Publicado: julio 9, 2025, 12:00 am
Ante los complejos y duraderos desafíos que enfrenta un país en áreas como la salud mental, la educación y la cohesión social, resulta crucial reconocer y valorar a aquellos individuos y grupos que, valiéndose de su ingenio, su saber y su capacidad de organización, logran trazar senderos innovadores hacia el cambio.
Tal es el caso de la Asociación Mexicana de Musicoterapeutas (AMME), la primera en nuestro país con personalidad jurídica que, desde 2018, ha venido construyendo comunidad, legitimidad y conciencia alrededor de la musicoterapia.
La musicoterapia no es una técnica alternativa ni un entretenimiento disfrazado de terapia. Es una disciplina científica avalada internacionalmente, con aplicación en campos tan diversos como la salud mental, la neurorehabilitación, la educación especial y el desarrollo comunitario. La AMME, bajo el liderazgo de Juan Carlos Camarena, no solo ha logrado articular una red sólida de profesionales comprometidos, sino que ha proyectado a México en el plano internacional como un referente emergente en esta área.
Prueba de ello fue el 1er Encuentro Internacional de Musicoterapeutas, realizado de forma gratuita y virtual en 2022, lo que permitió la participación masiva de expertos de diversos países. Y más recientemente, del 3 al 5 de julio de este año, el 9º Congreso Latinoamericano de Musicoterapia —organizado de forma autogestiva por la AMME y el Comité Latinoamericano de Musicoterapia (CLAM), con el respaldo de la BUAP—, reunió a representantes de más de 10 países, con una oferta de más de 80 actividades, entre talleres, conciertos terapéuticos y mesas redondas.
Lejos de una lógica elitista, estos encuentros han sido pensados desde la accesibilidad, la diversidad y el compromiso regional. Patricia Zárate, vicepresidenta del CLAM y profesora en Berklee College of Music, ha sido clave en tender puentes entre Latinoamérica y la diáspora, haciendo de la musicoterapia un campo cada vez más plural, político y potente.
Hoy más que nunca, necesitamos prácticas profesionales que conecten cuerpo, emoción y pensamiento; que no separen el arte de la salud ni la ciencia del alma. La AMME encarna ese cruce, ese punto de resonancia donde el conocimiento se vuelve acción y la música se convierte en una forma de cuidado, transformación y pertenencia.
Si México quiere imaginar un futuro donde la salud mental y emocional no sea privilegio de unos pocos, sino un derecho común, debe comenzar por escuchar a quienes, como la AMME, han afinado su vocación para sanar desde el sonido, el ritmo y el encuentro humano.