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Azúcar y la salud

Publicado: mayo 13, 2025, 4:00 am

A propósito del tema de la semana pasada de esta columna, algunos lectores(as) me cuestionaron si estaba a favor de los cuatro tipos de etiquetado negro que advierten que los productos tienen “exceso de calorías, de azúcares, de sodio o de grasa”. Ese etiquetado se adoptó en 2020 pensando que contribuiría a mejorar el grave problema de la obesidad infantil y adulta, la diabetes, la hipertensión y enfermedades del corazón. Siempre me he opuesto a esa medida que considero infructuosa para cumplir con ese objetivo. Durante 2020 publiqué dos columnas en este espacio señalando los inconvenientes. Dije entonces: “la palabra “exceso” no se relaciona con una métrica y se refiere a un umbral que no se conoce. Así, aplica por igual a un producto que exceda ese umbral desconocido en 30% y a otro que lo rebase en 0.5%”.

También señalé que “este tipo de normas, para que sean efectivas, deben acompañarse de una amplia campaña educativa de concientización sobre los buenos hábitos alimenticios”. Pero en vez de una campaña educativa, el gobierno ha optado por prohibir en escuelas lo que considera como alimentos chatarra. El efecto es la creación de mercados negros con niños que ahora trafican con ellos, y además en sus hogares los siguen consumiendo. A cinco años de la instauración de la norma respectiva, ya se podría evaluar si el etiquetado cambió los patrones de consumo y de producción, y si bajó la incidencia de enfermedades. No se ha hecho.

Uno de los problemas de salud más graves que tiene México es el consumo excesivo de azúcar, principal causa de obesidad, síndrome metabólico, diabetes y caries, sobre todo en la población infantil. La ingesta media de azúcares totales en la dieta mexicana es de 50 gramos al día, el doble de la recomendación de la OMS. México es de los países con mayor consumo per cápita de bebidas azucaradas, con 163 litros al año.

Otro gran problema alimenticio es el consumo excesivo de carbohidratos en forma de alimentos procesados. Además del efecto negativo de acumular calorías, las harinas refinadas (panes, cereales y pastas) detonan el mayor disparo de azúcar en la sangre, ya que inundan el torrente sanguíneo con glucosa y estimulan el disparo de insulina, lo cual almacena el exceso de calorías en la forma de grasa.

El tradicional pan de dulce combina excesos de azúcar y harina refinada, lo que lo hace una granada para la salud. Las panaderías fueron excluidas del etiquetado negro, lo que la industria alimenticia consideró un trato desigual. No se trata de demonizar a las conchas, orejas, campechanas y demás que son muy sabrosas, sino de concientizarse que, con excesos de azúcar y harina procesada, son perniciosas para el organismo.

¿Qué hacer? No se trata de prohibir el pan dulce, pero sí de adoptar ciertas regulaciones: bajar la cantidad de azúcar, utilizar más edulcorantes sustitutos, desplegar en las panaderías una lista indicando la cantidad de azúcar, grasa y calorías de cada tipo de pan, así como una leyenda visible que advierta de los efectos negativos del exceso de esos insumos. Esto funcionó con los cigarrillos; no se prohibieron, pero la leyenda en las cajetillas ha servido para concientizar y moderar el consumo. Asimismo, el gobierno debe instaurar una campaña educativa permanente de concientización. ¿Asumirá la Secretaría de Salud esa responsabilidad?

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