El Real Madrid no quiso marcar distancias desde el principio ni mirar por encima del hombro a nadie. Llegar a la trimilenaria Cartagena y hacer en un hotel del humilde barrio de ‘Las 600’ su cuartel base dejaba claro que su objetivo era cumplir el trámite, sin arrogancia, respetando al contexto, pero con la cabeza –y parte de la plantilla, en el banco– en Yeda (Arabia SaudÃ) para la Supercopa de España. Cumplir horario de oficina y salir sin mirar atrás. Y, por eso, buscaron que la realidad despertara cuanto antes del sueño a los mineros; en apenas cinco minutos, la jerarquÃa dictó sentencia. No habÃan bastado dos intervenciones de Fran MartÃnez para tranquilizar a Ancelotti, de pie desde el inicio. Era cuestión de inercia el gol y ese sopapo de realidad a los locales hizo que les cayera la noche muy temprano, cuando aún esperaban alimentar su ego jugando algo más en campo contrario. El partido, en media hora, falleció, lo deseado por el técnico italiano, que solo con el tercero buscó acomodo en el banco. « Era un partido serio y asà lo hemos hecho. Los que han jugado menos han tenido minutos y era obvio que tenÃamos más calidad del rival, pero la actitud que tenÃan también estaba ahû. El delirio llegó en la reanudación y no fue en el césped. La salida a calentar de Vinicius y Mbappé enardeció a una grada que dejó de mirar a un partido que habÃa perdido su historia. El italiano habló de la posible sanción al brasileño: «No pensamos que vayan a sancionar a Vinicius. No necesita cariño, es uno de los mejores, el cariño ya lo tiene de todo el madridismo». El técnico ensalzó a Modric. «Es un regalo para el fútbol, aún más para los que lo pueden disfrutar desde cerca. Sobre todo en la manera en que se prepara este tipo de partidos, siempre como una final».