En los libros de historia de la música en España, Joan Manuel Serrat tiene un capítulo entero dedicado a él. Es uno de los grandes nombres propios que ha dado este país y, como tal, ha sido reconocido a los más altos niveles. Verbigracia: la concesión —y su emocionante discurso— del premio Princesa de Asturias de las Artes 2024 que recogió en Oviedo el pasado octubre; o el hecho de que una de sus más aclamadas canciones, Mediterráneo, sea uno de los temas españoles incluidos en el Cancionero de la Unión Europea.
Pero en su vida privada, el catalán de 80 años, ya retirado para siempre de los escenarios —aunque admita que lo echa de menos—, también siente que ha sido una de las personas más afortunadas en la vida. Y prueba de ello es su matrimonio de casi 50 años con su esposa, Candela Tiffón, a quien conoció cuando ella era todavía menor de edad, si bien ya había iniciado sus estudios en la Universidad en Barcelona y había hecho sus pinitos en el mundo de la moda, y con quien se casó, en una ceremonia por lo civil y muy íntima en la provincia de Girona —concretamente, en la localidad de Camprodon—.
En aquel año, 1978, el autor de éxitos como Aquellas pequeñas cosas, Penélope, Tu nombre me sabe a yerba o Algo personal tenía 34 años —por los 20 de ella—, acababa de regresar del exilio por su posición contra el franquismo y, el quid de la cuestión, ya tenía un hijo, Manuel Serrat, aunque desde un principio todo el mundo le conoce como Queco. Es él quien le dio al cantautor su primera nieta, Luna Serrat, que hoy por hoy busca abrirse camino en las mismas industrias en las que ya han triunfado sus familiares.
Queco, aunque nacido en secreto en 1969 —los hijos nacidos fuera del matrimonio no estaban bien vistos— fruto de una relación de Joan Manuel con la modelo Mercè Domènech, fue, desde que dieron a conocer la noticia a través de la revista Lecturas, reconocido y querido por su padre, que le visitaba con frecuencia en Madrid. Todo ese amor, dándole desde un primer momento sus apellidos y los cuidados pertinentes, hizo que Queco creciese admirando a su padre y que, hoy por hoy, se dedique también al mundo del espectáculo, aunque en calidad de productor.
Un amor por Joan Manuel que le ha transmitido a sus hijas —tiene una más pequeña, Lucía, bautizada al igual que su hermana mayor en honor a sendas canciones del artista—. Luna, de hecho, está haciendo sus pinitos para seguir la larga estela de su árbol familiar, comenzando por haber intercambiado la carrera de modelo de su abuela por la de influencer, pues en Instagram ya acumula más de 63.000 seguidores, los cuales han subido desde que en verano confirmó que llevaba saliendo un año con Dani Ceballos, centrocampista del Real Madrid —a pesar de que su abuelo sea fiel seguidor del FC Barcelona—.
«Soy influencer para pagarme los estudios de interpretación y música», declaró hace unos meses en una entrevista para EP. Sin embargo, ella ya hizo otra carrera, entre Madrid y Milán, pero no era lo que quería para su futuro. «Yo hubiese estudiado la carrera de matemáticas. Mi abuelo era matemático y profesor y me encantaba. Acabé haciendo Periodismo y Comunicación Audiovisual, porque era la forma más sencilla de dedicarme a las artes a través de otra vía. Y pensé en hacer periodismo musical, me fui a trabajar a la radio. Primero en una radio de Madrid, haciendo prácticas, y luego me cogieron en Barcelona. Me mudé y fue cuando me di cuenta de que no era suficiente», declaró en un vídeo en su cuenta de Instagram.
Tras su paso por Los 40 principales, resolvió su porvenir. «Estaba cerca de las artes, pero no dentro. Me volví a Madrid, empecé a estudiar arte dramático mientras hacía un máster de liderazgo de empresas, porque todo el mundo me decía que a dónde iba solo con arte dramático. Y ahora tengo un currículum lleno, pero lo que me gusta es el teatro: me hace feliz y es lo que tenía que haber estudiado desde el principio», aseguró, siguiendo en este caso los pasos en la interpretación de su tía Candela, quien lleva un exitosa carrera en series como Seis hermanas o Servir y proteger.
Además, reconoce que no se le «caerán los anillos» cuando tenga que ponerse «a buscar trabajo», porque su mayor esperanza ahora mismo es encontrar lo que sea. «Eres actriz, aunque no hayas hecho nada. Es algo que lleva dentro, yo lo llevo desde pequeña y he decidido sacarlo ahora», explicó. Y a su edad, 28 años, ya ha comenzado a abrirse hueco, tanto sobre las tablas como con un cortometraje, Cuando (me) miras, realizado por Antonio Raposo y que obutvo el Premio del Público en el 27º Festival LesGaiCineMad.
Y muy posiblemente también se atrevería con un musical. Luna Serrat ya ha demostrado en su Instagram que sabe cantar y tocar la guitarra, así como tiene una canción propia, Las Nereidas, compuesta e interpretada hace un par de años junto a su amiga Natalia Gil. Pero es realista: «Que nadie espere que escriba Mediterráneo porque les voy a defraudar, suficiente tengo con mis exigencias».
De hecho, le hace caso a su abuelo en todo. Uno de sus consejos lo repite como un mantra personal: «Más vale artista trabajador que artista talentoso, eso lo tengo clarísimo». Y es que Joan Manuel se ha mostrado cien por cien fan de su nieta. «Hay momentos que no se pueden explicar. Toda la vida yendo a ver a mi abuelo subirse a un escenario y ahora me viene a ver él a mí», dijo cuando el cantautor fue a verla actuar sobre el escenario del Teatro del Barrio, en Madrid, en la obra Un disparo a la luna. Una conexión especial y un apellido que, visto lo visto, no va a perderse.