 23 minutos en masticarlo. «Es sorprendente que tarde tanto, pero es una presa enérgicamente muy rentable comparada con una polilla», señala Ibáñez. «Y todo lo hace volando, sin perder altura y sin dejar de emitir ultrasonidos», se admira. La segunda grabación que confirma el comportamiento comienza de forma muy similar pero el ave es más afortunada: logra esquivar al murciélago y escapar. Ibáñez cuenta que durante el otoño los investigadores encuentran alas de pájaro en el suelo, en medio del campo. Sospechaban que podía tratarse de los restos de pájaros devorados por los murciélagos y los análisis de ADN les han dado la razón. «Cuando comen insectos, lo primero que hacen los murciélagos es cortarles las alas. Lo mismo hacen con las aves, así tienen un paquete más cómodo para comer. Se comen las pechugas y el resto lo tiran», dice. El nóctulo es uno de los murciélagos más raros de Europa, que tiene una distribución muy fragmentada desde la península Ibérica hasta la Rusia europea. Los ejemplares de la península pueden recorrer unos 100 km en un día para buscar comida o cambiar de lugares de anidación, por ejemplo de Cuenca a La Rioja o de Doñana al parque natural de Los Alcornocales, a caballo entre Cádiz y Málaga. Nada comparado con los del Este de Europa, que pueden migrar más de 2.000 km desde Moscú a la frontera entre Francia e Italia. «Por cierto, muchos mueren en los parques eólicos que se encuentran por el camino», se lamenta el investigador. La especie, que no supera los 15.000 ejemplares en la península, está catalogada como vulnerable a nivel nacional y mundial. Las hembras tienen una cría al año, menos que el águila imperial o el lince. Y se enfrentan a amenazas como la pérdida de hábitat, el desplazamiento por parte de especies invasoras y, como decía Ibáñez, la mortalidad asociada a los parques eólicos. Por eso, conocer a fondo su comportamiento de caza resulta esencial para diseñar medidas de conservación. Ibáñez y su equipo esperan poder seguir escuchando a los murciélagos para saber más de sus vidas.

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