Publicado: noviembre 24, 2025, 7:30 am
Lo ha revelado en una entrevista con The New Yorker y, a partir de ahí, ha vuelto a salir a la luz lo que incluso tiene su propia entrada en Wikipedia: la «maldición Kennedy». Tatiana Schlossberg, de 35 años, nieta del 35º presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, y de la primera dama Jacqueline Kennedy Onassis, ha dado a conocer que padece una forma rara e incurable de cáncer, leucemia mieloide aguda, que los médicos le detectaron por unos extraños números en su recuento de glóbulos blancos tras dar a luz a su segundo bebé, hace casi año y medio, en mayo de 2024 —tiene dos: un hijo, nacido en 2022, y esta hija—.
A pesar de que empezaron inmediatamente el tratamiento, incluido someterse a un trasplante de médula ósea, a la quimioterapia y ser parte de un ensayo clínico de terapia con células CAR-T (un tipo de inmunoterapia contra ciertas clases de cánceres sanguíneos), los médicos han sido rotundos: apenas si le queda un año de vida. El artículo, para más inri, se publicaba este pasado sábado, justo al cumplirse 62º aniversario del asesinato de su abuelo en Dallas.
Tatiana, hija de la embajadora Caroline Bouvier Kennedy, única hija con vida —de la primera, Arabella, hablaremos más adelante— del matrimonio entre el exmandatario y Jackie, y del diseñador Edwin Schlossberg, que es periodista climática y hermana de Jack Schlossberg, el nieto tiktoker que acaba de comenzar su carrera política, se ha mostrado especialmente afligida al dar a conocer la noticia. «Durante el último ensayo clínico, mi médico me dijo que podría mantenerme viva durante un año, tal vez. Mi primer pensamiento fue que mis hijos, cuyos rostros viven permanentemente en el reverso de mis párpados, no me van a recordar», ha declarado.
Pero, desgraciadamente, su caso es solo el último de un largo y trágico listado que no solo ha afectado a los descendientes del empresario Joseph P. Kennedy Sr., patriarca de la familia, sino a amigos, socios y parientes, siendo múltiples las formas en las que han perdido la vida, dese asesinatos a accidentes o enfermedades. De una forma u otra, no ha habido generación de los Kennedy que no haya afrontado una calamidad. Aunque, por supuesto, hay una que es sin lugar a dudas la más famosa de todas.
Hablamos del 22 de noviembre de 1963. En Dallas, en el estado de Texas. Allí, el presidente John F. Kennedy, a sus 46 años, decide viajar en un coche descapotable para saludar a la población junto a su esposa, que viaja a su lado en un emblemático vestido rosa que quedaría para siempre impregnado con la sangre de su marido y que se negó a quitarse asegurando que quería que el mundo viese lo que le «habían hecho» a su esposo. Desde una ventana, Lee Harvey Oswald había apretado el gatillo y daría comienzo, asimismo, a multitud de hipótesis e ideas conspiranoicas sobre cómo pudieron producirse todas las heridas fatales del mandatario, siendo la más famosa la teoría de la bala mágica o teoría de las tres balas.
El matrimonio, antes de eso, había vivido dos tragedias en un hospital. En primer lugar, en agosto de 1956, Arabella, nombre que le querían poner al bebé que nació muerto el día 23 de aquel mes. En segundo lugar, Patrick Bouvier Kennedy, quien nació de forma prematura, seis semanas antes de lo previsto, el 9 de agosto del trágico año en que asesinarían a su padre, y que perdió la vida apenas 39 horas después del parto. No sería el único hijo de JFK y Jackie que perdería la vida.
Pero antes hay que remontarse a 1941, año en el que se sitúa el comienzo de la maldición y, para algunos, incluso la causa. Y curiosamente, no fue una muerte, pues Rose Marie Rosemary Kennedy, hermana del presidente Kennedy y primera hija de Joseph P. Kennedy Sr. y Rose Elizabeth Fitzgerald Kennedy, fallecería en 2005. Sin embargo, en noviembre de 1941, debido a unos extraños cambios de humor, una inusitada violencia y a las prácticas médicas de la época, fue sometida en secreto a una lobotomía que la dejó incapacitada y en psiquiátrico de por vida.
El siguiente en la lista fue el primogénito, Joseph P. Kennedy Jr., quien tenía 29 años en el verano de 1944, un agosto en plena Segunda Guerra Mundial en el que perdería la vida después de que su avión, un bombardero naval, estallase en pleno vuelo debido a la carga de explosivos que transportaba en una misión clandestina.
Cuatro años después, Kathleen Kennedy, otra hermana del futuro presidene y que era conocida, a sus 28 años, por sus aventuras y su estilo de vida bohemio, fallece en un accidente aéreo en Francia junto a su amante, Peter Wentworth-Fitzwilliam. En el siguiente accidente aéreo de la familia, en junio de 1964, el hermano más pequeño del presidente, el entonces senador, Edward Moore Ted Kennedy, sobrevive de milagro, pero no su asistente ni el piloto.
Robert F. Kennedy sería, como su hermano John, asesinado. Fue en 1968 en el Hotel Ambassador de Los Ángeles. Bobby, como le conocían, acababa de resultar vencedor de las primarias presidenciales de California. Con su familia, además, la «maldición» continuaría, pues fallecerían dos de sus 11 hijos: en 1984, a los 28 años, David sufre una sobredosis de cocaína, demerol y mellaril, y, en 1997, a los 39 años, Michael pierde la vida en Aspen, en Colorado, por un accidente de esquí.
Vuelta al pasado, con el caso Chappaquiddick. Dicha isla del estado de Massachusetts ha dado pie a multitud de teorías. De nuevo Ted Kennedy, quien no superaría un tumor cerebral, del que falleció el 25 de agosto de 2009, sobrevive a un accidente, cuando su coche se sale la vía en un puente. En su coche, sumergido, se encuentra el cuerpo sin vida de su secretaria, Mary Jo Kopechne, de 28 años. Lo que ha dado pie a las intrigas es que el senador no denunciaría lo sucedido hasta 10 horas después de la fatalidad.
Y llegó el tiempo comprendido entre el 16 y el 19 de julio de 1999. El primero de aquellos días, la avioneta que pilotaba, a sus 38 años, John Fitzgerald Kennedy Jr., segundo hijo del presidente JFK y de Jackie Kennedy —que había fallecido en 1994 a causa de un cáncer— y en la que iban también su esposa, Carolyn Bessette, y su cuñada, Lauren, desaparecía mientras sobrevolaba el Atlántico. Su avión ligero Piper Saratoga y los tres cuerpos sin vida serían encontrados tres días más tarde.
Kara, primogénita del susodicho matrimonio, moriría en 2011, a los 51 años, de un ataque al corazón tras hacer ejercicio. Había sobrevivido a un cáncer del pulmón años atrás. En 2012, Mary Richardson, esposa del actual secretario de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., del que se estaba divorciando, se quitó la vida a los 52 años ahorcándose en su casa de Nueva York. Según se ha dejado caer, llevaba tiempo siendo alcohólica.
Y llegamos a los casos más recientes, comenzando porque Kyle Francis Kennedy, nieta de Bobby Kennedy, dio a luz a una niña sin vida en 2014. En 2018, Christopher Kennedy, primogénito de Patricia H. Kennedy, hermana del presidente, fallece de un ataque al corazón mientras practica yoga en Canadá. Un año más tarde, Saoirse Kennedy, nieta de Bobby Kennedy, pierde la vida por una sobredosis accidental en la residencia familiar de Massachusetts. Antes del anuncio de Tatiana, los últimos de la lista eran Maeve Kennedy Townsend McKean, de 40 años y sobrina-nieta del presidente, y su hijo Gideon, de 8 años. Tras cinco días desaparcidos, sus cuerpos son hallados. Se habían ahogado en un accidente con su canoa en la bahía de Chesapeake, en el estado de Maryland.
