Publicado: noviembre 21, 2025, 4:30 am
Roberto Enríquez o Bob Pop. Hace años se sentía dividido, hoy, son la misma persona. Bob Pop habla y cada frase es un pensamiento que te hace reflexionar, afiladas flechas que dispara en sus intervenciones en radio o sus columnas en prensa, siempre cargadas de sarcasmo e ironía, pero verdades al fin y al cabo.
«Todo es política y con todos hacen croquetas, todo lo que nos pasa al final no tiene por qué ser un guiso exquisito, lo que importa son las sobras y lo que hagamos con eso después», cuenta. Y él lo aprovecha todo, desde su silla ruedas ocupa espacios y lanza mensajes.
«Hacer política es ocupar espacios donde no se me espera, no basta con estar en una silla de ruedas para subirse a un escenario, luego tiene haber mucho más, no tiene que haber porno de autosuperación ni espantos de esos, sino una cierta capacidad de ironía, crítica, cero autocompasión y mucha diversión», señala el columnista.
Un humor que también destila su último poemario, De cuerpo presente. Con él participará en la 20ª edición del Festival Poetas, en el que recitales, conciertos, proyecciones y charlas tendrán lugar durante tres días en la Casa Encendida: «Este poemario se ha escrito en dos tiempos, con 27 años de diferencia. Pero no solo me sigo reconociendo en ese joven, sino que volví a leer el poemario después de mucho tiempo y vi que me estaba enfrentando a un poeta mucho más exigente de lo que soy ahora».
Dos partes de un mismo él que hoy se abrazan en la diferencia, incluso se irían de cañas, eso sí, sin hacerse spoilers. «La primera es más hermética, mucho más seca, más dura; y la segunda está llena de espacio, de esponja. La primera es más narcisista y la segunda más comunitaria».
Una evolución en la que ha tenido mucho que ver la enfermedad que le diagnosticaron cuando solo tenía 20 años, esclerosis múltiple, algo que atraviesa toda su realidad: «Es un shock que tiene que ver con el descubrimiento de que el cuerpo escribe. Cuando nuestro cuerpo funciona a la perfección, la escritura nos parece un acto puramente intelectual, pero cuando el cuerpo deja de responder, uno se da cuenta de que la escritura también es motora«.
Cada frase para él es un movimiento, porque, a pesar de vivir atado a una silla de ruedas, no para de avanzar, cada distancia que recorre es una reivindicación. «Cenar con amigas, asociarse, ir a centros cívicos también es política… No puede ser que la revolución nos pille tan cansadas y que pensemos que no hay alternativa, que no hay salida y que todos son iguales, eso es el triunfo de la antipolítica», reconoce.
Y no, para él no todos son iguales, de hecho, confiesa que se iría de cañas con Yolanda Díaz, a comer con agua con Rajoy y de copas con Soraya Sáenz de Santamaría. «Me pone mucho, me parece muy lista. Seguramente es el mal, pero es lista», me dice, entre risas.
Se describe como un voyeur, una vedete intelectual. Él también baja las escaleras sexy, provocador, hasta el infierno, desnudando algo más que su cuerpo, su alma en cada poema.
