Publicado: noviembre 28, 2025, 1:00 pm
Vivimos en una época que rinde culto a la perfección emocional en todas sus manifestaciones. Nos repiten hasta la saciedad que debemos ‘sacar nuestra mejor versión’, «como si dentro de nosotros hubiera un modelo ideal esperando a ser revelado. La frase suena inspiradora, casi terapéutica, pero en realidad encierra una trampa sutil y devastadora: nos exige ser alguien distinto de quien somos en este momento».
El psicólogo en Marbella Buenaventura del Charco Olea, buenaventuradelcharco.es, se lamenta de la trampa que puede significar, aunque no lo parezca, estar siempre perfectos, disponibles para todo, dándolo todo y mostrando lo mejor de nosotros sin descanso: «Esa consigna —tan presente en la cultura del bienestar y las redes sociales— funciona como una nueva y peligrosa forma de autoexigencia«.
El daño que puede hacer en nuestra salud mental esa perfección «que no existe»
Según el psicólogo, hemos pasado de pantalla, y cada vez se nos exige un grado mayor de perfección, algo que en absoluto existe pero que nos han convencido de que podemos aspirar a ella. «Ya no basta con ser funcional, amable o responsable; ahora también debemos ser optimistas, resilientes, positivos, e inspiradores para los demás».
Y no solo eso, es imperativo para ser aceptados «levantarnos cada día con energía y una sonrisa, mantener la calma ante la adversidad, hablar con asertividad, amar sin dependencias, y por supuesto, no mostrar nunca el cansancio ni la vulnerabilidad. Si lo hacemos, parece como si fallara algo en nosotros, que no estamos convenientemente ‘trabajados'».
Sin embargo, esa presión invisible pero real por conseguir ser la mejor versión de uno mismo «produce exactamente lo contrario de lo que promete: más ansiedad, más inseguridad, más culpa. La promesa de mejora constante se convierte en una persecución interminable, un ideal que nunca se alcanza del todo. No importa lo mucho que avances, siempre habrá una nueva versión de ti que deberías estar alcanzando».
«Nuestro látigo interno: La voz interior que juzga, exige y compara»
Detrás de esta carrera silenciosa por ser más y más, llegando a la ‘perfección’, «suele esconderse una autocrítica feroz. Esa voz interior que juzga, exige y compara, nos mantiene en un estado de alerta permanente. Cada fallo o debilidad se vive como una amenaza, y lo paradójico es que esa amenaza no proviene del mundo exterior, sino de nosotros mismos», dice del Charco.
El cuerpo y la mente reaccionan con ansiedad porque perciben peligro: «el peligro de no estar a la altura de nuestro propio látigo interno. Intentar llegar a todo, hacerlo todo bien y mantener el control de cada detalle nos vuelve hipercontroladores, rígidos y tensos. Y cuanto más intentamos abarcar, más evidente se hace que no llegamos, lo que incrementa la frustración, la ansiedad y finalmente la desmotivación. Es una espiral que se retroalimenta, porque cuanto peor nos sentimos, más nos exigimos».
«La obsesión por la optimización de uno mismo»
Como continúa argumentando el experto, Ventura del Charco, «el resultado de todo esto es que la persona acaba viviendo en una especie de insatisfacción crónica. Todo se mide, se evalúa y se compara. Lo que antes era un intento sano de desarrollo personal se transforma en una obsesión por la optimización de uno mismo. Ya no se trata de vivir, sino de rendir; de no decepcionar a esa imagen ideal que uno ha fabricado de sí mismo».
En su opinión, lo más paradójico del asunto es que, al perseguir esa ‘mejor versión’. «nos alejamos precisamente de lo que podría hacernos sentir mejor: la aceptación. Aceptar que tenemos días mediocres, que a veces no sabemos qué hacer, que no siempre respondemos bien, que hay contradicciones que no se resuelven y heridas que no se cierran del todo».
En el verdadero epicentro del argumento de del Charco está una verdad tan universal como que «la salud mental no consiste en eliminar nuestras imperfecciones, sino en poder vivir con ellas sin sentirnos defectuosos».
«Reivindico el derecho a ser una versión suficiente, no perfecta»
Cuando tratamos de mostrarnos constantemente fuertes, seguros y coherentes, lo que hacemos en realidad es ocultar nuestras necesidades humanas más básicas: «la de ser comprendidos, sostenidos y acompañados en nuestra fragilidad. Esa impostura acaba pasándonos factura. Nos volvemos más ansiosos porque tememos no estar a la altura; más aislados porque sentimos que nadie debe ver nuestras grietas; y más agotados porque sostener una máscara consume una energía enorme».
Como solución para revertir esta nociva espiral, el psicólogo entrevistado propone: «quizá habría que empezar a reivindicar el derecho a ser una versión suficiente, no perfecta; a tener días de duda, a equivocarnos, a no ser ejemplares todo el tiempo. No se trata de resignarse, sino de reconciliarse con la realidad de que somos seres imperfectos que están en proceso, no proyectos de mejora continua.
En definitiva, «‘mostrar tu mejor versión’ suena bonito, pero suele ser una forma sofisticada de huir de uno mismo. Porque mientras intentas ser esa versión ideal, te desconectas del único lugar donde realmente puedes vivir: el presente, con sus luces y sus sombras, con lo que eres ahora y no con lo que crees que deberías ser. Puede que el verdadero crecimiento personal no consista en pulirnos hasta brillar, sino en dejar de tratarnos como si estuviéramos estropeados. Tal vez la paz mental no esté en convertirnos en algo mejor, sino en mirarnos con más humanidad», concluye del Charco.
