Publicado: marzo 1, 2025, 2:15 am
El mundo cinéfilo lleva algo más de 24 horas llorando la muerte de uno de los mejores actores de la historia, dos veces ganador del Oscar y conocido por multitud de papeles en películas míticas como Sin perdón, French Connection. Contra el imperio de la droga, Arde Mississippi o La conversación. Todo ello, a pocos días de la ceremonia de los premios de la Academia, donde se presupone que se le hará un homenaje de última hora o que su nombre se incluirá en el In Memoriam. Pero, a su vez, los fans del intérprete se preguntan qué ha ocurrido, por qué existen tantas incógnitas sobre el fallecimiento de Gene Hackma e, incluso, qué papel ha jugado Betsy Arakawa.
Porque las autoridades se inclinan a considerar «sospechosas» las muertes de ambos —él, de 95 años, y ella 32 años más joven, de 63—, dado que sus cuerpos sin vida, y el de uno de sus perros, han aparecido en diferentes habitaciones, vestíbulo y baño, respectivamente, de su domicilio en Santa Fe, en el estado de Nuevo México, sin que las causas hayan sido aclaradas, a pesar de encontrar pastillas esparcidas por una encimera y sin signos de violencia, por lo que el caso «requiere una búsqueda e investigación exhaustivas».
Un final extraño para una curiosa historia de amor que comenzó cuando el intérprete de Superman, Una jaula de grillos o Bonnie & Clyde ya era uno de los actores más respetados y admirados de todo Hollywood. Betsy Arakawa era isleña, habiendo nacido en el estado de Hawái el primero de diciembre de 1959, aunque se trasladó pronto a California persiguiendo una mayor proyección como artista —estudió en la Universidad del Sur de California desde 1981 hasta 1983—, dado que era pianista de música clásica, que siempre había sido su gran pasión.
De hecho, como explican desde la revista Time, ya daba conciertos en Honolulu cuando tenía 11 años. En su tiempo en California, trabajó como asistenta de producción en el programa de televisión Card Sharks, así como fue animadora de Los Angeles Aztecs. Pero su trayectoria vital daría un giro sorprendente cuando, dada su juventud, su afición al deporte y su necesidad de conseguir dinero, trabajó a tiempo parcial en un gimnasio.
Fue allí donde conoció, durante los años 80, al hombre que le cambiaría la vida. Hackman, sin embargo, parecía que tenía la suya resuelta, dado que estaba casado desde 1956 con Faye Maltese, con quien había dado la bienvenida a sus tres hijos, Christopher, Elizabeth y Leslie. El actor hubo, incluso, de explicar en diversas entrevistas que Betsy Arakawa no había sido la razón de su divorcio con Maltese en 1986.
«En el mundo real», dijo en una entrevista con el periódico Sun Sentinel, comparando su vida privada con la de su personaje en la película que acababa de rodar, La vida puede continuar, en la que tenía un affaire extramatrimonial, «no abandoné a mi esposa por una mujer más joven. Es tan sencillo como que nos acabamos distanciando. Te vas perdiendo de vista. Cuando trabajas en este negocio, el matrimonio requiere mucho trabajo y amor». Y, según dijo, se fue consolidando su amor hasta que acabaron pasándose por el altar.
De hecho su mudanza a Santa Fe —a una casa que diseñaron los dos— se dio prácticamente a la vez que su boda, en una ceremonia privada, en 1991. Aunque no tuvieron hijos en común, Betsy actuó como madrastra de los hijos del actor con su exesposa, la cual falleció en 2017, y Hackman siempre agradeció de sus dos esposas, pero sobre todo de Arakawa, que le hubiesen ayudado tanto en la crianza de los tres, pues para él había sido difícil que creciesen con un padre tan famoso y ocupado como lo estaba él.
De hecho, Betsy fue clave en su abandono del cine. Para empezar, justo cuando se estaban mudando, en 1990, el actor tuvo que someterse a una angioplastia debido a insuficiencia cardíaca congestiva —durante la recuperación Arakawa no se separó de su lado—. Un aviso de su cuerpo que el intérprete tomó como un punto de inflexión, comenzando por ir dejando paulatinamente el cine y, por otro, por su hermetismo en lo que respectaba a su vida privada, hasta el punto de que jamás dio declaraciones ni concedió una entrevista ni, por supuesto, tenía redes sociales.
«Donde vivimos, en Santa Fe, puedes vivir tu propia vida y no preocuparte por los últimos chismes», llegó a decir Hackman al Irish Indepent. Se había marchado de Hollywood sin mirar atrás. «Me enseñaron a ser actor, no una estrella. Yo interpreto papeles, no me entrenaron para lidiar con la fama, los agentes, los abogados y la prensa. No quiero hacerlo más», resumió el actor al anunciar su retiro en la primera década del nuevo milenio.
Una decisión para la que contó con la ayuda de Betsy, que le animaba a centrarse en su otra pasión, la literatura, mientras ella ocupaba el puesto de vicepresidente de Pandora’s, una tienda de muebles y artículos de decoración para el hogar precisamente en Santa Fe, según los registros comerciales de Nuevo México a los que han tenido acceso la citada revista Time.
Es más, en 2014 Gene Hackman reveló en el pódcast Writer’s Bone la relevancia de su mujer en su forma de escribir novelas. «Si es cierto que tengo un estilo es porque ha surgido de muchas correcciones seguidas, sugerencias de mis amigos y las lecturas inflexibles y particulares de mi esposa», afirmó. Por aquel entonces, además, ya había publicado varios libros, comenzando en 1999 por su debut, Wake of the Perdido Star, junto al submarinista Daniel Lenihan, al que seguiría Justice for None o Escape From Andersonville, entre otros.
En una de sus últimas entrevistas, concedida a la revista Empire en el año 2009, Hackman dejó entrever algunos detalles de su rutina junto a su esposa, explicando que les gustaban los planes más tranquilos, reservando los viernes para hacer maratones de la cadena Comedy Channel, o ver juntos «los DVDs» que su esposa alquilaba, dado que les gustaban «las historias simples que algunas de las pequeñas películas de bajo presupuesto logran crear». Como su historia de amor con tan trágico final.