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A la caza de un outsider

Publicado: septiembre 29, 2025, 8:00 am

El desencanto ciudadano con la clase política ha sido el motor del cambio en el México de la alternancia. El antipriismo –bien leído por un grupo estratégico encabezado por Ramón Muñoz y Eduardo Sojo— llevó por primera vez al PAN a Los Pinos, con un outsider (Vicente Fox) como ariete.

La impunidad de la clase política resulta imperdonable para un sector de la población. Para ellos y para otro segmento, beneficiario de los programas asistenciales, fue el discurso obradorista que demonizó a la mafia del poder y logró llevar a la izquierda partidista a Palacio Nacional, después de dos intentos fallidos. El rencor dominó a la esperanza y la polarización se impuso desde entonces.

Una lectura equivocada del humor social de los mexicanos cimentó la alianza opositora a seleccionar a Xóchitl Gálvez para competir con la abanderada oficialista. El estudio de Guido Lara fue certero al detectar los temores y las esperanzas del electorado, pero no podía detectar las insolvencias de la senadora hidalguense. Un fracaso descomunal que sirvió para comprobar que lo más importante es una campaña es el candidato, no el aparato electoral que lo respalda.

Vencer al obradorismo en el 2024 era una misión imposible. A un año del claudismo, son notorias las fisuras en el segundo piso de la Cuarta Transformación y por lo mismo se ha apurado un nuevo alineamiento en el polo opositor (que trasciende a los partidos políticos). Esta vez, empero, no puede haber un error de diagnóstico.

Con el telón de fondo de la abstención masiva, y la confrontación permanente con las elites, de las que ya son parte los actuales dirigentes, se abre un espacio para la disrupción. La agresividad consigue rating y likes, y endurece el apoyo de fanáticos, pero aleja a los tibios, que son la mayoría.

Si son o no son iguales, es lo de menos. La gente está harta del discurso de políticos que no la escuchan y uno de cada tres mexicanos cree que todos los políticos –morenistas u oposicionistas– son un asco. Ese es el piso para un outsider (hasta ahora anónimo), para una alternativa.

Morena ha cometido un error evidente: desde el obradorismo no argumenta por qué son mejores, sino que sus adversarios son malos. No se dan cuenta de que eso los afecta a todos.

En el México del 2025, ¿cuál es la determinante del voto? ¿los ciudadanos deciden con base en los programas del bienestar, el miedo a los grupos criminales o la política arancelaria de Donald Trump? ¿Es posible romper la lógica del oficialismo o propiciar la implosión al interior de Morena?

El hallazgo de una fórmula ganadora está acompañado por la selección del personaje que desafiará al abanderado (¿o abanderada?) del claudismo en el 2030. Los atolladeros del año 1 de la Presidenta, su decisión de no romper con el obradorismo, han abierto una ruta para la alternancia definitiva a pesar de la reforma electoral en ciernes.

Información reciente —compartida entre un grupo selecto de empresarios y líderes políticos— identifica que 29% de los electores detestan las siglas que conforman al sistema de partidos. Los abstencionistas, empero, podrían ser los gestores del cambio definitivo.

Efectos secundarios

INCLUSIVOS. Paralela a la asamblea anual de la ONU, en Nueva York ocurrió una Cumbre Mundial contra el Extremismo que alineó a los mandatarios Lula Da Silva, de Brasil; Gabriel Boric, de Chile; Pedro Sánchez, de España; Gustavo Pedro, de Colombia, y Yamandú Ors, de Uruguay. Ese club de dignatarios progresistas tiene un lugar reservado para Claudia Sheinbaum Pardo. Y una misión: frenar el avance de la extrema derecha en el mundo. A la tercera cita, que ocurrirá en el verano de 2026 en Madrid, se espera la asistencia de la presidenta de México.

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